
Un libro donde quedarse a vivir
El autor retrata el Japón moderno a través de la arquitectura
Luis Ángel Adán León
Sábado, 10 de mayo 2025, 11:45
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Luis Ángel Adán León
Sábado, 10 de mayo 2025, 11:45
En los tiempos que corren, con horrorosa crisis de la vivienda que sufrimos, hablar de casas de verano es casi un insulto. Si encima escribes ... una novela sobre arquitectos que entienden su trabajo como una religión y hablan de integración en el paisaje y de materiales vivos ya parece que te estás cachondeando del personal. Pero son japoneses y esa es otra liga.
Así como ha habido hermosas películas sobre arquitectura y arquitectos –la reciente 'The brutalist' es un buen ejemplo–, me cuesta recordar alguna novela, aunque sea mediocre, sobre el mismo tema. Esta es una buena. Pero hay que reconocer que Japón y arquitectura están muy unidos y si pensamos en arquitectos vivos importantes siempre aparecerá un japonés, aunque sea difícil de recordar su nombre completo.
En esta primera novela de Masashu Matsuie (Tokio, 1958), merecedora del Premio Yomiuri, el autor narra la formación personal y profesional de un joven arquitecto que es aceptado en el exclusivo estudio Murai, fundado por un renombrado diseñador y discípulo de Frank Lloyd Wright, que en la cumbre de su carrera decide centrarse en proyectos pequeños pero enriquecedores.
El joven entra en el estudio para aprender, en la tradición de los gremios medievales, viendo cómo trabajan los que saben y dentro de ese periodo de formación va con todos los miembros del estudio a la casa de campo del maestro en las montañas cercanas a Tokio. Allí aprende de un pueblo lleno de casas de profesionales y artistas que se integraron en ese paisaje. A la vez, se zambulle en el último proyecto del profesor: una biblioteca. A la vez, cómo no, su vida sentimental se complica y traba amistad con los ya ancianos habitantes de aquellas casas en las que pusieron todos sus sueños.
La gran lección que aprende es sobre la arquitectura como algo orgánico y un arte útil; una mezcla de lo práctico con lo sensorial; cómo las verdaderas casas deben ayudar a vivir mejor; cómo el tiempo y los propietarios las hacen seres vivos. Todo contado de una forma contenida integrada en los ritmos naturales del paisaje y con una naturaleza omnipresente e inmisericorde. Casa no nos dan pero nos muestran algo bello.
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