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El Centro de Investigación Biomédica de La Rioja (Cibir) ocupa un edificio acristalado cuya fachada da al Hospital San Pedro. En la calle hay ... un trasiego continuo de pacientes, familiares y ambulancias; pero dentro se respira la paz de los laboratorios. Entre los equipos de investigación, el de Angiogénesis, dirigido por Alfredo Martínez, se ocupa, entre otras cosas, del diseño y desarrollo de vacunas terapéuticas contra el cáncer. Josune García, graduada en Veterinaria y doctora en Medicina y Salud Animal, es una de las investigadoras posdoctorales de la unidad. En vísperas del 11F (Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia) repasa su trayectoria y los retos de su oficio.
– ¿Cómo acaba una veterinaria en un centro de investigación biomédica?
– Hice el grado de Veterinaria y trabajé como veterinaria de campo en diferentes granjas de ovino. Pero me picó la curiosidad y empecé a preguntarme por qué se sufrían ciertas enfermedades. En el País Vasco existe un centro de investigación sobre sanidad animal y solicité una beca. Me cogieron e hice allí la tesis doctoral sobre las enfermedades transmitidas por garrapatas. Yo soy del País Vasco, pero mi marido es riojano, así que al final decidimos establecernos aquí y concurrí a una plaza el Cibir. Nuestro equipo es multidisciplinar: tenemos biólogos, biotecnólogos, biomédicos y también veterinarios. En el Cibir tenemos un animalario y lo que estudiamos en laboratorio intentamos aplicarlo en modelos animales.
– ¿Cuál es la ventaja de juntar en un mismo grupo a personas que vienen de disciplinas diferentes?
– Cada persona aporta sus conocimientos y se llega al resultado final desde diferentes puntos de vista. Si todo el mundo piensa de la misma forma, se pierde una información que puede ser muy enriquecedora.
– Su grupo trabaja en terapias contra el cáncer. ¿El cáncer es una de esas enfermedades que nos iguala a hombres y animales?
– El cáncer nos iguala a todos. Hay cáncer en animales y en seres humanos. Y la investigación realizada en animales sirve para el hombre y viceversa. Es muy interesante investigar en ambos campos.
– ¿El objetivo final sería convertir el cáncer en una enfermedad crónica?
– El futuro al que debemos tender es a una medicina personalizada, en la que tratemos a cada persona por sus componentes individuales y no de forma genérica. Lo ideal sería llegar a erradicar el cáncer, pero eso muy complicado, así que hay que tender a alargar la vida del paciente. Ya se está consiguiendo en muchos casos: en algunos tipos de cáncer se ha pasado de una superviviencia media de menos de un año a una de siete años y con una calidad de vida aceptable.
– Cuando uno empieza a estudiar Veterinaria, ¿se plantea la investigación?
– A mí siempre me ha gustado la sanidad animal. Pero cuando llegas a la universidad descubres que todo lo que investigas en el laboratorio tiene un sustento en el campo. Es una combinación muy bonita.
– ¿Le sirve de algo haber trabajado en una granja?
– Sí, me ha servido. Por lo pronto, aprendes a colaborar con personas con las que no estás acostumbrada a trabajar en un centro de investigación. En esos momentos, había ganaderos o pastores que no pensaban que una mujer pudiera hacer un trabajo eficiente. Primero se llevaban un susto al verte y te preguntaban si no habías ido con ningún compañero. Pero cuando te veían trabajar y veían que éramos flexibles, habilidosas y organizadas, eso empezaba a jugar a nuestro favor.
– El 11F trata de fomentar las vocaciones femeninas en la ciencia. ¿Aún es necesario? ¿Cree que todavía hay niñas que no estudian carreras científicas por presiones familiares o sociales?
– En Europa eso se va superando gracias al trabajo de las generaciones anteriores que se han enfrentado a ese problema. Pero aquí también hay gente que viene de otros países y con la que puede haber más problemas a la hora de que las adolescentes escojan carreras científicas. Hay que luchar por eso. En cualquier caso, a día de hoy, en algunas facultades de Veterinaria ya son mayoría las mujeres.
– Si una o un estudiante se estuviera planteando dedicarse a la investigación, ¿lo desanimaría?
– Yo le animaría a estudiar una carrera científica, aunque le plantearía un cuadro lo más realista posible. Habrá momentos fáciles y complicados, pero la investigación exige pasión, creer en uno mismo, luchar por los objetivos y optimismo. No se puede abandonar al primer obstáculo. Hay que ser trabajador y estudiar continuamente.
