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Una de las piezas del artista Alexander Calder, expuestas en el Centro Botín de Santander. Belén de Benito
Calder íntimo y monumental

Calder íntimo y monumental

El Centro Botín cuenta en 80 obras «todas las historias» del genial 'equilibrista' que cambió el arte moderno | Muestra las obras menos conocidas del «dibujante del espacio» y 'resucita' sus ambiciosos proyectos frustrados

Miguel Lorenci

Santander

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Viernes, 28 de junio 2019, 14:33

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Íntimo y monumental al tiempo. Así es el innovador lenguaje plástico de Alexander Calder (Lawnton, Pensilvania, 1898 - Nueva York, 1976), un genial 'equilibrista' que cambió el curso del arte moderno y las reglas de la escultura. Un alambre retorcido y un pedazo de chapa, nos enseñó, pueden emocionar y conmover tanto como un bronce o un mármol. Algunas de las obras más osadas y menos conocidas de este «dibujante del espacio», inventor del «móvil» y maestro del arte cinético, recalan ahora en el Centro Botín de Santander, que cuenta «todas las historias» de Calder, empezando por las que no pudo o no quiso concluir.

'Calder Stories' se titula la portentosa exposición, que cubre cinco décadas de la revulsiva trayectoria de Calder y rescata muchos de los proyectos que se quedaron a medias y sus colaboraciones con otros creadores. En cartel hasta el 20 de octubre, incluye unas 80 piezas prestadas en su mayoría por la Fundación Calder de Nueva York, que preside Alexander Rower, nieto del artista.

«Cada pieza cuenta una historia, y muchas son sorprendentes e inesperadas», dice Rower. «Calder es intimidad, quiere al espectador cerca de sus obras, y es imposible experimentarla y entenderle a través de internet o de fotos», dice el nieto del escultor ante unas piezas concebidas «intuitivamente». Muchas son maquetas de apenas unos centímetros para proyectos de dimensiones gigantescas.

Renzo Piano, el arquitecto del Centro Botín y premio Pritzker, ha diseñado la muestra comisariada por Hans Ulrich Obrist, director artístico de las Serpentine Galleries de Londres. Explora la obra menos conocida de Calder «para añadir nuevos matices al conocimiento de un artista fundamental del arte del siglo XX». Revela «historias apasionantes y desconocidas» de un influyente e iconoclasta creador que fue a la escultura la que Picasso y Miró a la pintura. Mezcla así los grandes encargos públicos y sus innovadoras propuestas escénicas con sus lúdicas e íntimas piezas móviles y los imponentes 'stabiles'.

Explora sus colaboraciones con arquitectos, coreógrafos y compositores, unas conexiones «poco estudiadas», y proyectos inconclusos como las seis diminutas maquetas creadas en 1939 para un museo de Washington, enormes móviles que habría colocado sobre bases de granito de más de diez metros de altura. O las dos docenas de bronces de acróbatas y funambulistas proyectados en 1944 y que habrían superado los 30 metros. Su «odiado» Frank Lloyd Wright le pidió un móvil de oro para coronar el Guggenheim de Nueva York. Calder, que prefería el bronce, dijo que lo haría, pero que pintaría el oro de negro, así que el proyecto también se frustró.

Innovador

Hijo y nieto de escultores, ingeniero, nómada y apasionado por el circo, Calder innovó «dibujando» figuras tridimensionales en el espacio a base de doblar y retorcer varillas de metal. Su icono es el «mobile», término acuñado por su amigo Marcel Duchamp. Sus abstractos artefactos móviles y suspendidos en el aire -espectaculares los de la exposición- se balancean y equilibran de forma armónica y definen el cinético estilo Calder. Los primeros se accionaban con unos motores que abandonó al desarrollar otros más liviano que reaccionaban a las corrientes de aire, la luz, la humedad o la interacción humana.

Viajero incansable, Calder aceptó encargos de mecenas en India, Líbano o Estados Unidos. Piezas como 'Untitled' o 'Escutcheon', realizadas en 1954 en un estudio improvisado en Beirut, o 'Guava', 'Franji Pani' y 'Red Stalk', creadas durante un viaje la India invitado por Gira Sarabhai, que ofreció al artista la posibilidad de recorrer el país a cambio de sus obras.

«Estos encargos sitúan a Calder como el primer artista internacional y global que recorre el mundo en una época en la que no era lo habitual», destaca el comisario, que comenzó en 1990 a reunir información de los proyectos «no realizados, olvidados, censurados, oprimidos, perdidos, incomprendidos o irrealizables». «Unos caminos no recorridos que conducen a un filón de ideas artísticas», dice. «No podemos preguntar a Calder por ellos, pero pensé que sería interesante aplicar la metodología de lo irrealizado a la historia del arte y esta exposición nos brinda la fascinante oportunidad de hacerlo por primera vez», arguye.

La muestra incluye sorpresas, como el BMW que Calder «decoró» para las 24 horas de Le Mans, o la esculturas de grandes dimensiones a base de planchas de acero atornilladas para el Aeropuerto Kennedy de Nueva York, la sede de la Unesco en París, la Expo de Montreal, los Juegos Olímpicos de México o la ciudad de Chicago. Hay bocetos para varios proyectos escénicos, coreografías abstractas a los que Calder llamó «objetos-ballet», animaciones digitales y audiovisuales de artistas contemporáneos como Agnés Varda o Jack Youngerman. «Ambos eran amigos de mi abuelo, que para conceder esa condición exigía haber cenado con él al menos diez veces», explica risueño su nieto.

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