El verano marcado por el COVID cierra con una caída histórica de la movilidad en La Rioja
El tránsito de vehículos en la AP-68 ha descendido el 22% y la ocupación del transporte rural se ha desplomado el 40%
El 14 de marzo el país se paralizó. El COVID-19 frenó toda actividad económica y con el confinamiento que vino de la mano ... del decreto del estado de alarma llegó la lógica caída de la movilidad de todos los riojanos. La mayoría se quedó en casa, salvo los considerados esenciales, y cualquier movimiento debía tener su justificación. Nunca antes las calles se habían quedado tan vacías ni las persianas de comercios, bares y restaurantes habían echado el cerrojazo durante tanto tiempo.
Más de tres meses después y tras las sucesivas desescaladas que fueron abriendo en fases el abanico de posibles movimientos: primero, los niños; luego, niños y mayores, deportistas, franjas horarias y finalmente, todos, la movilidad recuperó cierto tono. Las esperanzas estaban depositadas en los meses de verano. Se confió en que en julio y agosto se alcanzasen si no todos, sí la mayor parte de los desplazamientos habituales de los riojanos en pleno estío.
Los datos demuestran que no ha sido así. La Rioja ha cerrado un verano con una caída histórica de la movilidad, como así se desprende de las cifras de viajeros en los transportes interurbano, rural, metropolitano y el de tránsito por la AP-68.
Como mínimo, de acuerdo con los datos facilitados por la Dirección General de Infraestructuras, el descenso ha sido del 22%. Esa ha sido la caída en el número de tránsitos registrados en la AP-68, un descenso suave si se compara con el protagonizado por el transporte rural –une los pueblos con las cabeceras– que, por ejemplo, solo en la primera semana de septiembre ha perdido el 40% de sus viajeros al pasar de los 280 contabilizados durante ese periodo en el 2019 a los 171 que lo han hecho este año.
El desplome en el caso del transporte interurbano ha sido del 25% y del 32% en el metropolitano, donde en los últimos días se aprecia cierta mejora al recortar el descenso al 28,31%.
En el interurbano, el Grupo Jiménez tuvo en la primera semana de septiembre de 2019 6.567 viajeros y en la misma semana del 2020, 4.893. Mientras que el Grupo Riojacar contabilizó en el mismo periodo del año pasado 3.000 pasajeros y éste, 2.379.
En la AP-68, la única vía de peaje que vertebra la comunidad de este a oeste, el descenso ronda el 22%. Así, por ejemplo, la última semana de julio, del 20 al 26, el número de vehículos que transitaron fue de 14.375 el año pasado, frente a los 11.888 de este 2020. En este caso, la mayor caída se ha registrado en la circulación de vehículos ligeros, al pasar de 11.359 a 8.283, mientras que el de pesados se ha mantenido en cifras sin apenas variación.
El descalabro histórico de la movilidad, en palabras del director general de Infraestructuras, Vicente Urquía, es consecuencia de la también también histórica situación de pandemia que ha provocado un desplome del 18,5% del PIB en el segundo trimestre en España.
Recuperación lenta
Aunque los primeros días de septiembre se ha apreciado un aumento en el número de viajeros del metropolitano, preocupa que, por ejemplo, el 7 de septiembre, día de inicio de curso en el que se esperaba si no recuperar sí acercarse a los aforos del año pasado, la cifra de ocupación ha seguido muy por debajo, aunque hay que tener en cuenta que muchas localidades han celebrado esta semana sus fiestas. Y es así a pesar de que La Rioja tiene en servicio el 100% de la flota, sin contar con el búho, que ni siquiera se puso en marcha al decaer el estado de alarma el 21 de junio. Ese día se reactivó el transporte interurbano y el rural y el 7 de septiembre entró en servicio del metropolitano en su horario de invierno.
Los bajos niveles de ocupación, según Urquía, obedecen al miedo, un «miedo entendible pero no hay razones objetivas para no coger el transporte público», señala. Especialmente cuando los autobuses son de 80 plazas y la media actual de pasajeros, salvo en horas punta, es de diez por vehículo, lo que permite con creces mantener la distancia de seguridad. A esto se suman el resto de medidas como la obligación de usar mascarilla y los geles hidroalcohólicos.
A día de hoy los usuarios prefieren usar sus coches para evitar el contacto, una situación que preocupa porque «si esto no se corrige vamos a salir muy mal de la pandemia». A su juicio, va a costar mucho que la gente, independientemente de que no haya COVID, vuelva al transporte público y «si algo tenemos claro es que nos jugamos el futuro del planeta con el cambio climático y ahora tenemos un transporte que contamina lo menos posible».
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