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Los monasterios de San Millán de la Cogolla son la indiscutible joya del patrimonio riojano, aquella que cualquiera mencionaría en un listado a vuelapluma. La única considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que conmemora hoy el Día Internacional de los Monumentos y Sitios, que pretende precisamente para poner en valor esa cultura que nos rodea, un legado material que apreciar y cuidar. Pero hay una enorme riqueza más allá de Yuso y Suso en La Rioja, desde pequeñas ermitas a castillos, de palacios señoriales a puentes, de iglesias a guardaviñas. Queda mucho por conocer.
Uno de los catálogos fundamentales para comenzar a explorar nuestra belleza material es el de los Bienes de Interés Cultural (BIC), una figura de protección que aglutina a 241 elementos patrimoniales en toda la región. Algunos de ellos se encuentran en trámites, como la presa de La Retorna, en Brieva, cuya declaración fue solicitada hace un año. Otros permanecen eternamente como incoados pero reciben igualmente la protección, ya que sus procesos quedaron en el limbo legal anterior a 2004, cuando se promulgó la normativa regional. De una manera u otra, estar en ese listado resulta importante desde un punto de vista conservacionista.
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Las primeras referencias se remontan a 1931, cuando el gobierno republicano creó la categoría de Monumentos histórico-artísticos, en la que entraron la catedral de Calahorra, las concatedrales de Logroño y Santo Domingo, los monasterios de Yuso y Suso en San Millán de la Cogolla, la iglesia de Santo Tomás de Haro, el castillo de Clavijo y la ermita de Santa María de la Piscina en San Vicente de la Sonsierra.
Desde entonces, el listado fue creciendo por fases y bajo diferente denominaciones, como en 1949, cuando recibieron la protección todos las fortalezas del país, incluyendo en la región casi treinta castillos y una veintena de murallas y torres. El cementerio civil y memorial La Barranca, en Lardero; la iglesia de San Adrián y Santa Natalia de Autol; el viaducto de San Martín en Ortigosa; y el Camino de Santiago, han sido los últimos elementos en ser declarados BIC.
Se trata, en su conjunto, de un compendio variado de todo nuestro patrimonio, sea en variedad material y artística o geográfica. Por categoría, los edificios religiosos son mayoritarios, con algunos símbolos indiscutibles como las catedrales o monasterios, entre los que se incluyen los de Nájera, Casalarreina, Cañas y Nuestra Señora de Valvanera. Las iglesias, el apartado más numeroso con más de cincuenta referencias, desde la de San Esteban en Tormantos a la de San Gil en Cervera, de la Asunción en Navarrete a la de Santa María en Villavelayo. Muchas de ellas, monumentales referentes incluso en los más pequeños pueblos. Yde más a menos, ermitas como la de San Esteban de Viguera, San Cristóbal en Canales o Santa Fe de Palazuelos en Albelda, muestran la belleza artística más concentrada.
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Pero no solo de legado eclesiástico vive La Rioja. La arquitectura civil tiene grandes exponentes como los palacios de Fuenmayor, núcleo primigenio del riojanismo, o el del Marqués de Casa Torre en Igea, el antiguo hospital de Soto en Cameros, el teatro Bretón de Logroño o la Casa Sopranis de Arnedo. Yla industria del vino también es de interés cultural, con bodegas y calados históricos, sumado a otras construcciones fabriles que ejemplifica la Real Fábrica de Paños de Ezcaray. El puente del priorato de Cihuri, el acueducto de Alcanadre, las murallas de Santo Domingo, la fuente de San Agustín de Haro, el crucero de Arenzana de Abajo, la torre de Foncea, el yacimiento del Monte Cantabria de Logroño... Siempre nos quedará algo que descubrir.
«Tenemos muchos ejemplos de BIC sobre los que existe gran desatención», comenta David Antón, de Rioxa Nostra, asociación dedicada a la defensa del patrimonio riojano. Referencia casos de cierta actualidad como el del puente Mantible en Logroño, las murallas de Santo Domingo, el monasterio de San Prudencio de Monte Laturce, la ermita de Leza y el castillo de Jubera, que invitan a reflexionar además «sobre el desconocimiento que tenemos como ciudadanos de nuestro patrimonio y sus figuras de protección, y es que existen ejemplos de bienes muy bien conservados pero es necesario hacer hincapié en aquellos que están más desatendidos», incidiendo en «las zonas rurales, con mayor riesgo de pérdida». La pedagogía –«en centros educativos, divulgación, guías...»– resulta clave para Rioxa Nostra, basada en que el conocimiento es el pilar de la conservación. Habla, por ejemplo, «de la necesidad de dinamizar el yacimiento de monte Cantabria, también como oportunidad para el turista y el peregrino», subrayando que, en la puesta en valor del patrimonio, «vamos por detrás de las comunidades vecinas».
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