Un nacimiento en el destierro

Eran una pareja joven, pues contaban con 21 y 16 años. Trabajaban en el comercio que regentaban Francisco Mateo-Sagasta y Ángela Díaz-Antoniana, padres de Clemente, en la logroñesa calle Portales. Por otra parte, los Escolar también eran una notable familia de comerciantes, en este caso de Torrecilla, localidad en la que residían Nicolás María Escolar y Manuela Sáenz del Prado.

Después de seis años de absolutismo, el 9 de marzo de 1820 volvió a ponerse en vigor la Constitución de Cádiz. La actividad política liberal del padre de Sagasta se manifestaría pronto. En abril de 1821 ya era miliciano nacional de Logroño, y participaría en varias acciones armadas para sofocar levantamientos absolutistas. Por ejemplo, en abril de 1821 lo haría en la villa alavesa de Salvatierra, y en febrero de 1823 en Aragón. Meses después, tras la entrada de los Cien mil hijos de San Luis en España, bajaría con la milicia logroñesa hasta Cádiz para luchar por la libertad y el mantenimiento del sistema constitucional. Esta última salida llevó a la apertura de una causa judicial contra él por su probado compromiso político. Porque Clemente también se había integrado en 1821 en la sociedad secreta de los Comuneros, fundada por los liberales más exaltados.

La defensa constitucional de Esperanza Escolar no fue menor. Aunque la participación de las mujeres en la res pública estaba totalmente vetada, el 26 de julio de 1822, ochenta y una mujeres, entre las que estaba la madre de Sagasta, dirigieron a Fernando VII un escrito profundamente crítico. En él apoyaron el constitucionalismo ante la actitud pasiva y connivente del monarca con los absolutistas, que habían intentado dar un golpe de Estado unos días antes. El rey estaba implicado en la conspiración, y le llegaron a advertir de que, a pesar de la sangre derramada por sus hijos y maridos para preservar la libertad, aún quedaba la suya. «Constitución o sepultarse en las ruinas de la patria» fue la divisa con la que cerraron el texto, el cual sería reproducido en la prensa de Madrid. En julio de 1823, retornado el absolutismo, se les impondría una multa de diez ducados a cada una, o su encarcelamiento.

Solo tras la muerte de Fernando VII en 1833 regresaría la familia Sagasta-Escolar, ya con tres hijos, a Logroño. En la capital riojana ambos progenitores continuarían con su trayectoria comercial, pero tampoco abandonarían su significativa militancia política.