La comunión de los santos
«Vieron aparecer unas lenguas como llamaradas que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos» (Hechos de los apóstoles, 2:3)
Algo pasó el 23 de julio de 2023. No dejo de darle vueltas. Hay que analizarlo a fondo; para estas cosas se necesita el periodismo ... de investigación. Hasta entonces, la abultadísima mayoría de los españoles (todos los socialistas incluidos) estábamos en contra de la amnistía, una medida que parecía poco ética y a todas luces inconstitucional. Casi no había dudas. Lo repetían sin descanso las grandes figuras de nuestro ordenamiento político: Pedro Sánchez, María Jesús Montero, Carmen Calvo, todos los ministros, Salvador Illa, un batallón entero de politólogos, juristas y periodistas, afines y contrarios al Gobierno. Había gente que incluso se enfadaba cuando algo así se deslizaba. ¡Era irrebatible, no se podía ni plantear! ¡Una cosa son los indultos y otra la amnistía, hombre de Dios, hace falta tener mala sombra, nada que ver!
El 24 de julio, sin embargo, la amnistía se volvió de pronto una medida deseable y constitucionalmente atractiva. Tenía su aquel; una voluptuosidad de actriz italiana en la que no habíamos reparado y que merecía la pena explorar. El fenómeno resultó tan abrupto y sorprendente como si de pronto unas lenguas de fuego hubieran descendido del firmamento y se hubiesen posado sobre las cabezas de todos los que antes negaban la amnistía. ¡Habían visto la luz!
El primero que la vio –hay que reconocerlo– fue Pedro Sánchez, pero inmediatamente después casi todos los socialistas sufrieron su propio pentecostés y hasta las falanges de politólogos, juristas y periodistas afines encontraron la gracia que hasta entonces les había sido cruelmente negada. A los demás nos fastidió un poco porque, por más que nos esforzábamos, no conseguíamos ver ninguna luz y eso, por muy socialdemócrata que se fuese, lo arrojaba a uno sin contemplaciones ni miramientos a las calderas hirvientes de la ultraderecha.
¿Pero qué demonios pasó el 23 de julio? ¿En qué lugar se les apareció a tantos viejos negacionistas la Virgen de la Amnistía con el Niño Carles en sus brazos? ¿Por qué los demás no fuimos invitados a esa ceremonia y desde entonces vagamos por el mundo arrostrando el baldón de sentirnos sucios, fachas, paganos, anticatalanes, enemigos de la concordia y del entendimiento y ahora, para colmo, ignorantes de las maravillosas complejidades del derecho constitucional.
Yo quiero creer. Quiero volver al redil, recuperar el tiempo perdido y participar de la comunión de los santos, pero para eso necesito regresar sobre mis pasos y saber qué sucedió el 23 de julio. ¿Hubo novedades en Fátima? ¿Se vieron señales cegadoras en el firmamento? ¿Cayó algún meteorito entre Fraga y Vinaroz? ¿Se licuó la sangre de San Genaro? He repasado los periódicos de aquel día y solo encuentro noticias prosaicas, de escaso peso sobrenatural: un misil destroza la catedral de Odesa, Vingegaard gana el Tour de Francia, la batalla del clarete de San Asensio supera las expectativas, Taylor Swift desata la locura. También hubo elecciones generales, pero leo en un titular que «el independentismo se hunde en Cataluña». Siete diputados sacó Junts.
No sé, estoy perdido. ¡Por siete votos no vas a dar una amnistía, en qué cabeza cabe! Como no sea lo de Vingegaard...
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