'Una' mujer que es todos y ninguno

Una pareja: Giampaolo Samà y Miriam Odorico están detrás de este trabajo. Él es dramaturgo, actor, docente y fotógrafo de origen italiano asentado en el teatro argentino hace dos décadas. Yella es una de las actrices más sólidas de la escena porteña, recordada por su papel de Memé en 'La omisión de la familia Coleman', de la compañía Timbre 4, una obra tan especial que pasó por el Festival de Logroño en 2009 y repitió a los ocho años a modo de despedida.

Una adaptación personal: en la novela de Pirandello (de 1926), psicológica y obsesiva, un hombre sufre una crisis de identidad por una banal observación sobre su nariz que le hace su mujer mientras se mira en el espejo. A partir de este momento el espejo le devolverá la imagen del otro, del hombre que no es, sino que parece ser: el individuo que no es uno sino cien mil, alguien con tantas personalidades como los demás puedan atribuirle.

Una pregunta tras otra: ¿Quién soy? ¿Quiénes somos? ¿Cómo nos ven los demás? ¿Cómo los veo yo a ellos? ¿Cuántos personajes somos? A partir del texto y la poética del Nobel italiano, Giampaolo Samà expone una duda propia en el intento de sacarse esas cien mil máscaras para ponerse una. «En esta transformación, revolución –dice–, hay un riesgo que se esconde: que en la búsqueda del uno no descubramos ninguno».

Una mujer sola en el escenario: «Una mujer convencional sufre una crisis de identidad y comienza a negarse a seguir siendo como la perciben los demás, lo que la lleva a enfrentar el rechazo y estigmatización de familiares, amigos y de su comunidad. La constatación de un detalle físico de por si insignificante se transforma en un evento único y perturbador para analizar las dudas de la existencia, nuestras creencias, el rol que elegimos interpretar o el que nos impusieron».

Y una conclusión en boca de la actriz Miriam Odorico: «Nos tenemos que conformar pensando que no es más verdadera mi realidad que la de ustedes. Y que duran un instante, la de ustedes y la mía. Que es falso, es todo falso. Porque cada emoción, cada movimiento del alma es distinto. Cada tristeza, cada bronca... es única, irrepetible. Ser árbol, libro, nube, viento... Ser nadie para uno mismo, ese era el camino para ser una para todos».