Concentración de apoyo y cinco minutos de silencio

Inmenso apoyo de Santo Domingo a la familia de Javier Márquez

Si ya la anterior concentración de apoyo a la familia Márquez Villaverde en Santo Domingo de la Calzada fue sobrecogedora, con la plaza de España llena de ciudadanos portando un cartel con la fotografía de Javier, lo de este jueves por la noche ya fue inmenso. Cinco abrumadores minutos de silencio emocionantes, de máximo respeto, con los sentimientos a flor de piel. Un pueblo unido no por la política, no por la religión, no por el fútbol sino por un joven fallecido y por el sufrimiento de su familia. Porque lo sucedido, una desgracia, se ha sentido como algo que podría haberle ocurrido a cualquier joven, a cualquier familia.

Alrededor de 3.000 personas se concentraron portando un cartel que se distribuyó en los accesos con fotos de Javier Márquez y los siguientes mensajes: «Siempre contigo, Javi, con tu familia y amigos» y «Ya no te buscamos porque estás aquí: en nuestro corazón, tan dentro, tan para siempre». Fueron momentos duros, pero también necesarios, para arropar a la familia y amigos. Era el principio del fin.

Precisamente los amigos de Javier acudieron en grupo y vestidos con la camiseta del chamizo Margubete 47. Durante los 5 minutos de silencio que se vivieron, apenas solo levemente rasgados por los gritos de unos niños jugando en el patio del colegio Beato Jerónimo Hermosilla, ajenos a la tragedia, algunos de los amigos rompieron a llorar desconsolados pero unidos. Después, se marcharon rotos entre aplausos.

Javier Camus, monitor de judo de Javier, anunció la lectura de un comunicado y tras el silencio sepulcral que hasta permitía oír el zumbido de un dron, irrumpieron los primeros aplausos. La portavoz de la familia, Noelia Pascual, tomó la palabra para agradecer la labor del pueblo y de los voluntarios. Entre sus palabras, al borde del llanto, destacó el siguiente mensaje: «No estamos diciendo adiós a Javier, estamos dándole la bienvenida pues desde hoy va a estar presente en todos y cada uno de nosotros, en todos los que habéis arrimado el hombro a esta familia en uno de los momentos más difíciles de sus vidas y de las nuestras».

Poético, simbólico, pero no por ello menos cierto. Porque Javier Márquez, dentro de la tragedia que ha supuesto su desaparición y muerte, ha extraído lo mejor de muchas personas, un apoyo incondicional, inaudito, casi impropio de los tiempos egoístas y superficiales en los que vivimos. Gente que no conocía a Javier buscándolo a diario, como el logroñés Rodrigo Monasterio. Gente con sus propias familias volcada en la búsqueda, como Javier Albo y José Ramón Cañas. Gente sacrificando parte de su negocio, como los responsables del bar La Mina, poniéndolo a disposición de la familia y amigos. Gente como los bomberos voluntarios que, fuera de su horario laboral, arriesgaron sus vidas adentrándose en el Ebro para buscar y encontrar a Javier.

«Hoy nos juntamos por última vez en esta plaza, pero hoy es para dar visibilidad al pueblo de Santo Domingo, a los voluntarios que nos habéis dado energía, alas, cariño, animo, y no habéis llevado en volandas día tras día en la búsqueda de Javier», expuso Noelia Pascual al público. «Prometimos buscarle, no parar hasta encontrarle y así lo hicimos y cumplimos nuestra palabra aunque no con el resultado que todos esperábamos. Y ahora desde aquí le prometemos que no le olvidaremos, que vamos a cuidar de su familia como hasta hoy lo hemos hecho, que no se sientan solos, y que lo tendremos siempre en nuestro corazón, vivo, radiante como él era, es y será eternamente», añadió Noelia, emocionada y agradecida. No obstante, ella, junto al tío de Javier, Francisco Villaverde, han sobrellevado un peso importante durante más de dos semanas poniendo buena cara a diario ante los medios de comunicación y los voluntarios, sosteniendo un castillo cada vez más de naipes que de piedra.

«No lo toméis cómo una despedida, pues a partir de hoy tenemos una estrella que cuidará de nosotros, como nosotros cuidaremos de que esté siempre vivo en todos y cada uno de nosotros», concluyó Pascual, y subrayó que la familia estará eternamente agradecida a su pueblo y todos y cada uno de sus vecinos.

Las palabras de la portavoz fueron una bocanada de oxígeno, un soplo de amarga gratitud que a todos hizo enmudecer. Ya solo se escucharon aplausos. Aplausos y palmadas de abrazos. No había palabras para más ni nada que decir. Hasta que un grito espontáneo dijo: «¡Viva Javier!»; y los presentes, tras un nuevo aplauso, empezaron a abandonar la plaza con la ilusión rota, la esperanza desinflada como un globo, deshecho el ánimo, con este sentimiento de injusta derrota que nadie desea, escribió Pablo García Casado, «como un caramelo después de chupado».

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