El censo de Canillas crece a pares
Llenar de vida La Rioja Vacía ·
Los mellizos del alcalde, Guillermo Martínez, y su esposa, Ana María del Río, van a llenar de alegría las calles de esta pequeña localidad riojalteñaCorren tiempos en que lo que se lleva es abandonar los pueblos para ir a buscarse la vida en las ciudades. Cuando, de repente, ... una población de poco más de 30 habitantes, como es Canillas de Río Tuerto, de buenas a primeras ve incrementados sus habitantes en dos vecinos más, es motivo de celebración.
Los primeros que se alegran, como es natural, son los padres de las criaturas, Ana María del Río y Guillermo Martínez, porque, además, con los mellizos Guillermo y Héctor se estrenan como progenitores. Y es motivo de satisfacción y alegría para el resto de los convecinos, porque perciben un hálito de esperanza porque su pueblo no se va a quedar vacío, al menos durante unos cuantos años más.
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El padre, con el que hablamos mientras acompaña a su esposa y los dos pequeños en su estancia en el Hospital San Pedro, donde ha tenido lugar el feliz alumbramiento, es docente en el Colegio Sagrado Corazón, y además es el alcalde de Canillas. «Tenemos piso en Logroño, pero tanto mi mujer como yo llevamos empadronados en el pueblo desde siempre, llevamos un año viviendo en el pueblo y vamos a seguir viviendo en él», afirma con seguridad.
Es por lo tanto el futuro que les espera a estos nuevos canilleros, ya que sus padres tienen claro que «al menos hasta dentro de dos o tres años, que haya que escolarizarlos y tengamos que cambiar los planes», están dispuestos a residir en la localidad. Por si fuera poco, el padre señala que para los primeros años de los mellizos, «nos facilita mucho las cosas que mi madre vive en Nájera y la madre de mi mujer en Alesanco, con lo que en ambos casos están muy cerca».
Además, siendo los progenitores unas personas a las que «nos gusta mucho la naturaleza», como afirma Guillermo, están convencidos de que los recién nacidos «está claro que van a estar estos primeros años mejor en el pueblo que en una ciudad. Con más salud, tranquilidad, seguridad...», ya que consideran que «la forma de vida y cómo lo tenemos montado en el pueblo creo que es mejor». Es por ello que se muestra ciertamente rotundo cuando afirma que «van a vivir la naturaleza de cerca y mucho mejor que en Logroño».
«Mi mujer y yo estamos empadronados en Canillas desde siempre, y vivimos en el pueblo desde hace un año»
Poco antes de que llegara la orden de confinamiento domiciliario por la pandemia del coronavirus, Ana María y Guillermo «ya estábamos en Canillas y como nos olimos lo que podía pasar, nos quedamos allí». Aseguran haber disfrutado «de una calidad de vida mejor que en las ciudades. Vivimos en una casa con su huertita y su piscinita, y lo hemos llevado de otra manera».
Él, como máxima autoridad del pueblo, «si tenía que salir a la calle, con mi mascarilla, no había problema alguno, porque no había nadie». Tampoco han estado más preocupados de lo normal de cara a sobrellevar los últimos meses del embarazo y el parto en plena situación de pandemia.
«La verdad es que de cara al parto no hemos estado especialmente preocupados. Verás, mi abuela Dolores, que vivía en Azofra, falleció durante el confinamiento por causas que no tenían nada que ver con el coronavirus y tuvimos que bajar al hospital unos días. Estuve yo por allí y me quedé fascinado de cómo estaba todo de tranquilo y vi que no había ningún problema, por lo que no tuvimos ninguna preocupación en ese sentido», relata el padre de las criaturas.
«Horas antes y después del parto mi móvil echaba humo. A todos les ha ilusionado la llegada de estos nuevos vecinos»
Casi diez años
Así las cosas, los mellizos se han convertido en los primeros dos nuevos canillejos empadronados en el municipio desde hace casi diez años. «La última vecina nueva de la localidad es Inés, la hija de unos agricultores del pueblo que estará a punto de cumplir los nueve años. Desde entonces no había nacido nadie en él, entendiendo que desde hace ya unas cuantas décadas los niños ya no nacen en sus casas, como podía ocurrir antes, sino que lo hacen en el hospital o la clínica más cercana», señala Guillermo.
En el pueblo, entre el vecindario no hay otra cosa que alegría. «Horas antes y después del parto he tenido el móvil que echaba humo, además de la familia, los vecinos del pueblo, todo el mundo estaba con ilusión por la llegada de estos dos nuevos vecinos»,. Que iban a ser dos ya lo sabían «desde el tercer mes del embarazo».
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