Un «recato» diferente para hombres y para mujeres
¿Rasgo identitario o discriminación machista? El Corán no impone el velo, pero la tradición ha ido moldeando el mensaje
El Corán es un texto muy rico pero confuso. No se trata de una narración cronológica, sino que los fragmentos se ordenan según su extensión, ... de mayor a menor, como era costumbre en la Antigüedad. Tampoco está compuesto todo en la misma época y esa variedad se percibe en el tono de las suras (capítulos): unas son poéticas y espirituales, otras parecen meras reglamentaciones y las hay incluso feroces. Si alguien lo abre buscando alguna norma que exija claramente a las mujeres el uso del velo se llevará un chasco.
Existe en todo caso una mención genérica en la sura 24 (titulada 'La luz'). En la versión de uno de los grandes arabistas españoles, Julio Cortés, dice así: «Di a los creyentes que bajen la vista con recato y que sean castos (...) Y di a las creyentes que bajen la vista con recato, que sean castas y no muestren más adorno que los que están a la vista, que cubran su escote con el chal». En otro momento, en la sura 33, aleya 59, se exclama: «¡Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se cubran con el manto. Es mejor para que las distingan y no sean molestadas». La petición tiene una razón histórica. Al parecer, según explica Cortés, si no se tapaban algunos hombres las ofendían al confundirlas con esclavas.
Como suele suceder con los textos sagrados, el problema son tanto sus exégesis posteriores como la falta de una lectura crítica e histórica. La misoginia de San Agustín, por poner un ejemplo culturalmente cercano, contaminó el mensaje evangélico hasta volverlo casi irreconocible. En el caso del Corán, en el que incluso hay suras que recomiendan pegar a las mujeres o matar a los infieles, la diferencia entre interpretaciones es tan grande que parece que hablemos de religiones diferentes. El antropólogo argelino Malek Chebel resume esta cuestión en una frase: «Mientras la apreciación coránica es favorable a la mujer, así como la actitud del profeta en general, la jurisprudencia, ya sea la 'sharía' o las mentalidades colectivas, es sumamente desfavorable. El objetivo no confesado de este conjunto de textos consiste en mantener a la mujer en una posición de inferioridad con respecto al hombre».
¿Y el velo?¿Es un elemento religioso o un mero añadido cultural? ¿Refleja un rasgo identitario o perpetúa la discriminación femenina? Son preguntas pertinentes, urgentes y sin una respuesta sencilla. Hoy mismo, en Europa (no hablamos de Irán o de Arabia Saudí), hay mujeres que lo llevan libremente, por convicción propia, y otras que lo hacen obligadas por sus maridos, padres o hermanos o para no meterse en líos con su comunidad. Distinguirlas a simple vista es imposible, pero eso no debería ahorrarnos el esfuerzo de considerar la realidad con todos sus inquietantes matices.
Para los fieles musulmanes las normas no solo las dicta el Corán; también tienen gran importancia los 'hadices', dichos atribuidos al profeta. Un estudioso laico los despacharía inmediatamente como apócrifos, pero han ido moldeando las sociedades islámicas desde la Edad Media. Una de las colecciones de hadices más importantes, bellamente titulada 'Lo más granado de los jardines de los justos', la recopiló el imán An-Nawawi en el siglo XIII. Hay preceptos chocantes, algunos de los cuales hacen referencia a ese «recato» que el Corán exige tanto para hombres como para mujeres. «Si alguno de vosotros orina, que no coja su miembro con la derecha», dijoAbu Qatada que dijo Mahoma. Otro hadiz maldice a los varones que usan peluca, se tiñen el pelo de negro o se hacen tatuajes.
Lo curioso –o quizá no tanto– es que la tradición finalmente imperante haya querido que el recato en la mujer le exija taparse casi por completo y el del hombre le permita, sin embargo, ir en pantalones cortos, chancletas e incluso con el torso desnudo.
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