Ángela Celaya
«Vas allá y ves que no eres el único que ha pasado por algo así y eso es muy positivo porque cuando eres un niño piensas que nadie te va atender», afirma la joven riojana
Ángela Celaya conoce muy bien todos los entresijos del Camp Good Days que se desarrolla en Estados Unidos. Primero acudió a él como campista ... después de que le diagnosticaran un linfoma de Hodgkin y, tras ese primer contacto, lleva ya tres años actuando de monitora. «La primera vez que fui me enamoré de la gente, del sitio y de cómo nos tratan», cuenta la joven riojana. «Así que, en cuanto regreso a España, estoy deseando volver al año siguiente», añade.
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La terapia contra el cáncer con forma de campamento
Celaya se topó con el cáncer en plena pandemia. Se lo diagnosticaron en 2020 y a partir de ahí comenzó el tratamiento. «Como la primera quimio no funcionó, me tuve que pasar a un tratamiento experimental en el que me daban día y noche quimioterapia», recuerda. «Ese me fue bien y luego ya me hicieron un autotrasplante de médula, me dieron inmunoterapia y hace unos tres años me curé», se congratula la riojana.
La joven sabe perfectamente lo que se siente durante ese proceso, por lo que es muy consciente de los beneficios de una iniciativa como este campamento en Estados Unidos. «Es una experiencia única y vuelves viendo la vida y la enfermedad de otra manera», destaca al tiempo que habla de los aspectos positivos de pasar tiempo con jóvenes que han vivido situaciones similares. «Vas allá y ves que no eres el único que ha pasado por algo así y eso es muy positivo porque cuando eres un niño piensas que nadie te va atender», recalca.
Divertido y enriquecedor
Los jóvenes encuentran en Rochester, por lo tanto, comprensión y empatía, además de mucha diversión. Porque, tal y como explica Celaya, uno de los objetivos principales es pasárselo bien. «Es un campamento como cualquier otro; sí está enfocado en chicos y chicas con cáncer, pero la enfermedad no se nombra», recalca. «Además, al ser en Estados Unidos, representa una oportunidad única para conocer otras culturas, otros idiomas y relacionarte con gente de muchos lugares del mundo», enumera la joven monitora.
La riojana incide igualmente en la importancia de aprovechar la oportunidad que ofrece una propuesta de este tipo. «Solo nos invitan a nosotros en todo España y no podemos perder la ocasión de disfrutar de algo que realmente vale la pena», razona. «Si les preguntas a los chavales que han ido, todos te dirán que no lo van a olvidar en su vida», añade.
Por eso, Celaya manda un mensaje tanto a los jóvenes que estén pasando por un cáncer como a sus padres. Es consciente de que embarcarse en un viaje de estas características, tan lejos de España, puede dar algo de vértigo, pero la joven asegura que no hay que tener miedo a formar parte de la expedición riojana. «Estamos muy cuidados, con todo tipo de seguros y de profesionales;no hay mejor lugar para alguien que esté pasando por la enfermedad», opina.
Para ella, el campamento ha supuesto un apoyo muy importante en su lucha contra el cáncer y, por eso, habla de él con tanto cariño. «Yo no quería ir el primer año, pero pronto descubrí que es algo increíble», incide. «Es el ambiente idóneo para cualquier joven que esté en esa situación», remata.
El «broche final» a las reuniones de FARO
María Soto, la psicóloga de FARO que acompaña en el campamento a los riojanos, explica que la actividad sirve como «broche final» a las reuniones que, desde la organización, se fomentan a lo largo del año. «El grupo terapéutico funciona muy bien porque, al ver que otros chavales están viviendo lo mismo que tú y puedes compartirlo con ellos, encuentras un empujoncito para salir adelante», expone.
Junto a ella, se desplazó este año a Rochester Marcos Zarco, quien recomienda, sin dudar, vivir la experiencia del campamento. «Es muy enriquecedora porque los chicos que van hacen amistades nuevas, conviven con gente que ha pasado por lo mismo y encuentran un momento de desconexión dentro de la etapa que están viviendo», enumera el fisioterapeuta.
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