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Dos enfermeras atienden, a finales del mes de enero, a un paciente ingresado en el hospital San Pedro de la capital riojana. justo rodríguez

COVID, el infierno mental de las enfermeras

La pandemia ha provocado graves episodios de ansiedad, estrés, temor e insomnio entre las enfermeras, sobre todo entre las más jóvenes

Domingo, 13 de febrero 2022

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El coronavirus ha supuesto un duro mazazo para las enfermeras y auxiliares que, tras varios años de precariedad laboral, han tenido que enfrentarse a nuevas especialidades, a una mayor sobrecarga y presión asistencial y, con ella, a grandes episodios de ansiedad, estrés, temor e insomnio. Unas consecuencias psicológicas y emocionales que, sin embargo, no afectaron por igual a todos los profesionales del sector.

De hecho, y según el estudio 'Impacto psicológico de los profesionales del cuidado debido al virus SARS-CoV-2 en España', liderado por la Universidad de La Rioja y que ha analizado las respuestas de 1.360 personas, fueron las enfermeras más jóvenes, con menor trayectoria laboral, que no han formado una familia y que viven en pisos pequeños o interiores, las más vulnerables al efecto de la pandemia sobre su salud mental.

La explicación, según Raúl Juárez, responsable del grupo de Investigación en Cuidados de la UR, que dirigió el estudio junto a los investigadores Iván Santolalla y Regina Ruiz de Viñaspre, es que la profesión del cuidado está ligada mayoritariamente a las mujeres. «En la distribución de la muestra, vimos que el 89% de los encuestados eran mujeres, de ahí que sean ellas las más damnificadas. Pero también descubrimos que el hecho de vivir solas, de no tener con quién desahogarse o afrontar las duras experiencias, les impactó además en su salud mental», explica el investigador de la UR.

Prevención de la salud mental

«No podemos esperar a otra pandemia para adoptar medidas que permitan un diagnóstico precoz»

Raúl Juarez

Responsable del grupo de Investigación en Cuidados (UR)

Por otro lado, residir en un piso pequeño e interior también les hizo ser más vulnerables ante los efectos de la pandemia. «No es lo mismo –explica Juárez– salir de tu habitación y dar una vuelta por la casa que estar en una vivienda pequeña y sin vistas. Esto, en grandes ciudades como Madrid, que tuvo una tasa de respuesta del 25%, o en La Rioja, con un 11%, lo vimos bastante claro».

De ahí que el principal propósito de este estudio, que refleja un impacto importante en la salud mental de las enfermeras, sea evidenciar la gravedad de las consecuencias psicológicas del COVID para que se establezcan medidas de prevención. «Debemos aprender de esta pandemia, valorar la sobrecarga que han tenido estas profesionales y no esperar a que ocurra una nueva para adoptar estrategias que permitan un diagnóstico precoz ante posibles problemas de salud mental», concluye Juárez.

Beatriz Sáenz-Díez | Unidad de Críticos

«Todo era catástrofe, muerte, enfermedad y tristeza»

Con tan solo 21 años, y sin haber terminado la carrera, Beatriz Sáenz-Díez empezó a desempeñar su actividad profesional en la UCI del San Pedro sin imaginarse que, al poco de terminar las prácticas, iba a tener que enfrentarse a una pandemia. Desde entonces, su atención sanitaria pasó a ser exclusivamente con pacientes COVID. «Al principio la situación fue catastrófica, todo era enfermedad, muerte y tristeza, porque fallecían todos los pacientes de la UCI», recuerda. Su rutina no fue más allá de trabajar. Terminaba su jornada y regresaba a casa con una gran carga emocional. Lo más duro, asegura, era tener que afrontarla aislada. «Tuve que alejarme de mi abuelo y enfrentarme sola a la muerte de los pacientes», lamenta. El agotamiento físico y mental le pasaron factura. Confiesa que hubo días en los que no veía el final y que, aunque se siente orgullosa de su trayectoria, ahora prefiere explorar otras vías. «Lo dejo de manera provisional. He decidido hacer un doctorado para que, si la situación sigue así, pueda tener otras alternativas».

Miriam Ruiz Bloque quirúrgico

«Me dije que no era culpa mía, tenía que ayudar a los demás»

Nunca estuvo en una UCI y, de la noche a la mañana, tuvo que desempeñar en ella una labor crucial en la lucha contra el COVID. La falta de camas en la Unidad de Cuidados Intensivos le obligó a dejar de lado su labor como enfermera del área quirúrgica y a asumir una especialidad que, hasta el momento, le era desconocida. «De repente vi cómo mi unidad se había transformado, ya no estaba en un quirófano, sino en la UCI, donde todos los pacientes estaban luchando por sobrevivir», confiesa.