– Habla de optimismo. ¿En qué sentido?
– En una carrera científica relacionada con la investigación, a veces tienes momentos de frustración. Puede que hayas invertido mucho tiempo en un experimento y, por lo que sea, no te sale. Esto es ciencia. Hay que aprender a trabajar con esa frustración y también con la humildad y con el orgullo. A veces crees que estás a punto de descubrir algo que va a arreglar el mundo y llega un equipo de investigación más potente y lo obtiene antes. Pero es un mundo muy bonito porque siempre estás conociendo gente nueva, de otros países, con otros puntos de vista...
– ¿La maternidad sigue siendo el gran hándicap para las investigadoras? ¿Todavía se vive una disyuntiva brutal entre ser madre o desarrollar una carrera científica?
– Soy madre de tres hijos. Cuando tuve la oportunidad de entrar en el Cibir estaba embarazada de mi primer hijo. Se lo advertí a mi jefe en la entrevista personal y me dijo: «No hay ningún problema porque en este mundo alguien tiene que traer a los niños». Me he topado más problemas con la sociedad. Para poder ir a hacer una estancia o un congreso, necesitas a una persona que cuide a los hijos. Acudes a la familia. Es necesaria una ayuda externa. Y cuando los niños son pequeños hay más limitaciones porque necesitan más atención y resulta difícil, por ejemplo, plantearse salir un año al extranjero a aprender una técnica. La sociedad debería, en ese sentido, apoyarnos más.
– ¿Es cuestión de dinero o se requiere un cambio de mentalidad?
– Ambas cosas. Hay centros tecnológicos grandes que tienen guarderías. Es una mezcla de recursos económicos y sociales. En La Rioja, que es una comunidad pequeña, está todo cerca y eso facilita las cosas.
– Ahora que lo menciona, ¿qué inconvenientes y qué ventajas tiene hacer investigación en una comunidad pequeña?
– Es una ventaja porque los recursos de investigación biosanitarios caen en nosotros, pero tiene el inconveniente de que competimos con ciudades muy grandes como Madrid, Barcelona o Valencia, con empresas muy potentes que se coordinan entre sí. Obtener fondos públicos de La Rioja es sencillo, pero a nivel estatal y europeo es mucho más complicado porque tenemos menos infraestructura. No obstante, hay muchos investigadores de fuera que vienen a aprender técnicas al Cibir.
– ¿Mejorar la investigación en España es solo un problema de inversión? Hay científicos que también se quejan mucho de la burocracia.
– Una enfermedad como el covid dio pie a que la población conociera lo que hacemos los científicos y nuestra realidad. Es cuestión de que el país crea en los científicos y los mantenga. Hay muchos que se han ido al extranjero porque no son capaces de mantener una línea de investigación por falta de recursos y por cómo está montado el sistema. Eso es cuestión de dinero. ¿Burocracia? También; las convocatorias cada vez piden más documentación. Pero lo fundamental es que el país crea en sus científicos.
– Y que la sociedad asuma que la investigación básica tarda en dar resultados.
– Eso es. Es una carrera de fondo. Desde que se comienza a investigar en el laboratorio hasta que se obtiene un medicamento se tardan muchísimos años. Se necesita tiempo.
– En las redes sociales se ha desatado una corriente anticientífica. ¿Le preocupa? ¿Deben entrar los científicos al trapo?
– No me preocupa. Lo bueno que tiene la ciencia es que los hechos se demuestran con resultados. ¿Que hay un grupo de personas que hace ruido? Pues que lo haga. Pero pediría a la gente, a la sociedad, que se documentara antes de formarse una opinión.
– Cada vez más científicos asumen que la divulgación es parte de su trabajo. ¿Lo siente así?
– Sí, es parte de nuestro trabajo. Y hay programas en la radio o en la tele muy buenos en este sentido. Es necesario y aún debería haber más. La gente debe conocer lo que hacemos en nuestros laboratorios y para qué sirve.
– Estamos todos un poco asombrados y asustados por el desarrollo vertiginoso de la inteligencia artificial. ¿En su campo le ve más ventajas que inconvenientes?
– Sí. A nosotros nos ayuda a analizar resultados de forma rapidísima. Lo que antes nos podía llevar una semana de trabajo, con la IA se puede obtener el mismo resultado en muy poco tiempo. No nos va ayudar a realizar las técnicas de laboratorio, pero sí a obtener los resultados mucho más rápido.
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