Compromiso con los mayores

«Nombro herederos absolutos de mis bienes a las viudas y pobres de solemnidad y ancianos de la ciudad de Logroño, para lo cual harán una casa-asilo donde puedan recogerse». Esa frase aparece en el testamento de la riojana Justa Herreros de Tejada y García, gracias a quien arrancó la historia de la Fundación Santa Justa.

Dicho recorrido comenzó en 1913 y hasta el 2010 fueron las Hijas de la Caridad las encargadas de dirigir un servicio que ha tomado forma de residencia de mayores privada sin ánimo lucrativo. «Nuestro principal fin es el que dejó escrito Justa Herreros de Tejada y García, es decir, ayudar a los ancianos de Logroño», expone Sara Alba, directora de Santa Justa.

Para lograrlo, la Fundación cuenta con una casa en Logroño, concretamente en avenida de la Paz, en la que residen actualmente 149 personas mayores, con diferentes necesidades. «Algunas son muy autónomas y otras necesitan muchos más cuidados», apunta Sara Alba, quien recalca que para los responsables de la residencia la rutina juega un papel importante. «Es necesario contar con unos horarios y una organización», reconoce la directora de la residencia. «Pero es cierto que también es bueno saltarse esa rutina de vez en cuando y ahora mismo, por ejemplo, estamos preparando todo el programa de Navidad y, por ello, hemos decorado la casa, hemos puesto el belén y estamos ensayando villancicos», apostilla.

De igual modo, durante la semana se van desarrollando diferentes actividades en las que pueden participar los residentes, bien relacionadas con la actividad física o con sesiones de terapia ocupacional. «También hemos puesto en marcha un club de lectura fácil, una sala de estimulación sensorial o un programa en el que se utiliza la música como terapia, entre otras iniciativas», enumera Alba.

Así, uno de los retos de los responsables de la Fundación Santa Justa es que los mayores sean conscientes de que les quedan muchas cosas por hacer. «No queremos que vengan aquí a ver pasar las horas», incide la directora. «Pueden hacer muchas cosas y pueden disfrutar haciéndolas», añade. «Todas las personas que vienen aquí tienen una historia detrás, pero también en esta casa pueden conformar un proyecto de vida», remata.

Ésa es la mentalidad con la que trabaja un grupo de 80 personas, entre el equipo técnico de la residencia y los voluntarios. «Contamos con médico, enfermeras, auxiliares, psicólogos, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, trabajadora social, TASOC (técnico de animación sociocultural) y otros muchos profesionales», señala Sara Alba. «Y, gracias a los voluntarios, podemos abrir más nuestra cartera de servicios», añade. Todos ellos desarrollan su labor en unas instalaciones organizadas en cuatro alturas con espacios comunes como biblioteca, peluquería o gimnasio, entre otros, y rincones. «Así llamamos a los lugares que destinamos a actividades poco masificadas y a que los mayores puedan, por ejemplo, jugar con sus nietos cuando sus familias vienen a visitarles», relata la directora de la residencia. «Queremos que ésta sea su casa», recalca.

Para alcanzar ese objetivo, Sara Alba considera necesario no perder el tren de la innovación. «Por eso, intentamos reinventarnos continuamente y siempre decimos que llevamos más de 100 años haciendo esto, pero que no siempre lo hemos hecho de la misma manera», cuenta. «Las necesidades de los residentes y de sus familias han cambiado y nosotros nos hemos adaptado, sin perder, eso sí, nunca nuestra esencia y nuestros valores originales», concluye la directora de Santa Justa.