Confesión o psicoanálisis
Solo la puesta en escena, con una silla amarilla de madera sobre un pequeño escenario, se asemejaba a una pieza de arte moderno y conceptual. ... Pero lo que realmente llama la atención de la obra 'Uno, ninguno y cien mil' es la magnífica interpretación de Miriam Odorico, que imprime con su trabajo, cargado de lenguaje corporal y expresión facial, mucho realismo a la función. La historia es un monólogo de un poco más de una hora en la que una mujer realiza una especie de autopsicoanálisis, con esa exageración y fantasía propia del lirismo argentino.
De pronto, no le agrada el peinado de su marido, este empieza a señalarle sus defectos... y así se inicia una descomposición del ser hasta adentrarse en una densa y freudiana parte de la obra algo tediosa. La pieza es un viaje personal en el que la actriz interpela en varias ocasiones al público, por lo que no está sola, no es una divagación, más parece una justificación personal o una confesión. Y la cercanía del espectador, porque de nuevo la representación se localizó dentro del escenario con un aforo muy limitado, propició esa sensación de complicidad actriz y público.
En general, es un interesante ejercicio dramático, aunque al texto le sobre esa aparente profundidad que, en realidad, distrae al receptor, le hace perder el hilo de la historia de manera que solo la actriz salva la obra con su destreza. Tal vez lo más reprobable fuera que el director del montaje saltara al escenario inmediatamente al acabar la representación, sin dejarle el suficiente protagonismo a la actriz.
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