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Crónica del mozo travieso que acabó en un monumento
Durante sus primeros catorce años de vida, entre 1889 y 1903, Diario LA RIOJA convivió con Práxedes Mateo-Sagasta, de cuyas visitas a su región natal dio cuenta pormenorizada. Cuando se tuvo noticia de su fallecimiento, el periódico convirtió su portada en un obituario con un grabado y su nombre a seis columnas: «D. PráxedesM. Sagasta»
E
l 4 de enero de 1903, lunes, tuvo que ser un día de locos en la redacción de Diario LA RIOJA. El propio periodista –anónimo– ... que redactaba la noticia principal lo dejaba caer al comienzo de su artículo: «La avanzada edad del señor Sagasta, su vida agitadísima, aquellos sesenta años de continua lucha (...), todo eso que constituye la vida del gobernante mina al fin la naturaleza más robusta, y había hecho en la del señor Sagasta tales estragos, que todos temíamos algo muy breve y muy funesto. No creíamos, sin embargo, que el final desmoronamiento se desarrollase con la rapidez de que nos ha dado cuenta el telégrafo, obligándonos a dar en el mismo número la noticia de la enfermedad y el fallecimiento. Así ha sucedido y preciso es acatar los designios de lo Alto».
Lo Alto convirtió aquel ejemplar de Diario LA RIOJA en uno de los más raros que se conservan en la hemeroteca del periódico. En efecto, en el número del 5 de enero de 1903, martes, aparecen juntas y en orden cronológicamente inverso la noticia de su fallecimiento y la de su enfermedad. Arranca con un «¡Sagasta ha muerto!», continúa con un obituario muy pormenorizado y finaliza extrañamente con una mención a la gravedad de sus dolencias: «Los médicos no ocultan que el estado del señor Sagasta es muy grave (...), dando lugar a temores de un próximo y funesto desenlace». Da la impresión de que al redactor le atropelló la actualidad con la hora de cierre encima y no encontró mejor solución que anteponer la muerte al relato de la enfermedad. Así los lectores, una vez asumido su fallecimiento, se enteraron de que a las nueve de la mañana su estado era muy grave, aunque uno de sus médicos, el doctor Huertas, aún mantenía viva alguna esperanza: «Confía dicho doctor en la constitución física del señor Sagasta, que le ha hecho triunfar en trances apurados». Su muerte, sin embargo, llegó a las seis y veinte minutos de la tarde, «después de sufrir uno de los ataques que le acometían».
La noticia causó gran revuelo en La Rioja. En Laguardia –afirmaba días después el corresponsal–, los ciudadanos lamentaron la muerte de su «querido paisano» y confesaron que al principio creían que se trataba de una «broma macabra de mal género porque la prensa nada había dicho» hasta que por correo les llegó el Diario LA RIOJA con «información extensa y detallada» sobre el óbito.
video.En el día de su fallecimiento, el periódico recordaba algunas escenas de niñez de Práxedes Sagasta, hijo de Clemente, «hombre de ideas avanzadas» que regentaba una tienda de confitería y cerería en la calle Portales de Logroño. Estudió en las escuelas de don Vicente Delgado y luego aprendió gramática y latín con don Gabino Moreno. El cronista aprovechó para recordar la «brevísima carrera de cazador» del niño Práxedes, alumno brillante al que su padre, como premio por sus estudios, le regaló una escopeta. «Para estrenarla –relataba–, se dirigió a las riberas del Iregua acompañado de otros muchachos compañeros suyos, don Antonio Castroviejo, don Paco Díez y otro cuyo nombre sentimos no recordar». Llegaron hasta Puente Madre, vieron unas palomas en una era y dispararon. «No cuentan las crónicas si hubo o no víctimas, pero lo que sí ha llegado hasta nosotros es que salieron de aquellas inmediaciones dos labradores armados con sendos garrotes y demostrando intenciones nada suaves. Nuestros estudiantes no cesaron de correr hasta Logroño y es fama que aquel saludable ejercicio los limpió de las aficiones cinegéticas».
Aquella anécdota le servía al redactor para recordar que el señor Sagasta «fue en sus mocedades bastante travieso, ocurriéndole percances a veces graves»: llegó a romperse el brazo derecho «jugando a la pelota en el Carmen». El periódico refería que Práxedes había dejado Logroño en 1842, a los diecisiete años, para estudiar primero en un colegio preparatorio y luego en la Escuela de Ingenieros de Caminos. «Entonces se separó algo de Logroño el señor Sagasta», exponía el periodista, que daba a entender que las relaciones con «los progresistas de aquí» no siempre fueron buenas. Para el periódico, el momento de inflexión fue el hundimiento del puente de piedra. «El señor Sagasta improvisó un puente de madera que salvó la cosecha de vino, que por entonces alcanzaba muy buenos precios, y en seguida hizo el puente de hierro y la calle Sagasta, no sabemos cómo, pero sin tropezar en ninguna de esas dilaciones de nuestra administración (...)Roto el hielo, por una y otra parte hubo un pugilato de generosidad».
