La posibilidad energética de los sarmientos
La Universidad de Jaén trabaja en una segunda vida para las ramas secas de la vid para generar hidrógeno verde
Cada campaña, los viticultores riojanos podan sus viñas, lo que genera cientos de kilos de sarmientos. Estos son agrupados en gavillas, cuyo principal –y casi único– uso es el de alimentar la 'lumbre' que sirva para asar uno de los platos más icónicos de la gastronomía riojana: las chuletillas asadas. Sin embargo, una reciente publicación desvela un posible segundo uso para los sarmientos.
Inmaculada Romero Pulido, catedrática de Tecnologías del Medio Ambiente en la Universidad de Jaén, escribía recientemente un artículo en The Conversation en el que explicaba la labor de un grupo de investigación al que pertenece y que busca darle una segunda vida a los residuos agrícolas y agroindustriales, y entre ellos, los sarmientos de las vides y también a materias primas de poda de olivo, orujillo, hojas de almazara, tallos de girasol, paja de colza o bagazo de cerveza, según recoge en su artículo.
La catedrática de la universidad jienense parte de la premisa de que «convertir los residuos agrícolas en recursos valiosos contribuye a allanar el camino hacia la bioeconomía circular y se alinea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible contemplados en la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible adoptada por Naciones Unidas en 2015» y «la superficie mundial dedicada al cultivo de la vid fue de 6,7 millones de hectáreas en 2022, y se estima que cada hectárea genera entre 1 y 2 toneladas de sarmientos cada año. Se trata de un residuo agrícola sin una aplicación viable en la actualidad», por lo que de encontrarle utilidad, sería un recurso relativamente barato y abundante en ciertas áreas del planeta.
En principio, los trabajos del grupo de investigación apuntan a la generación, a partir de sarmientos (y otros residuos agrícolas), de hidrógeno verde, entendiendo como tal «al que se consigue a partir de fuentes renovables. Principalmente al obtenido a partir de la electrólisis del agua y con empleo de electricidad de origen renovable, aunque en este proceso se requieren cantidades significativas de energía eléctrica para romper las moléculas de agua y obtener hidrógeno. En cambio, dentro del hidrógeno verde también entra el biohidrógeno, que es aquel que tiene un origen biológico; se obtiene a partir de biomasa mediante un proceso que llevan a cabo microorganismos».
Un artículo desvela las investigaciones en torno a los residuos agrícolas generados por la vid y el olivo
La publicación estima que cada hectárea de viñedo puede originar más de una tonelada de sarmientos
El artículo de The Conversation, escrito por la catedrática Inmaculada Romero, detalla que «el biohidrógeno se puede obtener por vía fotobiológica (empleando luz solar como fuente de energía) o por vía fermentativa (obteniendo la energía de los electrones liberados en la descomposición de la materia orgánica).
En el proceso que utilizamos, obtenemos biohidrógeno por la acción de microorganismos anaerobios en una etapa fermentativa conocida como 'fermentación oscura', ya que se lleva a cabo en ausencia de luz solar. Los microorganismos empleados proceden de lodos de depuradoras de aguas residuales y utilizan azúcares, principalmente glucosa, como sustrato para producir biohidrógeno.
Las biomasas residuales como los sarmientos de vid contienen azúcares en su composición, pero formando parte de estructuras como la celulosa y la hemicelulosa. Para liberar esos azúcares es necesario romper esas estructuras mediante un pretratamiento y una etapa de hidrólisis con enzimas. De esta forma, obtenemos una disolución rica en azúcares que la bacteria Clostridium butyricum consume y transforma en diferentes ácidos grasos volátiles e hidrógeno».
Y la catedrática de la Universidad de Jaén concluye: «El empleo de una biomasa residual como los sarmientos para generar biohidrógeno se postula como una solución en el camino hacia la transición energética. La idea de producir un gas renovable como el biohidrógeno a partir de este residuo agrícola supone una alternativa sostenible a su quema directa en los campos de cultivo, con la consiguiente reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Al utilizar residuos del cultivo de la vid y otros residuos orgánicos para generar biohidrógeno estamos contribuyendo, además, a una gestión sostenible de residuos en un modelo de economía circular al convertir los residuos en recursos», afirma la investigadora.