Las enfermedades profesionales crecen en La Rioja con el auge de la actividad económica
La región, con 527 casos hasta octubre, ostenta la segunda tasa de incidencia de patologías laborales más alta del país, con una baja media de 69 días
Estrés térmico, silicosis, asbestosis, patologías causadas por exposición a agentes químicos, enfermedades de la voz, respiratorias, infecciones, osteomusculares, dermatitis y alergias, cáncer de origen laboral, ... hipoacusia y estrés laboral. Esas son, según apuntaba el sindicato CCOO en una campaña reciente, las doce enfermedades profesionales más habituales en España. Patologías cuya etiología, cuya causa principal, no es otra que el desempeño de la actividad laboral del afectado. Esa realidad, en La Rioja, encadena seis años consecutivos de crecimiento. De momento. Las cifras de este 2019 no son buenas al cierre del pasado mes de octubre. En los diez primeros meses del año se han comunicado ya un total de 527 partes de enfermedad profesional en la región, apenas 15 menos que durante el 2018 completo y con dos meses laborales aún pendientes de registrar estadísticamente.
No todos esos partes de enfermedad profesional han derivado en un proceso de baja. De hecho, la mayor parte de ellos (334) no lo hicieron, frente a 193 casos que sí necesitaron la interrupción de su actividad laboral. Así, a expensas de lo que suceda en noviembre y diciembre, todo hace indicar que el ejercicio 2019 se cerrará con un nuevo techo de bajas vinculadas a enfermedades profesionales: de momento, el 2018 es el año con la cifra más negativa (201 bajas).
Desde UGT, Carlos San Martín, secretario de Salud Laboral de UGT La Rioja, sostiene que «las estadísticas se quedan muy parcas a la hora de dibujar la realidad de las enfermedades profesionales» y apunta a la precariedad laboral y a la falta de adopción de medidas preventivas ese repunte a lo largo de los últimos años en los que el incremento de la actividad ha conllevado el crecimiento del volumen de trabajadores. La evolución de las enfermedades profesionales, como sucedió con la de las incapacidades temporales no relacionadas directamente con la actividad laboral, se contrajo considerablemente durante la crisis económica -a partir del 2008- para repuntar a partir del 2013. El menor número de trabajadores que estaba en activo en aquel momento y el miedo a perder el empleo entre aquellos que lograron conservarlo explican ambas tendencias a la baja.
En todo caso, el 2018 no fue un buen curso en La Rioja. El índice de incidencia de las enfermedades profesionales (casos registrados por 100.000 trabajadores) fue el segundo más elevado del país (391,19 puntos) solo superado por el de Navarra (572,39). De igual manera, el indicador normalizado (que corrige el general al relacionar la estructura productiva regional con el volumen de trabajadores de cada sector) también sitúa a La Rioja como el segundo territorio más afectado tras la Comunidad Foral. Además, tres empresas riojanas superaron el límite de siniestralidad, el servicio de alerta para detectar firmas en las que se replican casos de una misma enfermedad profesional.
Mayor incidencia en mujeres
El perfil del afectado por una enfermedad profesional en La Rioja sería el de una trabajadora, de entre 45 y 54 años, que no necesita una baja (203) para recuperarse de la patología y que, en caso de precisarla (105), está en situación de incapacidad temporal una media de 69,21 días sin poder trabajar (la duración media de las bajas en el caso de los hombres es de 58,70 días, las más corta en el conjunto del Estado, y en el de las mujeres de 78,3, la segunda más reducida del país). Esa feminización de la enfermedad profesional, sostiene San Martín, está relacionada con «unas condiciones de trabajo precarias en las que los medios para evitar este tipo de enfermedades brillan por su ausencia».
En cuanto a la etiología de las enfermedades profesionales, la realidad de La Rioja replica la nacional. El grueso de ellas (494 de 527) fueron causadas por agentes físicos, categoría en la que se engloban las afecciones provocadas por posturas forzadas y movimientos repetitivos (epicondilitis, epitrocleitis, síndrome de Quervain, túnel carpiano), las debidas a nódulos en las cuerdas vocales a causa de los esfuerzos sostenidos de la voz por motivos profesionales, así como la hipoacusia o sordera provocada por el ruido.
