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Las tres acusadas (izquierda), instantes antes del inicio de la vista de ayer. :: miguel herreros

«Llegaba a casa y se encerraba en el baño a oscuras porque decía que estaba castigada»

Los padres de Casa Cuna relatan ante la juez los cambios de comportamiento que detectaron en sus hijos tras las presuntas agresiones

LUIS J. RUIZ

Lunes, 9 de marzo 2015, 12:49

Imaginemos que la niña se llama Paola. Pues las maneras de Paola cambiaron el curso 2012/2013. «Llegaba a casa y me llamaba asquerosa. A su hermano le decía que le iba a dar una hostia». No tenía tres años y ese fue su último curso en Casa Cuna, la guardería municipal gestionada por la empresa Eulen. Ayer la madre de Paola puso la piel de gallina al público del juicio que se sigue contra la exdirectora, Noelia O.A., y dos cuidadoras, Verónica G.E. y María del Carmen A.F. por un presunto delito de violencia habitual.

Explicó que el comportamiento de Paola cambió y notó cosas extrañas. Nunca le dijo que la encerraran en el baño, pero cuando llegaba a casa «se iba a la oscuridad del pasillo y cuando le decías que qué hacía allí contestaba que estaba castigada, que había sido mala. Salía ronca de la guardería. No era de cantar, era de llorar». En tres ocasiones los padres encontraron a Paola «encerrada en el baño, sentada junto al lavabo y con la luz apagada». «Le llamaba la habitación de María». María es el nombre ficticio de otra de las niñas de Casa Cuna que, según varias trabajadoras, era encerrada con relativa frecuencia.

«El 90 por ciento de los días salía con los papos rojos. Decían que hacía mucho calor. En dos ocasiones tenía restos de sangre en la nariz y nos explicaron que había sido un cabezazo de un niño. Le pregunté a ella y no me dijo nada. Cogió el chupete y empezó a morderlo con ansiedad», explicó la madre de Paola, que ha comenzado ahora a contar lo que vivió en Casa Cuna. Recibe asistencia psicológica. También ahora ha explicado aquella quemadura en la nariz. En la guardería dijeron que se cayó al tatami, que estaba caliente. «Me ha dicho que fue Noelia, que le empujó contra una máquina plastificadora».

No sólo eso. «La señorita de gafas [por Noelia] no es una señorita de verdad porque las señoritas de verdad no pegan»; «Se ponía furiosa, furiosa y furiosa y si no me pasaba el puré, tortazo que me daba»; «Yo me escapaba de la habitación y salía, salía, salía... y si me veía !zas¡ tortazo». «¿Quién hacía eso?», preguntó el fiscal. «Mi hija escenificaba así lo que hacía 'la profesora de gafas'», contestó la madre de Paola, que también recordó que ha pedido, sin éxito, ayuda: «El Ayuntamiento y Paloma Corres no me han hecho caso jamás».

«Nos dijo que la encerraban»

Paola se encerraba en el aseo. María castigaba a sus muñecos en el baño a oscuras. «Le preguntamos que si la encerraban y dijo que sí. Preguntamos a Noelia y nos dijo que no. No quieres asociar el comportamiento de tu hija con la guardería, es una especie de barrera mental», explicó el padre de María.

Otros seis padres testificaron ayer. Dos dijeron que nunca tuvo problemas. Una llevará a su hijo, recién nacido, a Casa Cuna mientras que la otra sacó al suyo «por desconfianza». El resto dibujó un escenario similar al descrito por los padres de María y Paola. La madre de Lara -nombre ficticio como todos los empleados en esta información- explicó que su hija tiene un miedo especial a la oscuridad, pero entiende que es algo habitual (el padre de Álex, otro de los menores, explicó que su hijo tiene miedo de entrar solo al cuarto de baño). Lo que no ve tan normal es que un día su hija cogiera un zueco -como el de las cuidadoras- y le pegara: «Mira, como Carmen», dijo Lara.

La madre de Andrea recibió una llamada de teléfono. Era la Policía. Hasta ese momento no sabía nada. A finales de julio, antes de que acabara el curso, habían sacado a su hija de Casa Cuna. «Salió con el brazo marcado diciendo que tenía pupa. Le pregunté tres veces. Dijo que había sido Verónica. El día siguiente no volvió». Luego se enteró de que ella y su marido también eran diana, presuntamente, de Verónica y Noelia: «No sé si decían que la niña era igual de subnormal que sus padres o los padres igual de subnormales que la niña».

El último de los testimonios fue el del padre de Carlota. Otros padres les avisaron de una reunión con dos de las profesoras en las que les informaron de las agresiones. Su hija era una de las afectadas. Atando cabos recordaron que a principios de julio la menor salió con la cara marcada. Ya habían decidido cambiar de centro. «Era desidia, dejadez. Un día salió con una quemadura en los gemelos y nadie supo darnos una explicación coherente». Ya en el nuevo centro, la menor es feliz. «Le preguntamos que qué tal estaba en el 'cole' nuevo y nos contestó que en la nueva guardería no pegan».

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