«La gente no se quiere quitar la vida, en el suicidio ven la solución a eliminar un problema»

Lo primero que se hace cuando se recibe la llamada es recabar la mayor cantidad de información posible: familiar, laboral, social, todo aquello que ofrezca pistas sobre cuál puede ser el detonante de la situación. «La información –explica Tejedor– nos va a llevar a una escucha activa y a intentar que exteriorice sentimientos porque lo que queremos es que nos cuenten cosas». Y a partir de lo que narre «vamos a intentar buscar la racionalidad para conseguir algún gancho».

La persona que se encuentra en esa situación «lo único que quiere es quitarse un gran problema de encima quitándose la vida». De ahí que intenta «abrir puertas para que vea que hay más caminos, que esa situación se puede solucionar de otra manera, que hay medios que la pueden resolver». En estos casos, «no hay prisa, el tiempo juega a favor, por eso hay que escuchar más que hablar».

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Una decisión sin vuelta atrás

Tejedor considera que muchas personas llegan a esa situación porque no habían sido escuchadas por nadie previamente. Además, lo normal, según ha constatado a pie de terreno, es que la gente no se quiere quitar la vida. «En el suicidio ven la solución a eliminar un problema, una frustración que tienen enorme. Es su salida. No encuentran solución, me quito de en medio y fuera».

Aunque intenta tener el mayor autocontrol posible, hay demasiadas emociones en juego y al final «siempre queda algo». En su memoria, hay un caso que, aunque no intervino como negociador, recuerda por encima de todos. Una mujer se había arrojado por la ventana y «luego nos enteramos que lo que había ocurrido es que oyó que los hijos estaban discutiendo porque nadie la quería tener a ella. Cuando estaba escuchando que si tú no, tú sí, se quitó la vida».