Con un ojo puesto en Cataluña y el otro en los tribunales
La tensión y el ruido se extremaron en un añojalonado de dudas por la corrupción
Tranquilidad y consenso hace tiempo que dejaron de conjugarse en la política nacional, pero el año 2024 fue un paso más allá si cabe en la polarización partidista y la tirantez dialéctica. Con el Gobierno de Pedro Sánchez en un constante ejercicio de equilibrismo parlamentario para sacar adelante su programa, Junts ya avisó desde el inicio del año de que haría valer sus decisivos votos negociando medida a medida, punto a punto. Así fue, llegando, por ejemplo, a retrasar en enero la aprobación de la una ley de amnistía que ellos mismos pactaron con el Ejecutivo y convirtiendo la votación de algunas de la normativas más cruciales en una ecuación plagada de interrogantes resuelta la mayoría de ocasiones in extremis.
Y todo ello en un año donde las urnas coparon los titulares recurrentemente con la celebración de hasta cuatro elecciones, comenzando con las europeas, en las que el PP logró un holgado triunfo e irrumpieron esperpentos ultras como el 'Se acabó la fiesta' del inefable Alvise. También gallegos, vascos y catalanes depositaron sus papeletas. En el primer caso, los populares revalidaron su mayoría absoluta; en el segundo, PNV y PSE pudieron reeditar su coalición de Gobierno (aunque con Bildu soplando en la nuca de los 'jetzales') y en Cataluña se produjo un hito histórico: las papeletas facilitaron el primer ejecutivo no independentista en 14 años con el socialista Salvador Illa como nuevo 'president'. Un espaldarazo para un Pedro Sánchez en lucha perenne contra las adversidades con el aliño del «fango» que salpicó todo el ejercicio.
A la espera de apaciguar el convulso escenario catalán con el exministro de Sanidad a las riendas, los posconvergentes pasaron de actores de reparto a protagonistas absolutos. Míriam Nogueras desde el escaño del Congreso y Carles Puigdemont telemáticamente desde Bélgica se hicieron así dominadores de los ritmos políticos, con golpes de efectos mediáticos como el que 8 de agosto encarnó Puigdemont. El expresident prófugo había anunciado su regreso a España, generando una expectación mayúscula ante su virtual detención dado que el Tribunal Supremo rechaza aplicarle la amnistía. El líder de Junts cumplió su promesa en una fugaz y desconcertante visita en la que, rodeado de sus fieles, ofreció en Barcelona un brevísimo discurso ante sus incondicionales antes de desaparecer y escabullirse para volver a huir a su refugio belga ante la incredulidad (sincera o impostada) de los Mossos.
Sánchez se vio reforzado con el triunfo de Illa en los comicios catalanes
La esfera internacional tampoco tuvo nada de balsámica para un Sánchez aferrado a su ganada aura de resiliente. El choque dialéctico con el presidente argentino Javier Milei que llevó a la retirada temporal de la embajadora española en Buenos Aires, el controvertido asilo político concedido al opositor venezolano Edmundo González o el reconocimiento por parte de España del Estado de Palestina constituyeron los principales hitos en un área donde el ministro José Manuel Albares tuvo que emplearse con intensidad.
Lejos de edulcorarse, las relaciones con el PP se enconaron, haciendo del acuerdo entre los dos grandes partidos una quimera. La formación de Feijóo vivió su particular seísmo en julio, cuando Vox rompió con los populares en las cinco comunidades autónomas donde los populares gobernaban gracias al apoyo de los de Santiago Abascal. El argumento oficial: el desencuentro sobre la distribución de menores migrantes no acompañados llegados a las costas españolas y la reforma de la Ley de Extranjería.
Koldo y compañía
Más allá de las aristas dialécticas y los rifirrafes legislativos, la primera línea de la actualidad política nacional estuvo condicionada por la corrupción –o al menos su sospecha–, convirtiendo así cada episodio que afloraba en un ariete más para la confrontación. En febrero fue detenido por un fraude en la compra de mascarillas Koldo García, quien había sido asesor, escolta y mano derecha absoluta del ya entonces exministro de Transportes y también exnúmero tres del PSOE, José Luis Ábalos. O lo que es igual: el hombre de máxima confianza de Pedro Sánchez en su ascenso al poder y muñidor de los entresijos del partido durante su etapa como secretario de Organización. El caso reavivó las dudas que suscitó en su día la salida de Ábalos tanto de Ferraz como del Consejo de Ministros, aunque mantenía la condición de diputado. Apenas 24 horas después de estallar el escándalo, fue suspendido de militancia y, al negarse a dimitir, mantuvo su acta dentro del Grupo Mixto blindando así su condición de aforado.
La polémica, sin embargo, no se limitó a ambos personajes. En el transcurso de las investigaciones fueron desvelándose más capas, ramificaciones y nuevos actores en la sombra desconocidos hasta ese momento para el público como Víctor de Aldama. El supuesto 'conseguidor' y epicentro de una trama que, según los primeros indicios, anidaba en las entrañas del ministerio comandado por el defenestrado Ábalos.
El listado de casos se completa con otros dos que entroncan con la faceta familiar de Pedro Sánchez. Uno apunta a su hermano, David Sánchez, por presuntas irregularidades en su contratación como coordinador de los conservatorios de música de la Diputación de Badajoz. El otro implica a la mujer del presidente, Begoña Gómez, investigada por presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios al frente de la cátedra de Transformación Social Competitiva en la Universidad Complutense, además de apropiación indebida del software. Sospechas e investigaciones que en el bando popular se centraron principalmente en Alberto González Amador, la pareja de la presidenta de Madrid.
Los cinco días en los que Sánchez sopesó su futuro
Pedro Sánchez anunció el 24 abril la suspensión de todas sus actividades públicas para meditar sobre su futuro y una posible renuncia como presidente del Gobierno. El motivo: su hartazgo ante lo que tachó como una «estrategia de acoso y derribo» mediante la «máquina del fango» después de que un juzgado de Madrid admitiera a trámite una denuncia contra su esposa, Begoña Gómez, por un posible delito de tráfico de influencias. «Necesito parar y reflexionar», explicaba en una carta abierta a la ciudadanía para iniciar un paréntesis total en su agenda que duró cinco días y concluyó con su continuidad.
Errejón dice adiós a la política envuelto en el escándalo
La política nacional registró su enésimo terremoto el 24 de octubre. El hasta entonces portavoz de Sumar en el Congreso, Íñigo Errejón, anunciaba de manera sorpresiva su dimisión entre acusaciones de comportamientos machistas a través de un entre críptico e hiriente comunicado de despedida justificando su decisión. El cofundador en su día de Podemos y figura clave en el damero político de la última década renunciaba a su escaño en el Congreso y provocaba un durísimo impacto en la izquierda en general y en la formación liderada por Yolanda Díaz en particular. Los días posteriores a su renuncia arreciaron las acusaciones sobre la vida personal de Errejón desde distintos frentes y también contra Sumar por no activar los protocolos precisos de una formación que tiene el feminismo por bandera.