Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana; y no estoy seguro de lo primero», dicen que dijo Albert Einstein. Y cada día ... aparecen noticias que confirman el viaje infinito de la estupidez humana.
Vox, ese partido mitad monje mitad soldado cuyos planteamientos sirven al menos para recordarnos la modernidad de los habitantes de Atapuerca, ha propuesto que se utilice el suelo público de la ciudad de Burgos para construir un toro de 300 metros de alto, el triple que la altura de la catedral. El nuevo becerro de oro no será ni becerro ni de oro, sino una enorme estructura metálica que pretende hacer temblar a la Torre Eiffel francesa convirtiéndose en el símbolo de la España devota de Frascuelo, que el poeta cantó con desencanto. Será un santuario taurino al que todos tendremos que ir a peregrinar al grito de «Más muros y menos moros», un eslogan que ellos han patentado con su ingenio inagotable capaz de transformar las aportaciones en deportaciones. Y una vez completada la institucionalización de las corridas de toros en nuestro país, iniciada en época de Fernando VII, y eliminada la funesta manía de pensar con el lema «Menos libros y más toros» habremos llegado al éxtasis del patriotismo de sangre y arena frente al actual de sangría y arena, de playa.
Parece que en la ultraderecha son capaces de desafiarse incluso a sí mismos e ir contra su propia fe al superar las dimensiones de una catedral, el edificio que debería estar más cerca de Dios. Además de mentir, inventan la inexistente verdad de las grandes mentiras ya se trate de la inmigración, la violencia de género o la economía, incluida la propia.
La Academia Española de Tauromaquia ha reivindicado el toro de España como un potencial símbolo nacional. Ya suena extraño que algo relacionado con los toros pueda resultar académico pero que, además, se considere un símbolo dice mucho de la altura de los «nacionales». A cambio, se espera que el proyecto actúe como motor económico, atrayendo turismo, generando empleo y revitalizando el comercio local. Es decir, que para vender morcilla de Burgos se necesita un toro de 300 metros de altura. A algunos les cuesta mucho tener dos ideas seguidas porque cuando tienen una esta debe ser más elevada que la catedral burgalesa, lo que no quiere decir que sea ni más sólida ni más armónica. Y ahora se inventan una especie de 'caballo de Toroya' donde esconderse bajo una figura transparente y translúcida.
Esta «torontería» más grande que una catedral no solo es disparatada, también es un poco hortera y, además, ni siquiera protege de la lluvia. A lo mejor deberían instalarla en el desierto, allí hay suficiente arena para ese toro gigante que no necesita mucho pasto, tan solo mucha pasta.
El poeta y dramaturgo Friedrich Schiller aseguraba que contra la estupidez incluso los propios dioses luchan en vano. Como no somos dioses, al menos sigamos luchando contra la vanidad, aunque sea en vano.
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