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El momento de asomarnos a lo que sucederá
Todos los Santos ·
Los cementerios de La Rioja se llenan en una jornada de recuerdo a los muertos y de tranquila exaltación por estar vivoHay un día al año, uno solo, en el que el mundo de los vivos y el de los muertos se acercan de una forma ... singular. Las bisagras de la puerta de la vida giran levemente para que nos asomemos a lo que indefectiblemente llegará, mal que nos pese. El 1 de noviembre, Día de Todos los Santos y antesala de los ya casi olvidados Fieles Difuntos, la tradición manda acudir al cementerio, acercarse en masa a las adornadas tumbas de los ancestros, orar (en el caso de los creyentes) y conmemorar a los que nos antecedieron y gracias a los que somos lo (poco) que somos.
Aunque la presencia en los camposantos no resulta tan masiva como hace unas décadas y los niños son una 'rara avis' en la estampa tranquila de la muerte (teniendo Halloween y su alegre mofa del adiós, para qué pensar en lo que de verdad sucederá), Todos los Santos sigue presentándose como una jornada de tranquila tristeza, de lágrimas secas y antiguas mezcladas con la alegría de seguir respirando.
Porque los vivos recuerdan a los fallecidos, pero sobre todo celebran el hecho de encontrarse, de cruzar el Ebro en el caso de los logroñeses o de acudir a La Planilla y charlar, de buscar las tumbas que parecen haberse movido desde el pasado año (maldita memoria) o de disfrutar de la belleza de las flores en noviembre.
Son, especialmente si reina un ambiente grisáceo y fresco como el de ayer, horas de nostalgia, que pasan entre adecentar y ornar tumbas, conversar y despedirse. Porque salvo la tradición gitana de sentarse alrededor de la tumba, las visitas a cada familiar o amigo suelen ser más bien cortas, que la vida espera al otro lado de las tapias.
También quedan los que acuden no solo en esta jornada sino durante todo el año a charlar con sus muertos, dejando retazos de su día a día pegados en la lápida, como el cosultorio de un psicólogo o una conversación suspendida demasiado pronto.
Rutas personales
Y brillan las curiosidades: las tumbas de famosos, los escudos deportivos, los adornos extravagantes, los peluches, las fotos, los mensajes (el sencillo 'aquí os esperamos' que se trasladó del antiguo al nuevo camposanto de Lardero es mi favorito)... Cada habitual del cementerio también puede dibujar su ruta personal entre la tumba de los suyos y las de otros desconocidos que siempre acaban apareciendo en su paseo.
Porque la esencia de Todos los Santos es la repetición: recrearse en lo ya conocido se convierte en un asidero de seguridad para adentrarse en el mundo de los muertos, aunque solo sea un ratito.
Cuando el jueves aparezca en el horizonte, volverán las rutinas, el trepidante quehacer diario y las prisas mientras las flores comenzarán a marchitarse en los cementerios y los muertos retornarán a su rutina de silencio. Y el objetivo será de nuevo el mismo: volver al camposanto el próximo año por nuestro propio pie porque aunque lo de salir a hombros suene a victoria, en estos casos es mejor mostrarse humilde y dejar ese papel para los demás.
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