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No se atisba el fin del bloqueo

No se atisba el fin del bloqueo

Era una pretensión vana la de que en poco más de seis meses la ciudadanía iba a dar un vuelco a sus posiciones en cualquiera de los sentidos imaginables

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Domingo, 10 de noviembre 2019

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Era una pretensión vana la de que en poco más de seis meses la ciudadanía iba a dar un vuelco a sus posiciones en cualquiera de los sentidos imaginables, de forma que lo que fue el 28 de abril un irresoluble rompecabezas pasase a ser una combinación de fuerzas de la que podría extraerse fácilmente una mayoría. La realidad surgida de las urnas ha sido la que ya conocíamos sin que hubiesen acaecido acontecimientos extraordinarios que justificasen un vuelco significativo. Dicho sintéticamente, los electores han decidido que hay dos formaciones predominantes, el PSOE y el PP, y otras tres organizaciones menores que recogen los restos del naufragio de los grandes.

Unidas Podemos, pese a un retroceso significativo, ha conseguido mantener viva la llama de esta formación que aglutina a la vieja izquierda comunista y al populismo progresista; Vox ha tenido la habilidad de aumentar su presencia con adversarios del nacionalismo catalán que han desertado de la insolvencia de Ciudadanos, y la organización naranja, víctima de un líder desorientado que no ha sido capaz de ejercer el arbitraje fuerte que le ofrecía su posición, se ha hundido estrepitosamente en una irrelevancia prácticamente irreversible.

Lo cierto es que estamos prácticamente donde estábamos. Los tres partidos de la derecha no alcanzan la mayoría que pudiera llevar al líder del mayor de ellos, Pablo Casado, a la Presidencia del Gobierno, y las dos formaciones mayores de la izquierda, PSOE y Unidas Podemos necesitarían apoyos externos de sectores nacionalistas para investir a Pedro Sánchez, en el supuesto de que hubiera modo de que estos dos partidos fueran capaces de acordar un pacto de gobernabilidad.

Porque estos seis meses transcurridos, que en teoría debieron haber auspiciado la reflexión de los partidos sobre su obligación de prestar servicio a la nación, han servido para lo contrario: la campaña ha enconado (en la izquierda) las desconfianzas recíprocas; mientras la derecha, que se ha cruzado insultos a mansalva, sí ha sido capaz de firmar un acuerdo enunciado por Vox para ilegalizar partidos separatistas.

El bloqueo continúa por tanto, y ya se enunciaron durante el 'impasse' previo a este 10-N las dos únicas vías razonables para ponerle coto: una primera, sería el pacto PSOE-UP, con apoyo de PNV y ERC altamente improbable porque no parece posible que Pedro Sánchez acepte la presencia de Pablo Iglesias en el Gobierno y los debates preelectorales han refrescado y acentuado las discrepancias entre ambos con relación a Cataluña. La segunda vía de desbloqueo sería el acuerdo entre Pablo Casado y Pedro Sánchez para facilitar el Gobierno al más votado, con el acuerdo de un pacto de Estado sobre cuestiones generales.

En definitiva, la gobernabilidad de este país continúa envuelta en una gran incógnita. La opinión pública no toleraría sin quebrarse unas terceras elecciones. Y quizá no estuviera de más una intervención regia para recordar a los actores políticos que podrían estar deteriorando gravemente el sistema.

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