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El porqué del 'Brexit'

Miguel García-Valdecasas. Profesor del departamento de filosofía, Universidad de Navarra

Domingo, 26 de junio 2016, 13:14

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El referéndum que ha decidido la salida del Reino Unido de la UE ha supuesto un terremoto político y económico a escala mundial. El coste en términos económicos para el Reino Unido y para el resto de sus socios de la UE es incalculable. Por el momento, no se conoce el destino y la ruta del viaje que los ciudadanos británicos van a emprender sin la UE: el actual primer Ministro, David Cameron, ha anunciado ya que abandona su cargo, los partidarios del 'Brexit', que han centrado su discurso en desprestigiar las instituciones europeas, no han contado a los ciudadanos cómo se negociará con Bruselas la salida de la UE, y sus líderes, Boris Johnson y Nigel Farage, carecen, a juicio de muchos ciudadanos, del liderazgo o el crédito imprescindible para guiar a un país en un momento crítico como el que se avecina. Así pues, una de las sociedades democráticas más antiguas de Europa ha dado un salto hacia lo desconocido.

¿Qué ha provocado que los votantes ingleses hayan decidido marcharse? Las razones aparentes están a la vista. La campaña a favor de la permanencia ha hecho un discurso derrotista: se decía que la salida de la UE sería una catástrofe política y económica que haría retroceder varias décadas al país, que no se la podía permitir. No les faltaba razón, pero esto no ha intimidado al votante del Brexit, que con toda probabilidad había decidido su voto hace algunos años. Las verdaderas razones la victoria del 'Brexit' son profundas y ramificadas. La primera y más importante es el descrédito de la clase política y económica. Un discurso basado en el temor a la opción contraria no atrae a muchos votantes. Si las consecuencias de irse son tan malas, pensarían algunos, ¿por qué se ha convocado este referéndum? Además, el instinto británico de protección de su propia soberanía, el recelo de la autocracia europea, la inmigración, y las desiguales consecuencias de la crisis han jugado un papel.

Aunque muchos británicos han criticado duramente la decisión de su país, otros han celebrado sin estrépito este resultado. Y es que el Reino Unido está profundamente dividido internamente, y el ajustado resultado (52% contra 48%) lo pone de manifiesto. Por una parte, la parte menos industrializada y más rural del país se ha vengado de la city londinense, es decir, del corazón financiero de Inglaterra, que ha aumentado su poder a medida que aumentaban sus ganancias durante los años de crisis. Muchos ciudadanos han reaccionado contra el establishment, del que la city es una parte importante, tanto o más que los partidos políticos, los cuales, salvo el populista UKIP han apoyado mayoritariamente la permanencia en la UE. Muchos se han rebelado también contra ellos. Y como sucede en otras partes de Europa y también en España, el populismo ha logrado un importante avance. Por último, Escocia e Irlanda del Norte han votado contra Inglaterra y a favor de la UE.

Sin conocer estas divisiones, es difícil entender cómo una democracia madura como la del Reino Unido se ha autoinfligido semejante herida. De todo esto, sin embargo, conviene sacar dos consecuencias. La primera es que la globalización y sus promesas de bienestar universal no han funcionado para muchos, que la ven hostilmente. La segunda, que la UE no ha logrado hasta la fecha ganarse la voluntad y el corazón de sus ciudadanos. Parece evidente que está profundamente necesitada de reformas para que la gente pueda ver su sentido. El euro, la zona Schengen, el libre comercio en todo el espacio europeo, han creado una enorme riqueza, sí, pero la política no es solamente el arte de administrar y crear riqueza. Hay que saber ganarse la voluntad de la gente, y hay que demostrar que se está a su servicio.

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