La pandemia nos trajo un escenario de ciudades vacías, sin la vida y el bullicio de las tiendas. Y esto que nos pareció tan desolador ... puede que haya venido para quedarse, porque la triste realidad es que los comercios están desapareciendo de nuestras vidas.
Empezaron primero los municipios más pequeños, esos que a duras penas mantenían un modesto ultramarinos. Cuando los dueños se fueron jubilando, nadie cogió el testigo. Y lo mismo pasó con carnicerías, panaderías y sucursales bancarias. Los pueblos, al tiempo que se quedaban sin vecinos, se quedaron también sin tiendas.
Después fue el turno de las ciudades medianas, esas que antes se llamaban cabeceras de comarca. Muchas sufrieron el latigazo de la despoblación, sobre todo entre la gente joven, atraída por las capitales. Y con ello se multiplicaron los cierres. Pero la cosa no quedó ahí, puesto que esta realidad acabó llegando a las capitales de provincia. Hoy, resulta doloroso pasear por muchas de ellas, incluyendo Logroño, viendo cómo el recorrido se va llenando de escaparates vacíos y de carteles de «Se vende» o «Se alquila».
¿Qué está pasando? ¿Por qué se cierran las tiendas? No es solo por la despoblación. Se podría hablar también de la competencia de los centros comerciales o del comercio electrónico. Y, por supuesto, del covid y las restricciones. Pero la crisis tiene raíces más profundas. La tecnología nos ha vuelto más comodones y menos propensos a echarnos a la calle. Ir de tiendas era algo sociable, casi lúdico, más allá de la necesidad de comprar algo en concreto. Esa era la esencia del consumismo. Pero hoy es infinitamente más cómodo comprar desde el móvil que 'perder el tiempo' recorriendo tiendas. Esto es lo que dicen, por ejemplo, las nuevas generaciones.
Además, hemos priorizado las gangas y los precios bajos antes que el comercio local de toda la vida, que difícilmente puede competir frente a los grandes. Y si a esta pérdida de clientela le sumamos que los alquileres son cada vez más caros y que los costes se han ido elevando (sobre todo los de personal), resulta cada vez más difícil que los comercios tradicionales logren una mínima rentabilidad.
Era necesario que las condiciones laborales de quienes trabajan en el comercio mejoraran. Y aun así, resulta cada vez más difícil encontrar personal, porque el sacrificio de los horarios comerciales es un freno importante y más, de nuevo, entre los más jóvenes. Pero tendremos que hacer un esfuerzo colectivo si queremos salvar las tiendas, haciendo que los costes cada vez más altos que tienen que asumir encuentren algún alivio que les permita continuar. Las administraciones deberían potenciar las ayudas, porque el comercio contribuye a luchar contra la despoblación, genera empleo y riqueza y aporta un urbanismo más amable. Y cada uno de nosotros, en nuestras decisiones de compra, deberíamos también ser solidarios y pensar en cómo podemos contribuir a que nuestros pueblos y ciudades sigan palpitando con la vida que les dan las tiendas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión