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El Muro, histórico establecimiento de la calle Laurel, cambia de manos aunque realmente las modificaciones serán mínimas y apenas permanecerá cerrado 24 horas. Adolfo Sáenz Burgos, uno de sus fundadores y el hombre que ha dirigido sus destinos en las últimas décadas, lo ha traspasado con mucha pena, «pero escuchando los avisos que me lanzaba mi cuerpo».
El Muro nació a finales de los años 80, cuando otros dos 'muros' estaban de plena actualidad. En Alemania acababa de caer el que dividía Berlín desde después de la Segunda Guerra Mundial y además, Pink Floid había lanzado ya su canción 'The Wall' (El Muro) y aunque aún no se había estrenado la película, la palabra estaba en boca de todos. «Teníamos ya la publicidad hecha», recuerda Adolfo, que explica cómo la sociedad mercantil entonces formada por él, su hermana Milagros y un tercer socio (Juan Manuel Llanos) compraron la lonja vacía que, muchos años antes, había ocupado otro histórico: El Soldado de Tudelilla, que luego se trasladó a San Agustín.
Dos años después de su inauguración, son los dos hermanos los que se quedan con la sociedad y adquieren un local contiguo de 40 metros cuadrados, lo que les permite ampliar su bar y establecer dos zonas, reservando la de abajo como pub. Un concepto inexistente en la calle Laurel de aquellos momentos.
Así vivió El Muro varios años, hasta que la Ley del Tabaco estableció que los locales de más de 100 metros cuadrados (El Muro tenía 200) podían reservar un 33% de su superficie para fumadores. Adolfo Sáenz entendió que eso sólo le podía suponer problemas y decidió separar nuevamente el local en dos bares, para evitarse problemas, y traspasar uno de ellos a Victor Riera (Casa Víctor).
Sin embargo, ahí el propietario de El Muro recibió el primer aviso de su cuerpo en forma de grave enfermedad renal, de la que ya se encuentra plenamente recuperado. Pero hace cuatro meses, sufrió un nuevo susto mucho más leve y casi sin importancia, pero los cinco días hospitalizado reconoce que le sirvieron para pensar y decidir poner fin a esta etapa. «No fue grave, aunque yo creía que sí, y pensé mucho», señala. En diciembre puso el bar en traspaso y a día 1 de marzo, ya habrá una nueva propiedad. «La verdad es que ha sido muy rápido. El buen hacer de todos estos años nos ha hecho tener un nombre y una clientela, y por ello, las cosas han sido mucho más fáciles», reconoce.
Adolfo Sáenz abandona así la que ha sido su casa durante casi 40 años. «Me voy con pena, con mucha pena, pero también con la satisfacción de que «todo seguirá casi igual. Se va a mantener el nombre, se van a mantener los pinchos y lo que más ilusión me hace, es que se va a mantener a la plantilla. Hay que tener en cuenta que gracias a ellos yo estoy ahora en la posición en la que estoy», señala Adolfo.
Los nuevos dueños no son ajenos ni a la hostelería ni a la calle Laurel (a la que Adolfo ha dedicado su vida a través de la Asociación, de la que él mismo es fundador). Noelia, de La Fontana, y José Antonio, de La Esquina de La Laurel, han asumido ya la propiedad, y son los que comandan ya la nueva andadura de un establecimiento que camina ya hacia las cuatro décadas de exitosa vida.
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