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ESPLÉNDIDA ORQUESTA

EDUARDO AÍSA CRÍTICO MUSICAL

Domingo, 5 de febrero 2017, 00:04

Nos visitaba por primera vez una famosa y más que centenaria orquesta británica (la 'Scottish' para los amigos) y bien es sabido que Gran Bretaña es una tierra donde se hace música a conciencia y el nivel medio de sus grupos orquestales raya la excelencia. Y así fue también esta vez, pues los escoceses demostraron poseer una paleta sonora de muchísimos quilates, con una cuerda portentosa en sonido, intensidad y empaste, una madera excepcional, sutil y elegante en todas sus intervenciones solistas o en grupo, metales imponentes pero no agresivos -¡vaya trompas!- y una percusión exquisita.

Sin embargo, a pesar de esta materia prima tan fenomenal, transcurrió toda la primera parte en una línea de gran corrección pero carente de vida y de espíritu. La lectura del 'Preludio a la siesta de un fauno' fue pulcra pero bastante pegada al suelo. Eché en falta algo de la magia y fantasía que deberían aparecer entre sus notas, ese aire sugerente y opulento que caracteriza el impresionismo musical de Debussy.

Respecto a las 'Noches en los jardines de España', pasó algo parecido, con un bellísimo sonido, pero palpablemente fuera de estilo, sin el 'duende' que requiere la música de Falla -especialmente el Amor Brujo y las Noches-, ese 'deje' que le da sentido y gracia a muchas frases, que tan bien saben hacer los músicos españoles y que les resulta casi imposible a los foráneos. Hay que reconocer el esfuerzo de la orquesta en dar con el color y la españolidad de la obra, y muy especialmente la entrega de la pianista argentina Ingrid Fliter.

En la segunda parte todo se transformó en pura excelencia, con una versión brillantísima de la cuarta sinfonía de Tchaikovsky, que, ya desde el imponente ataque inicial de las trompas, auguraba una velada inolvidable. El descomunal primer movimiento mostró una impresionante riqueza de los múltiples planos sonoros, en un verdadero alarde virtuosístico de todos y cada uno de los intérpretes de la orquesta, consiguiendo una maravillosa música en tres dimensiones que cortaba el aliento. Seguía luego la delicadeza y melancolía del Andantino in modo canzona y el deslumbrante Pizzicato ostinato del Scherzo, para rematar de modo absolutamente glorioso el explosivo Allegro con fuoco final. Sólo por oír esta segunda parte merecería la pena viajar a donde sea.

El director Peter Oundjian, que seguramente fue el responsable de la planitud comentada de la primera parte, se resarció con creces en la sinfonía de Tchaikovsky, dejando una impresión excelente. Remató el programa con dos vistosas y animadas propinas que el público aclamó adecuadamente. Una de las mejores orquestas que han pasado por Riojafórum, creo yo.

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