«Me he dado cuenta de que durante mucho tiempo he sido mi mayor enemigo»
Peio Etxeberria disfruta del éxito en el Cuatro y medio tras una trayectoria llena de obstáculos que ha ido superando a base de trabajo y confianza
Bruno Parcero
Martes, 18 de noviembre 2025, 07:31
Peio Etxeberria luce orgulloso su segunda chapela oficial, la primera individual. La victoria en el Cuatro y medio le ha quitado la etiqueta de perdedor ... de finales y, de alguna forma, ha supuesto un alivio para él. «Jugar en paz» ha sido la clave de este éxito que le sitúa a un triunfo en el Manomanista del selecto club de los pelotaris que ostentan la triple corona, un objetivo que no se marca, pero al que tampoco renuncia.
«Estoy muy contento. Lograr esta chapela es algo que todos los pelotaris soñamos y haberla conseguido después de dos derrotas en dos finales previas hace que sepa mejor», apunta después de una noche que, como es pertinente, se alargó más de lo esperado.
La diferencia entre la final del domingo y las otras dos que disputó ante Altuna III y Laso fue la confianza en sí mismo. «Así ha sido. Cuanto más he confiado y creído en mí es cuando lo he conseguido», señaló. «Me he dado cuenta de que durante mucho tiempo he sido mi mayor enemigo y he visto la capacidad que tengo si confío en mí», añadió.
«Los pelotaris somos humanos y tenemos altibajos», se extendió, «pero cuando estoy bien tengo la sensación de que tengo esa capacidad de estar con los mejores y cuando crees eso tienes mucho ganado. Andoni (Gaskue) siempre ha creído mucho más en mí que yo y ahora que veo que puedo estar ahí es algo bueno».
Y confiar en uno mismo no ha sido sencillo porque su camino ha estado lleno de baches que le han hecho caerse para luego levantarse y continuar. «Cuando no confían en ti tienes que confiar el doble en ti mismo. Yo he seguido mi camino que es trabajar. Estoy contento de estar en Aspe y seguro que me llegarán muchos momentos buenos», dijo.
Para Peio, una de las claves de este triunfo «ha sido jugar en paz. En mucho ámbitos del día a día he estado tranquilo y he tenido paz. Y cuando sales al frontón con la cabeza limpia fluye todo».
Con este triunfo ha logrado también dos objetivos: uno, quitarse una mochila pesada de su espalda. «No sé si una mochila, pero eso de a la tercera va la vencida lo habré oído 350.000 veces. Y sí, a la tercera ha sido la vencida. Si llego a perder tres... Me he quitado la etiqueta de perder finales y ya sabemos cómo es el deporte. En cierto modo me he quitado ese peso». Y el otro, «que no te digan que la chapela que tenía la gané por Jose (Zabaleta). No dudo que él me ayudó muchísimo, pero ni él sin mí ni yo sin él».
Ahora, con la chapela del Parejas y la del Cuatro y medio en su palmarés, el Manomanista es su siguiente reto para completar la triple corona. «No me pongo ni el objetivo ni la barrera. Quiero seguir trabajando, disfrutando de la pelota y, si llega, bienvenida será», aunque reconoce que para que eso suceda tiene cosas que mejorar. «Mi golpeo es más de costado, pero vengo trabajando mucho con Jokin, metiendo muchas horas en golpear de abajo y vamos a seguir ese camino de intentar aprender».
Repasando la final del domingo, Peio Etxeberria recuerda que los primeros seis tantos «fueron durísimos. El primero fue agotador, de los que te llena las piernas. Se te pasa por la cabeza si van a volver porque entre la tensión y el agarrotamiento... Luego me recuperé bien y cuando puse yo el ritmo, Javier sufrió».
Efectivamente Zabala sufrió: «No le miré en ningún momento», reconoció. «Quería estar centrado en lo mío, no pensar nada en él porque si piensas en el contrario ya has perdido el partido», dijo el de Cenoz, al que tampoco se le vio celebrar ningún tanto con efusividad. «La alegría iba por dentro. Quería estar centrado y metido porque esas celebraciones efusivas te sacan del partido y no quería dar pie a eso».
El tanto 21
En realidad, para él fue una final perfecta. O casi. «Para mí fue muy bonito todo. Al comienzo, cuando empecé 2-4, veía que Javi me podía atropellar porque es un pelotari que le da muchísimo ritmo y me estaba castigando. Era yo el que corría y no cogía el centro de la cancha. Entonces se te pasan muchas cosas por la cabeza. Luego cogí el centro de la cancha y ahí sí que es verdad que me sentí seguro y me relajé un poco», aunque dice que no se sintió ganador hasta muy al final. «Lo pensé en el 21. Ahí hago una dos paredes que defiendo en un tanto durísimo. Ahí tuve la sensación de que no se me escapaba, aunque no pude cerrar el partido en el siguiente tanto».
A sus 27 años ya tiene la chapela individual que tanto ansiaba. Nunca es tarde. «Yo siempre digo que Irujo, Olaizola II, Irribarria y Altuna III han sido los elegidos. Los demás nos hemos hecho a base de trabajo».
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