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García Márquez y Juan Rulfo, en una imagen de archivo.
García Márquez y la vocación de jugar con la ficción y la realidad

García Márquez y la vocación de jugar con la ficción y la realidad

Álvaro Soto

Jueves, 29 de junio 2017, 21:38

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El mejor periodismo se lee como una novela de ficción y la mejor ficción explica la realidad tan bien como el periodismo de más calidad. Por las dos orillas, prensa y ficción, transitó Gabriel García Márquez, saltando de una a otra con naturalidad o, a veces, dejando un pie en cada una. «La función de los medios es recuperar la verdad en este caos de mentiras en el que vivimos», dejó dicho el gran Gabo, y tres colombianos como él recordaron ayer al maestro, trufando sus palabras con anécdotas personales sobre el hombre al que tantos deben su vocación por las letras.

«Al principio, Gabo era flexible en materia de veracidad. Pero después cedió el paso a una persona obsesionada por el rigor y la ética», contó Jaime Abello, de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano.

El crítico literario Ariel Castillo, experto en la obra de García Márquez, esbozó la provocadora tesis de que «los escritores y su modo de trabajar tienen una gran afinidad con la posverdad». «Pero la diferencia está en la ética», desveló. Así, calificó Cien años de soledad como un libro lleno de «rigor» en el que «existe un marco que permite hacer creíbles los sucesos que ocurren». «Inventarse el personaje de José Arcadio Segundo es una manera de impactar al lector para que tome conciencia porque la preocupación de Gabo es salvar del olvido las desgracias el país a través de una novelación rigurosa».

La primera vida periodística de Gabriel García Márquez, vivida bajo la censura, se conforma en sustentos memorables. Vestido con una camisa de flores se acercaba a la redacción de El Espectador, donde sus atildados compañeros presumían de sus mejores trajes. Llegaba siempre tarde, y tanto hartó a sus jefes que le acabaron regalando un despertador. Eran los primeros años 50 y ya bullía el alma del fabulador verdadero que llegó a ganar el premio Nobel de Literatura. María Jimena Duzán, que trabajó con Gabo, recordó que en una ocasión El Espectador le envió al departamento de Chocó, donde, supuestamente, había protestas por la falta de agua corriente. «Allí llegó y no vio ninguna protesta, quizá lo que le habían contado no era verdad. Pero él, de todas formas, publicó una crónica diciendo que había manifestaciones. Y a partir de ese momento empezó a haberlas. Le pidieron explicaciones, pero efectivamente, la nota que había publicado correspondía con exactitud a lo que había ocurrido tras la publicación de su pieza», asevera Duzán. Un ejemplo de profecía autocumplida y de cómo, en manos de Gabo, la realidad y la ficción no siempre eran materias distinguibles.

Dos décadas después de aquel suceso, y ya editadas algunas de sus grandes novelas, Gabo le dio otra oportunidad al periodismo fundando la revista Alternativas. «Se transformó en una persona totalmente rigurosa y en un gran analista político», narra Duzán. «Fue su mejor época: se marchó a China, a Angola, y envió crónicas que se leían con pasión y que nos abrieron Colombia al mundo. Fue demoledor», recuerda la periodista. Aquella revista tenía un lema que resume el pensamiento de García Márquez: «Atreverse a pensar es empezar a luchar».

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