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Los jóvenes calagurritanos, durante el cohete. Justo Rodríguez
Crónicas venenosas

Calimochos de vinagre

«Todos gritaban: ¡A Filippo Argenti! Y el iracundo espíritu florentino se atacaba a sí mismo con los dientes» (Dante, 'Divina Comedia', Infierno, canto VIII)

Pío García

Logroño

Domingo, 31 de agosto 2025, 08:57

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Odiar pudre el alma y, lo que es peor, resulta aburridísimo. La gente que odia se vuelve odiosa porque en el vinagre no suele haber ... ingenio ni chispa, solo caras largas, amargura y estreñimiento. De todos los pecados capitales, la ira es el menos atractivo. ¡Nada que ver con la lujuria, la gula o la pereza! Uno puede comprender, en todo caso, el odio concreto, punzante y ocasional, hacia alguien que le ha hecho una guarrería. A Dante Alighieri su vecino Filippo Argenti un día le dio un patadón montado a caballo y el poeta –¡privilegios de la pluma!– lo condenó para toda la eternidad a sufrir tortura en el círculo V del infierno, en cuyo pantano se cuecen a fuego vivo los iracundos.

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