En La Rioja, el resto de causas es residual, si bien destaca que la incidencia de las patologías de la piel causadas por sustancias y agentes diferentes a los químicos y biológicos es mayor entre las mujeres: 8 casos de trabajadoras y 4 de trabajadores. Además, hasta octubre se registraron seis casos de enfermedades derivadas de agentes químicos, cuatro de biológicos y 11 por la inhalación de otras sustancias.
De todos esos datos también se concluye que es la industria manufacturera la que mayor volumen de incapacidades temporales derivadas de una enfermedad profesional concentra. Así, durante los diez primeros meses del año se han certificado 87 bajas entre los empleados de dicho sector (3.832 en el agregado nacional). Por detrás se sitúa el comercio y la reparación de vehículos de motor y motocicletas, con 29 bajas, y las actividades administrativas y servicios auxiliares, con 21.
«El repunte está asociado a las modificaciones legales»
Desde la Federación de Empresas de La Rioja (FER), Juan Ramón Liébana, responsable de prevención de Riesgos Laborales y que esta semana se reúne en Logroño con sus homólogos del resto de patronales regionales para abordar esta cuestión, sostiene que a la hora de interpretar esos datos el análisis debe ser doble. «Hay que tener en cuenta que las enfermedades profesionales no son una cuestión cerrada sino que evolucionan y varían en función de la legislación. El repunte lo asociamos a las modificaciones legales a la hora de considerar determinadas enfermedades», argumenta. A esa primera explicación añade Liébana el repunte de la actividad económica: «Venimos de un parón y ahora se está alcanzando la velocidad de crucero», lo que implica un mayor volumen de contratación y de trabajadores en activo.
Junto a esa argumentación cuantitativa incluye Liébana una cualitativa. «Los datos ponen de manifiesto una cuestión fundamental: durante los diez primeros meses del 2019 hemos tenido casi el doble de partes de enfermedades profesionales sin baja que con baja. Esto implica que las empresas han interiorizado la prevención de riesgos y que se ha conseguido reducir, no solo los accidentes, sino también las enfermedades más graves. Se están aplicando correctamente esos mecanismos. Los datos lo avalan y somos las segunda comunidad con menos partes de baja», completa Liébana.
«Los datos asustan y existe mucha infradeclaración»
Cuando Carlos San Martín, secretario de Salud Laboral de UGT La Rioja, analiza las estadísticas de enfermedades profesionales en la región, no le cuadran las cifras y cree que reflejan tan solo una parte de esa realidad. «Existe una dificultad de diagnóstico, en ocasiones aparecen con el paso del tiempo, las mutuas intentan derivar todo lo que pueden a la Seguridad Social... «Las estadísticas se quedan muy parcas a la hora de dibujar las enfermedades profesionales. Hay mucha infradeclaración», defiende. Son datos que asustan, pero si esto es lo que surge, ¿qué no habrá por debajo?».
¿Qué hay detrás de ese repunte constante desde el 2013? San Martín sostiene que existe una desprotección de los trabajadores y una falta de adopción de las medidas necesarias para evitar dichas patologías. «Tiene que existir una adaptación del puesto de trabajo al trabajador, no al revés, que es lo que suele pasar. Nosotros siempre tenemos un mantra de cómo solucionarlo: formación, información, vigilancia y sanción. Cuando alguien se incorpora a un puesto de trabajo debe recibir formación y deben ponerse medios para evitar que esto pase, pero es una quimera en el mercado laboral actual», lamenta.
El ejemplo más claro es el de las mujeres. «Pese a la desproporción entre trabajadores y trabajadoras, ellas son las que más padecen las enfermedades profesionales, tanto por rangos de edad como por sectores. La causa es siempre la misma: sus condiciones de trabajo son precarias, no se les forma y desarrollan, en muchas ocasiones, actividades muy manuales, de movimientos repetitivos, en los que los medios para evitar este tipo de enfermedades brillan por su ausencia».
La solución, dice San Martín, es una: «La actuación de la Inspección de Trabajo y, si hay incumplimiento, que se sancione».
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