Esther Bajo
Los profesionales de Atención Primaria cumplen un papel clave en la detección temprana de las posibles víctimas de violencia machista
La perspicacia es una cualidad que los profesionales médicos de la Atención Primaria cultivan a diario en el diagnóstico de las dolencias que esconden sus ... pacientes. Esa intuición que se le presupone al doctor resulta providencial para detectar males que van más allá de lo físico y que sumen a las víctimas de la violencia machista en una situación tan complicada de denunciar como de dejar atrás.
De ahí que la Consejería de Salud del Gobierno de La Rioja plantee el cribado de la violencia machista en las consultas de Atención Primaria como fuente de detección de víctimas de agresiones y como vía de escape de quienes ansían una salida de una situación deseperada. Así, durante la semana previa a la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, los sanitarios riojanos arrojan sus redes de investigación para plantear a todas las pacientes un cuestionario que permita atisbar indicios de violencia machista. Pero la labor no culmina tras esa semana. Todos los días los médicos de Atención Primaria cubren sus turnos con un ojo escudriñando la enfermedad física y con otro buscando pistas para localizar posibles víctimas.
En el centro de salud de General Espartero, en Logroño, esa labor de alerta y ojo avizor ante la sospecha de un caso de violencia de género la ejerce, entre otros, la médica Esther Bajo. Como otros muchos en el Sistema Riojano de Salud, esta profesional despliega desde su consulta toda su capacidad de observación por si alguna de sus pacientes se encuentra en la difícil coyuntura de estar sufriendo violencia de género. Si no hay signos externos de agresión, como moratones o lesiones en el rostro, la detección no se antoja labor sencilla. En ocasiones son síntomas físicos recurrentes los que alertan a la profesional: problemas digestivos o cefaleas son habituales. «Cuando una paciente acude a la consulta con síntomas inespecíficos de manera reiterada puede ser la causa de que está pasando algo», apunta la doctora Esther Bajo, que también afirma que «son muy pocas las mujeres que vienen pidiendo ayuda o diciéndolo claramente». «Suele ser más una sospecha y tú vas preguntando», detalla, para avanzar que ahí entra en juego la confianza que las pacientes entablan con su médico de cabecera y la intuición del profesional que percibe que algo no está como debería. «A veces viene la mujer con su pareja y ves gestos sobre los que indagas cuando acude sola», explicita esta profesional, que pondera la relación de comprensión que ha de gestar con las víctimas: «Que tengas la puerta abierta para que puedan contarte algo, que sepan que todo lo que se cuenta en la consulta se queda aquí y que no va a trascender ni siquiera a sus hijos, que es una de sus grandes preocupaciones, puede darles confianza para abrirse». E igualmente «influye que sepan que están en un lugar seguro en el que pueden hablar de manera abierta y contarle todo a la misma cara conocida de siempre, a un rostro familiar».
«Son muy pocas las mujeres que vienen pidiendo ayuda; suele ser más una sospecha y tú vas preguntando»
«Cuesta entender cómo pueden llegar a aguantar tanto; muchas veces se escudan en los hijos, sobre todo si son pequeños»
«Aunque no quiera seguir adelante, lo importante es que sepa que estás aquí y que siempre puede recurrir a ti»
Detectada la sospecha de que existe un caso de violencia machista el aviso desencadena todo un protocolo establecido que pasa por informar al equipo de trabajadores sociales para que activen los mecanismos de protección. «Dar el paso de romper con el ambiente del agresor es lo más difícil, porque depende mucho del apoyo familiar que tenga la víctima, de si está sola, de sus relaciones personales...», reconoce Esther Bajo.
El trance de estos episodios también afecta al propio profesional médico, admite la doctora Bajo en alusión a la dureza de muchas vivencias que confiesan las pacientes: «Te pone los pelos de punta porque es desagradable ver a una persona que lleva años soportando una situación tremenda». «A nosotras también nos afecta porque tenemos madre, amigas, hijas...», remarca Bajo, que incide en que «cuesta entender cómo pueden llegar a aguantar tanto; muchas veces se escudan en los hijos, sobre todo si son pequeños, para seguir atadas al domicilio del agresor». Y reflexiona la doctora sobre la detección de casos de violencia, que no cree que haya crecido sino que se denuncian más. «Lo que noto es que les cuesta menos dar el paso porque se sienten más respaldadas y más seguras a la hora de contarlo», señala la facultativa, que remarca que «a veces tú sabes que el problema existe, pero ella decide no seguir adelante». «Lo importante es que ella sepa que estás aquí y que siempre puede recurrir a ti», subraya.
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