La asamblea del centro cívico quiere ser partícipe de la obra que se ejecute
Quienes han dado vida durante 14 años al edificio de la iglesia reivindican su papel, piden ser tenidos en cuenta, y valoran la actividad desarrollada
Crónica de un derribo anunciado. Desde la asamblea del hoy centro cívico de Madre de Dios, 14 años después de que la asociación vecinal ... se hiciese con la cesión «en precario» de la iglesia, asisten con resignación a los planes municipales en relación al convento habida cuenta de que era una posibilidad que iba cogiendo fuerza según avanzaba su deterioro e iba sumando problemas –e incidentes–.
«Vendría a ser una especie de '¡os lo dijimos!'», resume Chema Fernández desde la asociación, sin olvidar que la gestión y participación en el mismo está abierta a cualquier colectivo o particular que desee implicarse. No en vano, desde un primer momento «planteamos la conservación y utilización de todos esos espacios», apunta, «lo que hubiese sido posible con las obras adecuadas a su debido tiempo».
No hubo tal rehabilitación, ni tras pasar a ser propiedad municipal ni en los mandatos posteriores, y hoy cualquier intento de recuperación se antoja tardío. «A día de hoy, desconocemos la situación técnica del convento, y ante eso no nos pronunciamos; sí que queremos ser partícipes de la obra que se ejecute y, sobre todo, de a qué se va a dedicar tal espacio», sentencia Fernández dando voz a la asamblea.
Hasta la misma llegó una revocación de la cesión 'extraoficialmente', seguida de una convocatoria oficial a una reunión urgente, en la que se explicó la situación por parte del Consistorio capitalino: práctica ruina del convento que conlleva su derribo y, mientras dura este, necesidad de suspender la actividad en la iglesia. Nada de revocación, por tanto, sino propósito de que la cesión se mantenga... aunque en un edificio mejor acondicionado. Y es ahí donde la asamblea, desde donde se ha dado vida desde 2009 al edificio de la iglesia, piden ser tenidos en cuenta y valorar la actividad desarrollada. Y ahí exponen varias consideraciones.
«De entrada, el derribo en sí del convento tendrá implicación en la iglesia, pues tanto la cocina como el baño se ubican en dependencias que serán demolidas –desapareciendo unas conexiones hoy cerradas– y ello, por otra parte, supondrá dotar al edificio que se conservará de sistemas de evacuación y salidas de emergencia».
Y lo que es más importante, «mejorar la iglesia para que cumpla con su función de centro cívico tiene sentido si hay una legitimidad social que avala lo hecho, es decir, porque hay una actividad como la que ha habido hasta la fecha, que ha demostrado su validez y nos interesa como ciudad. Queremos seguir manteniendo ese modelo, que hay que respetarlo más allá del edificio en sí», concluyen.
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