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Un sapo en un estanque recuperado. Sonia Tercero
Medio ambiente

Un islote de biodiversidad en Tricio

Los necesarios campos de cultivo tienden a homogeneizar paisajes y a arrebatar espacio a la fauna y flora silvestre. Mamen Sáenz de Santamaría ha dedicado su tiempo y sus ahorros a crear un espacio para ellos

César Álvarez

Logroño

Martes, 4 de noviembre 2025, 14:01

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El desarrollo no solo tiene efectos positivos, sino que también deja daños colaterales. Por un lado la urbanización, y por otro, los necesarios campos de cultivo (con frecuencia con agricultura intensiva)han reducido la superficie para espacios 'salvajes' donde la fauna y la flora silvestre puedan desarrollar su vida.

Cada vez son menos los ribazos existentes y con ellos han desaparecido aves y pequeños mamíferos o incluso reptiles que habitaban en ellos; la concentración parcelaria y su conducción de agua con tuberías ha acabado –en la mayoría de los casos– con buena parte de las acequias y estanques naturales donde habitaban anfibios e insectos... ya no existen pequeños humedales.

Diferentes especies arbóreas con su traje otoñal. Sonia Tercero
Mamen Sáenz de Santamaría, apoyada en uno de los árboles que ilustran su terreno biodiverso. Sonia Tercero

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Aunque una persona sola no puede luchar contra esas circunstancias, ni pretende hacerlo, Mamen Sáenz de Santamaría –en Tricio– sí que se ha propuesto habilitar un islote de biodiversidad que permita dar cobijo a esa fauna y flora silvestre, con frecuencia poco valorada, que ya no encuentra muchos espacios para desarrollar su vida ante la irrupción (hace ya algún tiempo) de la agricultura intensiva.

Un proyecto personal

Mamen Sáenz de Santamaría pasó buena parte de su infancia en Tricio, donde todavía tiene casa familiar y es el lugar de origen de su padre. La vida le llevó a fijar su residencia en Zaragoza, donde ejerce la medicina, pero en julio 2019 le surgió la posibilidad de comprar dos fincas y no lo dudó. Después, añadió alguna más alrededor, y ahora se desplaza a La Rioja siempre que puede para cuidar de su 'criatura'.

Ella, militante de diferentes organizaciones ambientalistas, comenzó a cimentar un proyecto personal en el que –junto a su pareja– ha invertido tanto tiempo como dinero en establecer un 'refugio' para la vida silvestre local que palíe, en la medida de lo posible, el deterioro ambiental propio de una sociedad en desarrollo.

Con (exclusivamente) recursos propios, y en su propiedad privada, esta galeno de origen 'caracolero' ha ido plantando diferentes especies propias de la zona, pero que habían desaparecido para dejar sitio a los campos de cultivo, y recuperar algunos ribazos y balsas. «Y al poco empezaron a llegar diferentes animales como aves, insectos, pequeños anfibios...», comenta con satisfacción.

La gente de Tricio ha asistido con admiración al desarrollo del proyecto medioambiental de esta médico que –de forma autodidacta, leyendo mucho y preguntando a quien podía saber– ha ido aprendiendo sobre botánica, fauna, flora... «Mucha gente del pueblo incluso me ha ayudado cuando he necesitado algo. Están encantados. Esto no molesta a nadie», explica, y añade: «Se trata de una iniciativa personal, pero con muchas colaboraciones. Aquí son bienvenidas todas las manos, todos los brazos y todas las ideas» y comenta: «A mí me gusta estudiar. Siempre he leído cosas sobre naturaleza, y ahora estoy centrada en aprender cosas sobre el mundo animal y vegetal».

Ahora, que el verano ya se ha alejado y ha abierto las puertas al otoño camino del invierno, la riqueza cromática sorprende durante el paseo. Madroños, sabinas, coníferas, nogales y encinas o majestuosos chopos conviven intercambiando tonos verdes, amarillos, ocres, pardos e incluso rojizos... todavía se avista alguna mariposa que ha retrasado su retiro, mientras las castañas caen desde los nogales.

En la finca, incluso se ha recuperado un viejo estanque que recibe el agua que le ofrece un antiguo manantial aledaño en el que pronto hicieron su aparición la rana común, algún sapo e incluso pequeños tritones, recuperando así la vida de un espacio que llevaba muchos años muerto.

La observación de este espacio –que supone un deleite para la vista, el olfato e incluso el oído– le ha llevado a su propietaria a descubrir, según relata, «que hay una vida oculta, paralela a la nuestra. Somos demasiado antropocéntricos», señala y confiesa que le gustaría que ese 'islote de biodiversidad' que ella ha propiciado en Tricio «se convierta en un alegato a la vida vegetal y animal».

Satisfacción y orgullo

Ella reconoce que, personalmente, está disfrutando mucho viendo el día a día del crecimiento de ese espacio creado por ella misma. Pequeños logros constituyen un gran motivo de alegría: «Es una satisfacción muy grande ver que se ha podido volver a conseguir agua para alimentar el estanque y también para que puedan crecer todas las plantas y los árboles. También es muy gratificante descubrir que los árboles van creciendo y que hay nidos nuevos en sus ramas o que en los cauces de los pequeños ríos o en las balsas habitan anfibios», enumera con una inevitable muestra de orgullo personal.

No hace demasiado ha adquirido nuevas fincas al otro lado del camino que conduce a su finca y allí, en el ribazo que ha mantenido ya habitan perdices, codornices y algunos pequeños animales que encuentran el resguardo que antes les faltaba, en campos de monocultivo que han acabado con la diversidad tanto paisajística como de flora y fauna.

Además, en esos nuevos espacios ya hay una incipiente plantación de encinas, fresnos, álamos y pinos que, en unos años, propiciarán nuevos espacios y atraerán a nuevas criaturas.

Contra nadiey a favor de todos

Aunque Mamen Sáenz de Santamaría reconoce que ha sido la agricultura intensiva la que ha acabado con la mayoría de la biodiversidad existente en Tricio, en La Rioja y en casi todo el país, también admite –e insiste especialmente en ello– que ésta es necesaria, por eso, su proyecto está destinado a que cohabiten pacíficamente tanto ese tipo de agricultura, imprescindible para la alimentación de la sociedad con espacios como el creado por ella y que anima a que se desarrollen también en otros escenarios de la región que estén sufriendo el mismo deterioro paisajístico y ambiental. También reconoce la necesidad de las concentraciones parcelarias porque son buena para los agricultores «y ellos, sin duda, son la base del mundo rural», pero pide que se han con respeto a la diversidad medio ambiental y se reserven algunas zonas en las que no se imponga el cultivo sino que se mantengan como refugios de la biodiversidad existente y de la que, de alguna forma, se benefician también los agricultores (porque, por ejemplo, los insectos son los que polinizan las plantas de sus cultivos.

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