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El chollo de las autopistas

MARTÍN TORRES GAVIRIA | MIEMBRO DE EUROPEAN FINANCIAL PLANNING ASSOCIATION ESPAÑA

Sábado, 14 de enero 2017, 21:20

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En 1865, después de la guerra de Secesión (Norte/Sur) de EEUU, y para evitar una nueva revuelta del Sur, Abraham Lincoln decidió que había que repoblar el vasto territorio del Oeste. Desde el río Missouri hasta la costa del Pacífico en California había 1.200 millones de kilómetros cuadrados sin explotar. Era una buena ocasión para ofrecer a los confederados una nueva vida y la búsqueda de oportunidades. El encargado de la misión fue el general Ulises Grant, que con una considerable visión de futuro decidió que la forma más rápida de poblar aquel desolado territorio sería por medio del ferrocarril. El general tenía la idea, pero no el dinero. La cuestión era ¿cómo financiar la construcción de miles de kilómetros de vías sin coste para el Gobierno?

Esa fue la pregunta que se hizo el Gobierno de España cuando proyecto las primeras autopistas, ¿cómo construyo autopistas sin gastar de los Presupuestos? Y la solución parecía fácil: construye la autopista una empresa privada, se le cede la explotación unos cuantos años para que recupere la inversión y obtenga beneficios -concesión administrativa- y luego pasa al Estado, que la liberalizará para que la disfruten todos los ciudadanos. ¿Así de fácil y limpio? Pues no. Seguimos pagando peajes y ahora nos viene el chollo de las autopistas. Tenemos ocho autopistas en quiebra de cuyas deudas el Estado, todos nosotros, tiene que hacerse cargo (3.500- 5.000 millones): R-2, R-3, R-4, R-5, M-12, AP-41, AP-36 y AP-7 (no está la AP-68). Y la pregunta es ¿por qué? Y la respuesta es: por la cláusula RPA. Me explico. Cuando el Estado le da a una sociedad concesionaria la explotación de una autopista lo hace por el método de concesión pública que lleva incorporada la cláusula de Responsabilidad Patrimonial de la Administración (RPA) por la que el Estado se compromete a asumir la infraestructura, en este caso la autopista, en caso de quiebra y abonar a las empresas concesionarias el importe de la inversión que aún no han recuperado. Yo que usted lo leería de nuevo, es para alucinar. Sigo, ¿por qué están en quiebra? Según ellos, por dos motivos. Los sobrecostes en la expropiación forzosa de terrenos; hasta veinte veces superior a lo previsto (convendría saber el nombre de los propietarios de esos terrenos). Y el desplome del tráfico comparado con las previsiones que a todas luces inflaron. Pero me interesa explicarles cómo funciona el tinglado. Un ejemplo. Accesos de Madrid, S.A. es la empresa que se adjudicó la concesión de las radiales R-3 y R-5 que ahora está en concurso de acreedores y el Estado le tiene que cubrir las pérdidas. Pero, ¿quiénes son sus accionistas? Ni más ni menos que Abertis, Sacyr Vallehermoso y FCC. Es decir, empresas de infraestructuras que fueron las encargadas de la construcción de las radiales obteniendo pingües beneficios empresariales. Y para cerrar el negocio, ellas mismas constituyen una sociedad (Accesos de Madrid, S.A.) encargada de la explotación de la autopista, que si va bien todo es beneficio y si va mal, el Estado paga. Ganan siempre, al construirlas y en la concesión. Esto es socializar las pérdidas y privatizar las ganancias. Lo que todos quisiéramos: inversión con beneficios, pero sin riesgo. ¡Unos linces! Ellos y los políticos.

La idea de Ulises Grant fue genial. Conectó por ferrocarril el Este con el Oeste sin coste para el Estado. Simplemente les ofrecía a las compañías de ferrocarril los terrenos a ambos lados de las vías que construyeran. Así les concedió 70 millones de hectáreas que les sirvieron para financiarse vendiendo las tierras a los colonos. Pero se olvidaron de algo muy importante, esas tierras ya tenían dueños: los sioux.

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