Pisado de la Uva en el Sagasta. Justo Rodríguez

Sagasta, refugio y búnker

El tercer año consecutivo de celebración del Pisado de la Uva en el instituto por la amenaza de lluvia cercena su carácter popular y ciudadano

Víctor Soto

Logroño

Domingo, 21 de septiembre 2025, 13:22

A las 12.00 estaba programada la llegada al patio del instituto Sagasta de la comitiva procedente de la concatedral de La Redonda. A las ... 12.20 más de la mitad de los asientos del recinto se encontraban vacíos. Solo los alcaldes de numerosas localidades y los invitados VIP esperaban pacientemente.

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Como en una canción de Sabina o en una película de Berlanga, tras la imagen de la Virgen aparecían la Banda de Música de Logroño, los caballeros de Valvanera, el Grupo de Danzas de Logroño, el presidente, el alcalde, consejeros, concejales, diputados nacionales, parlamentarios regionales, responsables militares, policiales, educativos... Y el patio se llenaba. En el atrio gemelo, con una gran pantalla, un buen grupo de logroñeses y visitantes observaba en la frialdad del plasma lo que ocurría.

Por tercer año consecutivo, el Sagasta se convertía en el refugio, pero lamentablemente también en búnker de un acto al que el aislamiento por el riesgo de lluvia cercenaba las pocas gotas de fervor popular, de conexión con la ciudadanía que el siempre rígido protocolo permite. La Virgen de Valvanera, desde el centro del escenario, contemplaba las caras que podía encontrar en cualquier acto institucional de calado de los que se celebran anualmente en la comunidad.

El Pisado de la Uva no es un acto milenario, nació en un contexto y unas circunstancias muy concretas. Y así sigue, recordando que las raíces firmes agarran. Pero tal vez habría que pensar en roturar y abonar la tierra para que siga germinando, porque la cúpula acristalada de la más que centenaria institución encapsula un extracto de la sociedad logroñesa y riojana que no es reflejo de lo que se ve y vive en la calle, a solo unos metros de allí. Y si llueve, que el que quiera verlo se lleve un paraguas al Espolón.

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Sin ese fervor de los creyentes, curiosidad de los visitantes o tradición familiar que hacían del acto paso ineludible hacia el prometedor vermú o punto de reunión para el recuerdo (qué logroñés no guarda en casa fotos comidas por el sol de esos 21 de septiembres vividos), el pisado es menos pisado.

Y eso que en esencia continúa inalterable. Se llenó el tinanco con uvas de toda La Rioja que fueron pisadas por los nietos de los hermanos Urdiales, se ofreció el mosto a la Virgen, se escucharon jotas, se bailaron danzas del folklore tradicional y se escuchó el discurso institucional de Gonzalo Capellán. Una vez más, Logroño cumplió con la tradición. A ver si el año que viene el cielo respeta para que todo, de verdad, vuelva a ser como siempre.

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