Borrar
Un grupo de familiares y de víctimas riojanas del terrorismo se reúne en el monumento en su memoria situado en El Espolón para exigir justicia. :: miguel herreros
Cuando la memoria no  se desarma

Cuando la memoria no se desarma

Las víctimas riojanas de la violencia de ETA desconfían de la entrega de arsenal formalizada por la banda y siguen reclamando justicia y el cumplimiento íntegro de las penas

Pilar Hidalgo

Lunes, 10 de abril 2017, 21:51

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Vitoria vivía sus fiestas patronales en honor de la Virgen Blanca aquel 6 de agosto de 1987 cuando la explosión de un coche-bomba hacía saltar por los aires a los policías nacionales Antonio Ligero Hec y Rafael Mucientes Sanz. Murieron prácticamente en el acto mientras transitaban por el alto de Armentia. Mucientes, vallisoletano de nacimiento, residía en Logroño, donde hoy como hace tres décadas las lágrimas pueblan los ojos su esposa, Nelly Oñate, al hablar del asesinato con el que ETA se cobró la vida de su marido.

Oñate, al igual que otras víctimas y familiares de asesinados riojanos por la sinrazón etarra, muestra su escepticismo acerca del desarme que la banda terrorista escenificó ayer en Bayona (Francia). «Se trata de una comedia, como la que hicieron hace unos años», considera la viuda de Mucientes en alusión al anuncio del cese definitivo de la violencia que la banda realizó en el 2011. Oñate no cree a los asesinos. «Nada de lo que dicen resulta fiable para las víctimas. Sólo quieren dar la nota, quedar bien ante la sociedad y mover ficha para lograr algo políticamente con el fin de favorecerse a ellos mismos», interpreta.

Más que tranquilizarla, la entrega de armas le produce «una indignación tremenda por la imposibilidad de tomar cartas en el asunto». Y es que opina que la sociedad sólo se acuerda de las víctimas «el 11-M y cuando los terroristas abren la boca». «Parece que nuestros maridos han muerto en vano porque no somos relevantes. Reivindicamos que piensen en nosotras porque hemos permanecido muchos años solas», lamenta. Algo que apunta que sólo empezó a cambiar a raíz del atentado que Aznar sufrió «en sus propias carnes» y que dice que, en parte, movió a que la clase política depositara su mirada en ellas.

«Tengo un diploma que dice que soy víctima, pero yo no pedí serlo», reflexiona. A su padre, el teniente coronel de la Guardia Civil Luis Cadarso San Juan le descerrajaron siete tiros, y aún lo remataron con otro cuando se desangraba en el suelo, tras acabar de dejar en su casa de Basauri a su pequeña nieta de dos años.

También la localidad vizcaína celebraba sus fiestas aquel funesto 14 de abril de 1981. Casi cuatro décadas después, el dolor continúa al saber que unos vecinos del mismo edificio en el que residía su madre proporcionaron, a cambio de cinco millones de pesetas, la información necesaria para arrebatarle la vida a Cadarso por ser «vitoriano y español».

Charo sólo tardó un año en empacar sus enseres e instalarse en Calahorra, cerca de Munilla donde vino al mundo. Y por más que pase el tiempo, esta residente en la ciudad bimilenaria sigue reclamando lo mismo: «ni venganza, ni entrega de armas; sólo justicia». Porque expone que aún se acumulan más de 300 asesinatos de los que se desconoce su autoría. «Son muy valientes para matar por la espalda, pero no para entregarse ellos mismos», declara. O en su defecto, pide que presenten el arsenal con restos de la comisión de ataques para que permita esclarecer los casos sin resolver.

Y también que la juventud no olvide el terror que ha azotado a este país durante medio siglo.

Amenazas en papel

Más de tres años antes, Miguel Chávarri Isasi había recibido una amenaza de muerte en papel en la que, mediante letras recortadas de titulares de periódicos y revistas, se reconstruía la frase 'Vas a morir muy pronto'.

El 9 de marzo de 1979 este jefe de la Policía Municipal de Beasain, natural de Cihuri, entró en su despacho de la Casa Consistorial del municipio guipuzcoano minutos después de las 8.45 horas. Se encontraba leyendo la prensa del día cuando a las 9.05 horas, al parecer dos personas se adentraron en su oficina y le dispararon nueve balas a escasa distancia. Miguel cayó abatido sobre la cuarta página de 'La Voz de España'.

Marisol Chávarri rondaba la mayoría de edad cuando ETA le privó de su padre. A ella y a los suyos esa mañana no se les borra del pensamiento y pide que «la sociedad se acuerde también de que existimos y no sólo cuando la otra parte parece que se mueve o en una fecha conmemorativa».

Desde su punto de vista, la entrega de armas formalizada ayer por ETA es «una pantomima». «Me da igual que se desarmen o que se disuelvan. Lo que reclamo es que paguen por los asesinatos que han cometido, que ayuden a resolver los que están aún sin esclarecer y que vuelvan a España los etarras que viven en otros países tranquilamente, no como nosotros, y que cumplan sus penas», insta. Y sólo entonces, cuando se haya hecho «justicia», «si les votan y tienen que entrar en las instituciones, que entren».

Matilde Atarés se dirigía a Soria a pasar las navidades con sus suegros cuando por la radio escuchó la noticia que jamás hubiera deseado oír. Aquel 23 de diciembre de 1985, víspera de Nochebuena, dos etarras, los mismos que lo habían intentado otras cinco veces antes, abatieron a su padre de cuatro tiros y aún lo remataron con otro más cuando paseaba por el parque pamplonés de la Vuelta del Castillo, frente a la casa familiar.

Juan Atarés Peña era un condecorado general de Brigada de la Guardia Civil que se hizo conocido por protagonizar un incidente con el ministro de Defensa y vicepresidente del Gobierno, Manuel Gutiérrez Mellado, en relación a la política antiterrorista del Ejecutivo de la época.

Desde entonces, Matilde no ha dejado pasar un solo día sin exigir «justicia, verdad, dignidad y que los terroristas cumplan las penas 'completicas'. Nada de eso de ir a ver a mi papá... Yo a mi padre voy a verlo al cementerio», apunta.

Para Matilde, la escenificación del desarme que la banda terrorista ha llevado a cabo en la ciudad francesa de Bayona constituye «un circo, del que no nos fiamos nadie». «Parece que entregan las armas para mostrar lo buenos que son, cuando esa entrega la tenían que haber realizado en España y dárselas a la Guardia Civil y a la Policía, que son los que los han derrotado, y no en Francia», afirma. «Queremos que la Historia se escriba limpiamente y sin los falsos teatros de estos asesinos», agrega.

Dado su vínculo con Navarra, le duele el clima que se respira en la Comunidad vecina. Asegura que se «sigue saliendo con miedo en Pamplona y no se habla libremente» de política. Estaba en la capital navarra cuando el pasado marzo se vivió una escena propia de la 'kale borroka' de hace 20 años, con decenas de encapuchados lanzando piedras a los policías, agentes atrincherados tras los contenedores de basura, cajeros en llamas... «El paseo de Sarasate (en pleno Casco Viejo) daba miedo», asevera. En su opinión, la actual presidenta de la Comunidad foral, Uxue Barkos (Geroa Bai), «se ha vendido a los etarras y desde entonces han regresado los problemas». «Me alegro mucho de no vivir allí porque en La Rioja se respira libertad y se puede hablar», sentencia.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios