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Blanca Fernández Ochoa, durante los Juegos Olímpicos de Invierno en Albertville en 1992.

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Blanca Fernández Ochoa, durante los Juegos Olímpicos de Invierno en Albertville en 1992.

Pionera del deporte femenino español

A Blanca Fernández Ochoa no le gustaba esquiar y desde que murió su hermano Paco fue un poco menos ella

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Miércoles, 4 de septiembre 2019, 14:17

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A toro pasado resulta fácil entrever la tristeza asomada en sus ojos azules. Hasta cuando sonreía, algo que solía hacer con frecuencia, como si se tratara de un tic aprendido, la parte superior de su cara aniñada parecía expresar lo contrario. Seguramente, Blanca Fernández Ochoa, la primera mujer española en conseguir una medalla olímpica en unos Juegos de Invierno, sentía que había nevado mucho desde aquellos tiempos en que cambió la historia del esquí. Como si aquel día épico de gloria blanca y de lágrimas escarchadas en Albertville, Francia, hubiera ocurrido en otra vida o, peor aún, que simplemente no hubiera ocurrido y fuera tan solo fruto de un espejismo a cinco grados bajo cero. Sin embargo, allí sigue congelado en las hemerotecas y en la memoria de muchos.

España se preparaba para dar un cambio radical a su imagen en el mundo con la celebración de la Expo en Sevilla y la organización de los Juegos Olímpicos en Barcelona cuando una deportista de Carabanchel abría boca y daba el campanazo en Albertville, Francia. En febrero de 1992, eslálom abajo firmaba el bronce para su país. No fue del todo una sorpresa. Ya había dado serias muestras de su dominio en el reino de las nieves. Cuatro años antes, cuando estaba a punto de cumplir veinticinco años, parecía destinada a conquistar el oro en el eslalon gigante. Fue en Canadá, en los Juegos Olímpicos de Invierno de Calgary. En la primera manga se había mostrado incontestable con un estilo audaz y arriesgado. Parecía ir derecha a lo más alto del podio. Pero, justo antes de que se cumpliese un minuto de la segunda bajada, perdió el control del esquí interior y cayó. Junto a ella lloró todo el país. Se le había escapado la oportunidad de replicar a su hermano, el legendario Paco Fernández Ochoa, primer medallista de invierno español en Sapporo, dos décadas después de una hazaña que ella, su única hermana, contempló con delirio desde el candor de sus 8 años.

Blanca Fernández Ochoa, escoltada por su hermano Francisco y su marido y entrenador, Daniele Fioretto, muestra orgullosa la medalla de bronce obtenida en la prueba de eslalon gigante en los Juegos Olímpicos de Albertville, en febrero de 1992.
Blanca Fernández Ochoa, escoltada por su hermano Francisco y su marido y entrenador, Daniele Fioretto, muestra orgullosa la medalla de bronce obtenida en la prueba de eslalon gigante en los Juegos Olímpicos de Albertville, en febrero de 1992. EFE

Además de un hermano mayor, Paco era su héroe, su dios. El desgarro que le provocaría su fallecimiento, en 2006, víctima del cáncer, nunca cicatrizó. Rota del dolor, se rapó la cabeza para que todo el mundo se enterara del inmenso dolor que aquella pérdida le había provocado y que ya nada sería igual. Para entonces, la primera hija que tuvo el matrimonio formado por Dolores Ochoa y Francisco Fernández después de cinco hijos varones llevaba ya retirada casi un par de décadas. Prácticamente, desde aquella trabajada victoria en Alberville, a la que llegó tras llevarse de calle cuatro pruebas de la Copa del Mundo y que la coronó como la mejor esquiadora española de todos los tiempos. En los dos primeros años después de colgar los esquís no volvió a ponérselos. Ella, que se había criado en Cercedilla, a los pies del puerto de Navacerrada, le cogió aversión al deporte que tantas gratificaciones le había proporcionado a ella y a su hermano.

Blanca empezó a practicar son solo seis añitos. No lo hizo por gusto, sino por prescripción familiar. A ella no le interesaba. Pero sus padres insistieron. Lo hicieron tanto que enseguida le enviaron a Viella, en los Pirineos, para que se formara. Al igual que otros deportistas de élite, su infancia y buena parte de su juventud transcurrieron entre internados y agotadoras sesiones de entramiento. Una vez tocado el cielo, como le habían encomendado, la campeona emprendía a sus escasos treintaitanos una vida de civil a ciegas en la que alternó viajes de esquí con salidas de empresas, charlas de 'coaching' y un idilio con la televisión que se tradujo en su participación en 'Supervivientes', 'El conquistador del Aconcagua', 'El conquistador del fin del mundo', de EiTB, 'Splash' y 'Famosos al agua'. Todos aquellos programas le devolvieron la fama perdida.

Bandazos profesionales

En 2007 se enroló en la empresa StarDreams, dedicada al asesoramiento a directivos y ejecutivos en la mejora del rendimiento laboral, junto con otros conocidos deportistas como Almudena Cid o Fernando Romay. También regentó una tienda de deporte familiar y hasta una firma dedicada al lavado y limpieza de prendas textiles y de piel. Últimamente parece que se ganaba la vida como entrenadora de electroestimulación.

En lo personal, su vida giraba en torno a sus dos «medallas de oro», como Blanca se refería a Olivia y David, los hijos que tuvo con David Fresneda, propietario de una escuela de buceo en Murcia del que se separó en 2007. Con él se daba una segunda e «inesperada» oportunidad, tras la traumática separación de su entrenador y director técnico del equipo nacional, el italiano Daniele Fioretto, al que estuvo unida durante casi una década.

A sus 56 años, la esquiadora de los ojos tristes que siempre contradecía su mirada ha fallecido en la montaña. Deja un reinado y una sonrisa azul blindados en hielo.

Personal

  • Lugar y fecha de nacimiento. Madrid, 22 de abril de 1963. Estaba separada y era madre de dos hijos, David y Olivia. Su hija, quien denunció su desaparición, es jugadora de rugby.

  • Palmarés. Medalla de bronce en los Juegos Olímpicos en 1992, y vencedora de cuatro Copas del Mundo.

  • Premios. En 1983 y 1988 recibió el Premio Reina Sofía a la mejor deportista nacional y en 1981 el Joaquín Blume (para deportistas menores de 22 años). En diciembre de 1994 le concedieron la Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo.

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