Marga Sánchez | Catedrática de Prehistoria

«Las mujeres no estamos en la historia, en lo que se ha decidido contar»

– ¿Por qué es necesario un estudio de la historia desde una perspectiva de género?

– Porque las mujeres no estamos en la historia. Estamos en el pasado, en lo que ha ocurrido, pero no en lo que se ha decidido contar. No estamos en los libros, no estamos en los museos, no estamos en ninguna parte. Algo se está haciendo mal porque nosotras formamos parte de las sociedades y hemos contribuido. Por eso es necesaria una visión feminista, para que también estemos incluidas en el relato de lo que somos.

– ¿Cuándo surge el patriarcado?

– Surge con la desigualdad a varios niveles. Con la agricultura y la ganadería, hay gente que empieza a producir más, a tener más que otros; es un proceso difícil de revertir porque tratarán de mantener su privilegio y generar un discurso de que la desigualdad es algo natural. Además, la mano de obra es fundamental para la producción y las mujeres empiezan a tener más hijos en esas sociedades sedentarias. Ese control de la natalidad y la reproducción delimita lo que la mujer puede o no hacer, empiezan a moverse algo menos, a conocer menos el entorno... Es un proceso lento que empieza en el neolítico y culmina en la Grecia clásica, cuando algunos autores ya dejan por escrito que la mujer no es un ser completo.

– ¿Las sociedades cazadoras-recolectoras del paleolítico no tenían esas desigualdades?

– Fueron muy igualitarias, aunque empieza a cambiar algo en el paleolítico superior. La mayor parte de la historia de la humanidad, las sociedades han sido igualitarias porque tenían acceso a los mismos recursos.

– ¿Por qué sigue sorprendido cuando se divulga que las mujeres del paleolítico pintaban en abrigos rupestres o que cazaban?

– Porque se rompe con la norma. Hemos construido una sociedad que, por muchos avances que haya, sigue siendo desigual entre hombres y mujeres. Todo vive de estereotipos: las mujeres no habéis contribuido de la misma manera a las sociedades, por lo tanto, debéis tener menos derechos. En el siglo XIX, cuando unos señores de la élite empiezan a hacer arqueología, lo hacen desde una sociedad en la que las mujeres ni siquiera podemos votar. Se construye el relato con que las cuestiones importantes son la caza, la guerra, el conflicto... las ligadas a lo masculino.

– ¿Y qué dejaban a las mujeres?

– Las mujeres quedan a los cuidados, a la domesticidad, que según ese argumento perverso, no tienen importancia social ni valor. Se minusvaloran. La desigualdad está basada en estereotipos. No hay criterio científico, no hay conocimiento detrás de eso de que las mujeres no pintaban, no cazaban, no iban a la guerra o no formaban parte de la innovación tecnológica. Es el vacío. Y cuando tratas de dinamitar eso hay reacciones en contra. Cómo no va a haberlas si estás poniendo en jaque una estructura tan consolidada durante años. El patriarcado se sabe reinventar y tenemos que contrarrestarlo.

– «Las mujeres hemos tenido más conciencia de clase que de género», dice en su libro.

– Los hombres, más allá de tener clases sociales distintas tienen muchas cosas en común, una conciencia de lo que es ser un hombre. Es lo que tiene el poder. Las mujeres hemos tenido más conciencia de clase porque hemos sido socializadas en eso, en muchos países se cambian el apellido por el del marido, pierden su identidad. Hemos defendido más a esos vínculos familiares, sociales, de la convivencia...

– La historiadora Patricia González (Soror, mujeres en Roma) habla de que «las fuentes históricas tienen sesgos, no son inocentes», pese a que siempre se han tenido como verdad revelada.

– La escritura no es inocente, está hecha por una gente para una gente determinada. De unos pocos para unos pocos. El discurso que se ha utilizado para hacer historia es parcial, por eso son tan importantes la arqueología y el estudio de la cultura material, porque te dan las claves para retar lo que dicen los escritos.

– ¿Qué acogida ha tenido su libro o proyectos como Pastwomen, del que forma parte?

– En el ámbito de lo académico, cuando empecé había mucha reticencia, pero ha cambiado mucho en dos décadas. Estoy orgullosa de que académicos me hayan escrito diciendo que les ha encantado el libro, que también ha tenido buena acogida entre el público general. La gente conoce poco de la prehistoria porque apenas se estudia, mucho viene del cine, de documentales... tienen muchos prejuicios y se queda muy sorprendida cuando le enseñas lo que es la verdadera prehistoria y cómo se ha utilizado para definirnos.

– En sus conferencias el público es mayoritariamente femenino, ¿por qué ocurre esto?

– Porque los hombres se creen que esto no les interesa. Todo lo que tiene que ver con las mujeres parece solo para mujeres y no es así. El estudio desde el feminismo sirve para mejorar el conocimiento de las sociedades. El gran problema es que muchos hombres se sienten desvinculados del feminismo, algunos porque entienden que es una lucha de las mujeres, aunque el cambio social es imposible sin ellos, y otros porque lo ven como una amenaza a sus privilegios.