Como un huracán fuerza nueve llegó la cuarta edición de La Rioja Festival desbordando de maravillosa música todo el suelo riojano, desde Sajazarra a Cervera ... de Río Alhama. Esta edición, bajo el lema 'Sinestesias', define su clara vocación de asociar sensaciones sonoras, con sabores, con imágenes, con emociones... siempre con la mejor música en el eje principal, como premisa irrenunciable, y una serie de experiencias culturales, lúdicas, enogastronómicas y artísticas complementarias, que enriquecen la vivencia puramente musical.
El viernes por la tarde arrancaba en Logroño el festival con la presencia, por segunda vez, de la 'La Carroza del Real', un espléndido proyecto divulgativo del Teatro Real, que va girando con gran éxito por múltiples ciudades españolas y que tanto éxito tuvo en Logroño el año pasado. En el original escenario montado en la plaza del Mercado, pudimos disfrutar en esta ocasión de un precioso recital de los más bellos fragmentos de ópera y de zarzuela, con cuatro espléndidos cantantes, acompañados al piano por Samuel Martín, que dio comienzo al programa con el precioso Estudio de concierto nº 3 'Un sospiro' de Franz Liszt ejecutado con enorme brillantez y delicadeza. La soprano Rosa Gomáriz y la mezzo Alejandra Acuña, que estuvieron en la carroza del año pasado, junto con el tenor Eduardo Pomares y el joven barítono Enrique Torres, que debutaban en Logroño, primero fueron cantando sus arias de ópera para pasar a varias combinaciones de dúos y finalizar con dos romanzas de zarzuela.
Rosa Gomáriz hizo cosas hermosas en la superconocida 'O mio babbino caro', terminando con valiosos pianísimos. El tenor Eduardo Pomares lució estilo en 'Una furtiva lagrima' y bravura en 'No puede ser' de La tabernera del puerto. Enrique Torres, con su pedazo de voz baritonal, parecía algo más envarado que sus compañeros, pero defendió con dignidad su aria deI Puritani de Bellini y su romanza de Luisa Fernanda. Los momentos más intensos se vivieron en los diferentes duetos, magníficamente seleccionados, especialmente en el bellísimo dúo de la amistad de Los Pescadores de Perlas de Bizet para los dos cantantes masculinos y en el delicadísimo dúo de las flores de Lakmé de Delibes, tan divulgado en el cine, a cargo de las voces femeninas. Y no puedo evitar destacar las intervenciones de la mezzo Alejandra Acuña, con esa voz tan bellamente timbrada y manejada y esa línea de canto tan elegante: sus interpretaciones del aria de Dalila 'Mon coeur s'ouvre à ta voix' y la célebre habanera de Carmen elevaron el nivel musical de forma sobresaliente. El pianista acompañó eficientemente a los cantantes y el numerosísimo público asistente mostró su satisfacción con intensos aplausos y bravos. ¡Un espléndido concierto!
Y de la efervescencia de la ópera y la zarzuela pasamos, el sábado por la mañana en el Monasterio de San Millán, a la intimidad y la delicadeza más pura, con un selecto programa del barroco francés en torno al amor y la muerte, a cargo del contratenor Carlos Mena y Daniel Zapico a la tiorba. Las oportunas explicaciones que nos iban proporcionando ambos intérpretes antes de cada obra, elevaban el disfrute de una música tan exquisita y conmovedora. El programa se inició con dos figuras monumentales en la música barroca francesa, el poderoso Jean Baptiste Lully y su suegro Michel Lambert, para continuar con sus seguidores, Couperin, Forqueray, Du Buisson o Robert de Visée. Zapico nos enamoró con su precioso instrumento de 14 cuerdas, con un sonido bellísimo y un virtuosismo destacado, con momentos verdaderamente mágicos, y el contratenor Carlos Mena, que es una institución en la música antigua y barroca española, mostró su calidad vocal incontestable y su expresión cristalina acariciando frases y coloreando finales. El frío polar que había en el monasterio, fue contrarrestado con creces por el calor del público, que ovacionó intensamente a los dos intérpretes. Hubo también bailes regionales, vinito y pan preñado para redondear la experiencia. ¡Una inesperada fiesta de la música, una exquisitez!
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