Manejo del ganado extensivo en la sierra

La existencia del ganado extensivo en la sierra como actividad económica es posible porque puede aprovechar al máximo el alimento que produce la naturaleza en forma de pasto, y que debe comer en libertad vigilada la mayor parte de año, lo que permite a la economía ganadera serrana poder mantenerse, al alcanzar un nivel de rentabilidad superior al del ovino de valle.

En la sierra, en la montaña, el ganadero lo es y permanece en ella porque quiere a su tierra porque la ganadería es su vida, porque está orgulloso de su tradición familiar de siglos, porque le gusta su ganado doméstico y en la misma medida ama al medio en que vive. Lo lleva en la sangre y se siente orgulloso de contribuir directamente a la preservación de los pueblos que crearon sus antepasados y que hoy conocemos. El ganadero es un elemento imprescindible en el medio natural serrano del que se empapa y al que conoce como nadie pero, y a veces muchos lo olvidan, para estar, permanecer y soportar todos los inconvenientes debe obtener rentabilidad en su trabajo. No va a la sierra de fin de semana, vive todo el año en ella.

A grandes rasgos, tras pasar el invierno en las instalaciones de las granjas, a partir de abril-mayo y según los años, los animales comienzan su marcha paulatina de varios kilómetros hacia los pastos de altura donde pasan el verano hasta que llega el otoño. En otoño realizan nuevamente el camino inverso, buscando pastos más bajos y temperaturas menos extremas, descendiendo hacia las cercanías de los pueblos hasta llegar al invierno cuando se estabulan los animales total o parcialmente, y reciben alimentación en pesebre. Así sucede con las ovejas que, tras comenzar a parir en marzo, subirán tras la esquila hasta los pastos de altura en verano, o bien ya destetadas, tras venderse sus corderos de leche o con los corderos que se alimentarán de la leche de sus madres y de la hierba y que se venderán en julio o agosto.