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La portada del libro 'El cuaderno gris'. L.R.

La fatiga del estómago de Josep Pla

Gacetilla de un hombre confinado (VII) ·

El 8 de marzo de 1918 Josep Pla comenzó a escribir el 'El cuaderno gris': «Como hay tanta gripe han tenido que clausurar la Universidad»

Lunes, 23 de marzo 2020, 08:56

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Ayer tuve un estremecimiento de día extraño, como el que acuciaba al estómago de Josep Pla cuando iba navegar. «Una sensación de fatiga, ni de hambre ni de sed, ni de vacío ni de hinchazón. Era una indefinible sensación de cansancio en el estómago». Quizás fue porque el cielo azul de estas tardes cada vez más largas me pareció tan hermoso e inaprensible como el doloroso mar de Pla. Y eso que tenía muchas ganas de sentirlo, porque delante del mar, y a veces del cielo, «uno se queda siempre con un palmo de narices. El mar es impintable, indescriptible, inaferrable, incomprensible y de una indiferencia total». Un poco como lo que nos sucede ahora en la torre de Babel de nuestros apartamentos: todo parece igual desde los balcones y las ventanas de las casas confinadoras, las calles solitarias y agigantadas sin personas a pesar de los furtivos paseos con las mascotas a paso lento, como si cada pisada afirmara la extraña indiferencia de un mínimo racimo de libertad entumecida entre libros, series y horas acumuladas.

El ocho de marzo de 1918 Josep Pla comenzó a escribir el 'El cuaderno gris'. «Como hay tanta gripe, han tenido que clausurar la universidad. Desde entonces, mi hermano y yo vivimos en casa, en Palafruguell». El mundo, al igual que ahora, se encontraba asolado por una terrible pandemia, la furibunda Gripe Española, que segó la vida de más de cuarenta millones de personas y que se adjetivó así porque fueron periódicos españoles los que comenzaron a informar de la enfermedad. Europa estaba sumida en la Primera Guerra Mundial y se aplicó la censura para que no descendiera la moral ni en la población ni en las trincheras. En España, neutral en el conflicto, se ofreció abundante información, y el corresponsal de 'The Times' en Madrid acuñó el término en varias de sus crónicas y con este desdichado nombre pasó a la historia.

En 'El cuaderno gris' de Pla no sucede estrictamente nada más que la pura vida: «Cuando me encuentro solo a veces río o a veces se me cae una lágrima desprovista de toda justificación racional, contraria a todas las exigencias de la razón que defiendo ante la gente». Ayer el cielo se fue desplomando pálidamente morado y al oscurcer «todo se envolvió de un vaho violáceo». Mi estómago no terminó de recomponerse hasta bien entrada la madrugada seca y estupefaciente en la que la ciudad parece la que siempre ha sido y la que volverá a ser.

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