Un duro vuelco que, unido a la sobrecarga por la falta de personal y a una mayor presión por no saber cuáles son las técnicas y máquinas de la unidad, impactó en su salud mental. «Los primeros meses fueron muy complicados. No podía dormir, soñaba con el trabajo y no descansaba. Tuve que tomar medicación para poder conciliar el sueño». La situación fue mejorando, pero las carencias agravadas por la pandemia seguían ahí. «Llegaba a casa angustiada, con la necesidad de volver a marcharme al hospital porque éramos muy pocos y nos teníamos que ayudar», asegura. Pudo con todo. «Me dije que lo que estaba pasando no era culpa mía, que si podía aliviar lo haría y que si tenía que acompañar a un paciente en el buen morir ahí estaría para darle la mano», confiesa orgullosa tras haber superado los momentos más duros de la pandemia.

Luisa Seisdedos | Atención Primaria

«Sufrí episodios de ansiedad que intentaba relativizar»

Llego marzo de 2020 y se desató una ola de incertidumbre ante un virus que comenzaba a acechar en la región. En Atención Primaria, por ejemplo, Luisa Seisdedos se iba enterando de su evolución por las noticias, como la población general, pero «con la inquietud y angustia de lo que podía ir sucediendo». No recibían ninguna información ni métodos de prevención. Tuvo que protegerse con materiales plásticos improvisados y el temor fue cada vez mayor. Su labor continuó a diario en la primera línea de batalla. Comenzó a sufrir episodios de ansiedad, pero intentó relativizarlos por la sobrecarga del resto de profesionales. «Pensaba en mis compañeras de Urgencias y de la UCI; observé que muchas experimentaron situaciones de ansiedad intensa y temí por su salud mental y por la nuestra, porque trabajar con esta tensión puede acarrear errores insalvables en nuestra profesión».

Las olas fueron sucediéndose y la atención sanitaria continuaba siendo agotadora. «Llegué a fantasear con la idea del abandono, pero con la precariedad y la baja ratio de enfermeras que tenemos, no podemos permitirnos ninguna ausencia más porque la vida de los ciudadanos depende de nosotras», asegura. Dos años después, y a pesar de aplausos en los balcones de aquellos primeros meses, siente que el esfuerzo no ha merecido del todo la pena. «Me siento poco valorada y agotada por los distintos sectores de la sociedad. No somos héroes, pero desde luego nunca hemos formado parte de los villanos».

Ana Palacios | Urgencias del San Pedro

«Superé el umbral de ansiedad y de estrés que pensé que podía llegar a soportar»

A lo largo de sus 18 años de trayectoria como enfermera en el servicio de Urgencias del San Pedro, asegura que nunca vivió una situación igual. «El COVID fue una experiencia dura, muy dura, que me puso al límite y que me llevó a superar el umbral de estrés y ansiedad que pensaba que podía soportar», confiesa. Desde su irrupción tuvo que trabajar sin descanso y esta sobrecarga, unida a a tener que enfrentarse a diario a la muerte de sus pacientes, le hizo replantearse si se encontraba en el lugar correcto. «Experimenté muchos ciclos de ansiedad ante el exceso de incertidumbre. Veía que, a pesar de dar el 300%, los pacientes seguían muriéndose». Pero ahora sabe que el esfuerzo mereció la pena. «La realidad superó la ficción, pero fui más resiliente de lo que esperaba. Di el máximo que pude dar, así que solo por la ayuda que pude prestar sí creo que mereció la pena», concluye.

David Led | Hospitalización de Urología

«Hubo momentos de mucho estrés, nervios e insomnio»

Pasó por tres servicios distintos durante la pandemia (el centro de salud de Calahorra, la Unidad COVID y, desde octubre de 2020, en la planta de Urología del San Pedro) y en todos tuvo que enfrentarse a cambios en los protocolos, a la falta de material y a los miedos que iban surgiendo ante la expansión del COVID. «Los primeros momentos fueron de mucha angustia y tensión», recuerda. Las unidades empezaron a desbordarse y los profesionales tuvieron que asumir nuevas responsabilidades. Y todo ello, unido a las múltiples bajas por enfermedad, impactó en su salud mental. «Hubo momentos de mucho estrés, nervios e insomnio, en los que tuve que recurrir a ansiolíticos para dormir». También pasó días de agobio y frustración, pero tiene claro que su vocación le impide abandonar.

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