Demonios, otra vez el carácter riojano
Crónicas venenosas ·
Había en el patio de Yuso una pantalla tremebunda en la que se podía leer: «El carácter riojano que nos une».
Demonios, otra vez el ... carácter riojano.
Recordarán los lectores que, en anteriores capítulos, el carácter riojano había sido el principal sospechoso de que el coronavirus causase por aquí los destrozos que causó. Al parecer, y según la tesis que en algún momento llegó a suscribir el propio Gobierno regional, nuestra natural inclinación a abrazarnos, besarnos y pegar salivazos se había convertido en una autopista por la que derrapaba alegremente el bichito del COVID. Eso no ocurría, sin embargo, en aquellos pueblos hispánicos más taciturnos y respetuosos de las normativas, como los andaluces y los extremeños, cuya legendaria circunspección explicaba que tuvieran unos índices de contagios mucho más bajos que los nuestros.
Lo malo de atribuir a los pueblos un «carácter» uniforme y marcado a fuego no es tanto que uno corra el peligro de volverse nacionalista, sino que acaba siendo esclavo de lo que se espera de él. Este miércoles, por ejemplo, lo normal hubiera sido terminar el acto con unos vinos y unos pinchos y quizá, hacia las tres de la tarde, alguna autoridad se hubiera animado a echar una jota. Cosas peores he visto yo un 9 de junio en San Millán. Sin embargo, la pandemia ha impuesto un protocolo casi suizo en esta celebración: discursos a palo seco, algún video ilustrativo y un par de actuaciones de la Banda Sinfónica de La Rioja. Incluso el agradable repertorio de los músicos se ajustó a un programa cosmopolita, que basculó de John Williams a Jan de Haan, con dos breves e inevitables paradas en los himnos de La Rioja y de España. Los asistentes escuchaban a la banda tan modositos, como si estuvieran pasando una agradable velada en el Musikverein de Viena y fueran súbditos del imperio austrohúngaro.
De manera que si un extraterrestre hubiera aterrizado ayer en San Millán habría pensado que el «carácter riojano» es solemne y respetuoso, un talante de tipos corteses que se ponen corbata o vestidos de gala, escuchan educadamente y aplauden sin hacer mucho ruido al final de los discursos. Lo contrario, en fin, de lo que suele suceder todos los jueves en el Parlamento de La Rioja. Lo curioso es que, como en uno y otro caso los protagonistas son los mismos, los extraterrestres probablemente llegarían a la conclusión de que el «carácter riojano» se identifica en realidad con un comportamiento muy voluble y antojadizo, propio de gente poco de fiar.
A la espera de que nuevas investigaciones arrojen luz sobre la esencia del «carácter riojano», sepan ustedes que sus ingredientes fundamentales parecen ser el vino y la lengua, lo que pone en un brete a quienes, habitando en esta región, beben cerveza y dicen «si iría». En caso de referéndum de autodeterminación, su expulsión a Castilla debería ser inmediata.
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