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La portada del libro 'La utilidad de lo inútil'. L.R.

¿Qué demonios es el agua?

Gacetilla de un tipo confinado (1) ·

Desayuno la inquietud de estos días extraños sumido en un abismo que digerimos sin anestesia llenando horas vacías con libros

Martes, 17 de marzo 2020, 08:36

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Desde el viernes por la tarde no he salido de casa nada más que ayer para comprar el pan. No tengo perro y produzco frases a las órdenes de Telémaco. Dos adolescentes confinados conmigo –que a su manera también ladran– y una mujer que trabaja en el Hospital San Pedro y que nos abandona todas las mañanas con las calles aún oscuras pero igual de vacías que el resto de las horas. A su estela desayuno la inquietud de estos días extraños sumidos en una hecatombe que estamos digiriendo sin anestesia. La poesía debía madurarse como el árbol que no apremia a su savia, escribía Rainer María Rilke en sus 'Cartas a un joven poeta'. La realidad, sin embargo, no entiende de lentitudes. Se acumulan las horas y los vacíos. En el libro 'La utilidad de lo inútil', que en realidad es un manifiesto sobre poética, descubrí la anécdota del agua de David Foster Wallace. Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez más viejo que nadaba en dirección contraria; el pez les saludó con la cabeza y les dijo: «Buenos días chicos. ¿Cómo está el agua?». Los dos peces jóvenes siguieron nadando un trecho; por fin uno de ellos miró al otro y le dijo: «¿Qué demonios es el agua?». Foster Wallace sostenía que las realidades más importantes son las más difíciles de explicar. Lo más obvio suele permanecer oculto a nuestras entendederas de modernos urbanitas confiados en el progreso y ahora se nos ha enturbiado el fluido por el que discurría nuestra existencia sin riesgos.

También me aferro a la rutina de las camas y de los cajones desordenados, paseo la mopa y reordeno libros inútiles en unos estantes que ya no acumulan ni una mota de polvo. Tengo empacho de twitter y de tertulias, líquidos elementos de aquellos días en los que no habíamos reparado en cómo estaba el agua y si acaso existía. Por eso ahora me rebelo ante Gautier que decía que todo lo que es útil es feo, como «las letrinas». Lo indispensable es más bello ahora que nunca.

Mi tendera siempre me llama por mi nombre. Ayer no lo hizo pero por primera vez me expresó una inquietud. ¿Qué nos va a pasar? Siempre hemos pensado que con nuestras creencias nos valía para que se sucedieran los días y ahora nos han puesto a prueba, pero poseer la verdad acaba matando a la verdad. Por la noche salí al balcón y le expliqué a mi hijo la parábola de los peces y el agua invisible que estaba ahí. Pasarán estos días y volverán a manar las fuentes.

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