«En el corazón de un inmigrante laten grandes deseos de justicia»
El párroco de San Ignacio de Loyola es el nuevo director de la Comisión Episcopal de Migraciones
N. JIMÉNEZ
Lunes, 8 de junio 2009, 10:51
Restan unos minutos para que el reloj marque las diez. Acaba de llegar de Frankfort; está cansado, pero José Luis Pinilla recibe a la periodista en su parroquia con una amplia sonrisa. En agosto su recién estrenado cargo en Madrid le exigirá todo su tiempo.
- Se le empañan los ojos...
- Estoy feliz, pero con sentimientos ambivalentes. Tristeza por dejar Logroño y alegría, porque voy a continuar sirviendo a los inmigrantes.
- Inmigrantes a los que ha dedicado su vida.
- Tengo miedo a que el despacho me ahogue. No quisiera dejar de escuchar nunca el latido del corazón de un inmigrante.
- ¿Y a qué suena ese corazón?
- A deseos de justicia.
- ¿Cómo nos ven ellos a nosotros?
- Como un país de acogida. Les cuesta adaptarse al ritmo de España; les cuesta hacerse a la dureza en nuestras expresiones.
- ¿Y nosotros? ¿Nos hemos acostumbrado a ellos?
- La inmigración nos ha pillado descolocados, sin estructuras para la acogida. En una década han llegado cinco millones de inmigrantes. Yo soy partidario de la llegada regularizada y legal siempre que no haya intereses económicos.
- ¿Ha tenido la sociedad una visión del inmigrante demasiado economicista?
- Para muchos un inmigrante sirve en función del trabajo que hace. En su día hubo quienes buscaban en la inmigración trabajadores pero se dieron cuenta de que realmente venían personas.
- Personas que le habrán conmocionado con sus historias...
- Me impacta el sentido de familia que tienen y disfruto con su religiosidad popular, con su folklore. Cuando celebran ni siquiera miran al reloj. Me impactan los ojos de los niños; las preguntas que hacen y el maltrato que en ocasiones sufren de manera injusta.
- ¿Quizá porque los tratamos como adultos?
- La nueva ley de extranjería tiene que tener cuidado con este asunto. Los niños antes que inmigrantes son menores y debe primar el derecho del niño.
-Se marcha con las manos llenas.
- Llenas de nombres: Samuel, Kabukala, Nelson. . He querido trabajar con la gente normal; ser la voz del inmigrante de la calle.
- ¿Y volverán las calles de Logroño a verle por aquí?
- Volveré, pero no quisiera interferir en el trabajo de quienes me releven. Me encantaría pasear por estas calles que tanta vida guardan en cada uno de sus rincones.