Y lo que te rondaré
Es evidente que los humanos nos hemos especializado a lo largo de la historia en varia facetas. Una de ellas es la alimenticia, entre las ... que sobresalen unas buenas patatas con chorizo por fiestas o por san Quiero y unas sabrosas migas de pastor en invierno. Otra y, sin duda, una de las que más nos ha caracterizado hasta el día de hoy es nuestra portentosa habilidad para liarla parda, ignoro si para darle una alegría al cuerpo o para demostrar que una parte muy significativa de la personalidad del ser humano es la de demostrar frecuentemente que es imbécil.
Y qué cosa, oiga. Así como se atisba que eso de la distribución justa de la riqueza -justificada, al menos, desde el siglo XX antes de Cristo y del emperador Augusto- se aleja cada vez más, lo de la insensatez se asienta cada vez más a gustito entre nosotros. No obstante, esta circunstancia no debe desmoralizarnos porque estudios sesudos afirman que gran parte de las personas se sienten felices dentro del enorme parque de atracciones en que hemos convertido el progreso. Bueno, esto de que hemos convertido no constituye una expresión exacta; sería más justo han convertido; una mayoría de nosotros nos hemos limitado a comportarnos como dóciles burros de carga o, por si la expresión anterior le parece a usted ofensiva, como disciplinados obreros o proletarios, desde hace años instalados en el mítico estado de bienestar. En definitiva, hemos sido colaboracionistas, al menos yo y quienes nos están intentando torear con la realidad del cachondeo de las investiduras.
Porque esta es otra. A poco que hayan pensado ustedes, habrán caído en la cuenta de que quienes han manejado el mundo -y continúan zarandeándolo- desde siempre han sido cuatro nada más, entre ellos los que mandaron al precipicio a millones de personas en las llamadas guerras mundiales. El resto de grupos sociales, incluidos los políticos, son comparsas que aplauden las muy serias y celebradas chirigotas de los poderosos. De vez en cuando nos entretienen los medios de comunicación -yo formo parte de ellos- con ejemplos señeros provenientes de decisiones tomadas para con determinados personajes denominados históricos. Me refiero concretamente a aquella decisión tomada por el señor protocolo de 1975 para dar sepultura a Franco en el Valle de los Caídos. Recuerdo haber comentado por entonces con amigos que esa decisión traería cola unos añitos después. Opinaba yo, ciudadano crédulo, que lo más acertado por corresponder con el acendrado cristianismo del gran militar y político y por parecer menos complicado sería su enterramiento en el panteón familiar, pero que si quieres arroz. Eligieron la opción más complicada, muy militar: enterrarlo nada menos que en el polvorín de la basílica de Cuelgamuros, tan republicana. Gracias a ello, hoy los españoles seguimos gozando de vez en cuando de unos espléndidos fuegos artificiales. Y lo que te rondaré, Francisco (Franco Bahamonde).
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