Esto no es una campaña
Resumen de dos semanas de carrera hacia las urnas bajo el signo de la fragmentación
Jorge Alacid
Viernes, 22 de mayo 2015, 21:39
Las elecciones más raras de los últimos años contienen a su conclusión datos para la extrañeza. Porque durante la carrera hacia las urnas han ocurrido misteriosos sucesos que reclaman una explicación. Por ejemplo, el extraño caso de San Torcuato. ¿Cómo se puede convocar un pleno para constituir la mesa electoral cuando el alcalde está inhabilitado y, en consecuencia, no puede obrar de semejante modo? Así que se supone que presidente y vocales acudirán este domingo al colegio electoral impulsados por una voz interior... Menos extravagante resulta el tradicional movimiento del censo, inflado al parecer en las semanas previas en un puñado de municipios como es costumbre así en La Rioja como en España, con premio especial para Ochánduri: cómo convertir una pocilga en un loft para alojar a los residentes recién aterrizados por el municipio. A cambio, sólo se les pide que luego voten en conciencia.
Y no: tampoco hay rareza alguna en ciertos hábitos muy clásicos en toda campaña riojana que se precie. Por ejemplo, las polémicas agitadas por esa izquierda movilizada esta vez a cuenta de... A cuenta de un cedro. Un triste cedro provocó concentraciones de repulsa según el mecanismo automático tan conocido de oponerse a cualquier cosa que haga el adversario y luego ya veré cómo justifico la protesta. En ese lado del arco ideológico es donde, por cierto, han llovido las noticias con mayor persistencia: por ese flanco pierde fuelle el PSOE a consecuencia de las maniobras de José María de Miguel, que pasa de entregar el carné del partido a pedir directamente el voto para Podemos, donde ahora dicen que se ubica la doctrina de la socialdemocracia. Otros antiguos compañeros socialistas le siguen en ese viaje, empezando por el curioso caso de Fernando Martínez, cuyas apreciaciones en Facebook resumen muy bien lo veleta de estas elecciones. Sus cavilaciones pueden ser compartidas por más de un riojano: tan pronto se decanta por Podemos como anuncia que votará al PR de Legarra, conmovido por su tarea de oposición al Gobierno del PP, lo cual es tanto como decir que no le gusta nada la protagonizada por el PSOE.
En esos movimientos de Nano Martínez se podrá reconocer en efecto gran parte del electorado, convocado a votar bajo la bandera de la fragmentación, aunque puede que estas peculiaridades de la campaña obedezcan a la aparición de extraños fenómenos de orden sobrenatural, enigmas cuya solución tal vez arroje alguna luz sobre qué dirán las urnas este domingo. Surgió de improviso un guión entre las palabras Martínez y Portillo, de modo que el alcalde y alcaldable de Calahorra vio modificados sus apellidos por los medios de comunicación, que en esto la prensa se confiesa muy apegada a la tradición: también obramos del mismo modo con ocasión del aterrizaje de Martínez Aldama (perdón, de Martínez-Aldama) en la política, con los resultados conocidos. El guión como signo de distinción: ahí tenemos motivos de verdad para la reflexión en la jornada sabatina dedicada a tal fin.
Ese matrimonio del mundo Martínez con el universo Portillo sirve para compensar desapariciones igualmente sorprendentes. Por ejemplo, las corbatas que dejaron de adornar el terno de los candidatos del PP. Sin noticias de ellas, lo cual no puede ser una casualidad: debe interpretarse como un guiño al elector, un codazo cómplice para corroborar que los aspirantes se parecen al votante más de lo que éste sospecha. Tal vez por esa misma razón la campaña que se cierra deja otras imágenes para el recuerdo: sí, fue la campaña donde no hubo ni Palacio de Deportes ni Riojafórum para los grandes mítines. Lejanos los días en que líderes, simpatizantes y prensa peregrinaban a otros recintos de mayor aforo, como el polideportivo de Las Gaunas o el Adarraga, llegó la hora del Titín Arena, frontón que ni siquiera algunos afines al PP supieron localizar.
En ese espacio casi íntimo ofrecieron Sanz y Aznar (Jose, no le llames Jesús) el acto central de su partido; y en otro frontón 'low cost' protagonizó Pedro Sánchez el momento cumbre del PSOE, lo cual contribuye a certificar que ya nada es lo que era.
Pero el tamaño, en efecto, no es lo más importante. En esta campaña que no parece una campaña, porque se encadenan no inauguraciones con no visitas a obras o no paseos por ningún sitio, con no candidatos y no simpatizantes, lo trascendente de verdad ocurrió en Santander y de ahí que el elector tienda a mimetizarse con la niña de Soraya, la cría santanderina que fusiló con su mirada a la vicepresidenta cuando le arrebató su lupa. Porque esa lupa es nuestra lupa. La lupa que modifica la interpretación de la realidad puesto que la engrandece, justo lo que necesita el votante, quien agradecerá cualquier mecanismo que le ayude a escapar de lo real, ese ámbito donde la campaña es la misma desde que recordamos, con la rutina de rueda de prensa por la mañana, mitin por la tarde y folclore variado entre medias según el canon mil veces repetido, incluyendo la costumbre de compartir con el líder un rato de relajación durante el día previo a las elecciones, cuando todo el mundo se vuelve humano.
Una jornada de reflexión donde no se puede pedir el voto pero se pide de modo tácito, donde suenan a chiste las advertencias de la Junta Electoral que todo partido sortea como quiere durante esa campaña que parece una no campaña. Como si nuestro mundo no hubiera cambiado desde hace veinte años, como si participáramos en una conspiración para convencernos de que nada relevante ha pasado desde entonces.
Como si estas elecciones fueran de verdad las mismas de siempre.