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'Vueltas al tiempo', la autobiografía de Arthur Miller. L.R.

El amor con la diosa del amor

El cielo se vistió ayer de un azul luminoso y leve con algunas pinceladas de nubes gaseosas y solitarias como Arthur Miller y Marilyn Monroe

Domingo, 5 de abril 2020, 11:37

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El cielo ayer se vistió de un azul tierno de primavera, luminoso y leve con algunas pinceladas de nubes gaseosas, tímidas y solitarias como el único hombre al que amó Marilyn Monroe, la mujer más deseada del siglo XX. «Aceptar que la fama no es más que una forma distinta de soledad puede costar mucho tiempo», escribió Artur Miller en 'Vueltas al tiempo', la tremenda autobiografía del autor de 'La muerte de un viajante' o 'Las brujas de Salem' y uno de los personajes más prolijos de aventura de la historia de Estados Unidos, desde el crack de Wall Street hasta la caza de brujas del general McCarthy, en la que fue acusado de comunista por Elia Kazan, amigo suyo y director de 'La ley del silencio' o 'Un tranvía llamado deseo'.

Marylin lo amaba con locura: «Es la única persona a la que puedo querer y en la que puedo confiar». Se conocieron en una fiesta organizada por el hombre que acabó delatándolo y Miller relata cómo era el amor con la diosa del amor: «Nuestro enlace siempre estaba a punto de disolverse, era un emparejamiento equivocado pero por debajo de choque parecía haber una oscura alfombra de mutismo por la que podíamos pasear juntos a nuestro antojo». Tras uno de sus silencios, Miller le dijo a Marylin: «Eres la mujer más triste que he conocido». Ella se sintió halagada: «Nadie me lo ha dicho nunca».

También hizo un poco de viento. Aire escuálido que parecía despeñarse por un arroyuelo miserable y que movía las copas de los árboles con temblores ridículos e impertinentes. Decía Miller que cuando se atascaba y no podía escribir «me levanto y corto leña, trabajo en mi vivero o arranco raíces con el tractor». Cuando no me salen las palabras me pongo a limpiar los baños o a reordenar estanterías llenas de libros. Por eso me encontré el viernes con estas viejas memorias de Artur Miller y me acordé de aquella colección de fotos con Marylin que les hizo Richard Avendon en su estudio en 1957. Él sentado y ella detrás protegiendo dulcemente lo que más necesitaba. Era el encuentro de dos profundas soledades. «Su presencia volvía infieles a los hombres y envidiosas a las mujeres. Sabía que podía caer en una fiesta como una bomba y romper a las parejas satisfechas con una sonrisa. Disfrutaba de ese poder, el poder que un día acabaría con ella».

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