El periódico confiaba en que, a la hora del final, los logroñeses supieran separar «las ideas políticas y los cariños» y reclamaba que, «en torno al cadáver del hijo predilecto» hubiera «algo más que una corona y una comisión». Por desgracia, no todos los pésames llegaron a tiempo. Días después, el Diario LA RIOJA recogía la peripecia frustrada de la comisión fúnebre de Torrecilla, pueblo natal de Sagasta. El 6 de enero, reunido el Ayuntamiento en sesión extraordinaria, había decidido «que concurriera al entierro y funerales una comisión del mismo en representación del pueblo». La comisión estaba encabezada por el alcalde accidental de la villa camerana, don Nicolás Soldevilla. Salió en la mañana del 7 de julio, pero no llegó muy lejos: «Tuvo que volver a Torrecilla sin cumplir su triste cometido, por haberse enterado en Logroño de que ya no llegaba a tiempo para el objeto, si bien telegrafió a Madrid para que se comprase una corona».
Visitas a Logroño
Después de su marcha a Madrid –y aunque con frecuencia escogió Ávila como retiro veraniego y espiritual–, Sagasta regresó a Logroño en varias ocasiones. Una fue muy sonada, al menos según las páginas de este periódico. Contaba Diario LA RIOJA con apenas dos años y medio de vida cuando don Práxedes retornó por unos días al lugar en que vivió su juventud. En octubre de 1891, el político torrecillano fue agasajado en Logroño. Le rindieron homenaje en el Casino y le prepararon una curiosa «fiesta íntima» en La Fraternidad, con la presencia de «autoridades, comisiones de los demás centros de recreo y gran número de invitados». Hasta poesías le escribieron en las páginas del periódico. En una de ellas, firmada en la portada del diario por Benito E. Alcalde, los ditirambos iban in crescendo hasta alcanzar una triunfal apoteosis:
«Por eso, yo que en ti veoa un logroñés convencido,que no ha de dar la olvidoa esta culta población,al justo aplauso de todos,uno yo el mío entusiastay exclamó: ¡Viva Sagasta!con todo mi corazón»
Aunque el periodista que cubrió la intervención de don Práxedes en los salones de La Fraternidad no quiso extractar su discurso «para no hacerle perder todo su mérito», sí reflejó la emoción que, según dijo, le producía «pisar los sitios en los que jugara durante su niñez, oyendo el sonido de las mismas campanas y las voces de sus queridos amigos». También subrayó el cronista el final de su discurso, con recado político incluido:«Una recomendación hizo que deben recogerla, sobre todo, los liberales logroñeses; que cada uno tenga sus ideas políticas y las defienda con el tesón y entusiasmo propios de esta tierra, pero cuando se trate algo que se refiera a este pueblo se olviden todas las diferencias y no haya en Logroño más que logroñeses».
Unos meses antes de aquella visita, el 20 de enero, este periódico –cuya sede estaba situada precisamente en la calle Sagasta– daba noticia de la inauguración de la estatua levantada en su nombre frente al instituto de enseñanza. El acto tuvo lugar el 18 de enero de 1891, aunque el tiempo invernal no invitaba al esparcimiento callejero:«Sobre espesa alfombra de nieve, en medio de una atmósfera heladora, precedido de maceros y clarineros, salió el Ayuntamiento de su casa a las once de la mañana, encaminándose a la tribuna levantada enfrente de la estatua del señor Sagasta». El alcalde, Rodríguez Paterna, tiró del cordón, sonó el Himno de Riego, estallaron «infinidad de cohetes», «volaron hacia la estatua adornadas palomas» y el público prorrumpió en gritos de entusiasmo «al contemplar la enérgica figura de su distinguido paisano».
video.Primer centenario
La devoción del Diario LA RIOJA por el prohombre torrecillano quedó clara desde el principio. En un contexto políticamente muy efervescente –la polarización no es un invento actual–, los redactores hacían continuos esfuerzos por superar las desavenencias partidistas para reconocer la altura política de Sagasta y, sobre todo, su contribución al desarrollo de La Rioja y, muy en especial, al de Logroño. Su muerte en 1903 no supuso el olvido. En la víspera del primer centenario de su nacimiento, el lunes 20 de julio de 1925, el periódico lanzó un número extraordinario dedicado íntegramente a la figura de Sagasta. Bajo la fecha, en el lugar en el que habitualmente se colocaban los precios de suscripción, figuraba en letras gruesas la palabra 'gratitud' con su definición: «Es el sentimiento por el cual nos consideramos obligados a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacérsenos y a corresponder a él de alguna manera». Ese número monográfico y extraordinario, que se vendió a diez céntimos, se componía de ocho páginas llenas de elogios, con las columnas apretadas de texto, pero con un despliegue fotográfico inusal para aquella época. Más de diez retratos de Sagasta en las diferentes etapas de su vida e imágenes de las grandes obras que, de una manera u otra, llevan su nombre: el Puente de Hierro, el Puente de Piedra, el Instituto, los cuarteles de Infantería y Artillería... El ejemplar recoge la partida de bautismo de Sagasta (Práxedes Mateo Mariano) y el redactor entrevista a su antiguo ayuda de cámara, Javier Marauri, que en 1925 era un «viejecito fuerte y ágil», conserje jubilado del Senado. «A mí me recomendó a don Práxedes el marqués del Romeral. Yo soy también de La Rioja», decía Marauri. Y continuaba: «Era un hombre bueno, sencillo, afable, de ningunas ambiciones, de carácter económico, un hombre honrado que jamás quiso aceptar ningún negocio, que murió pobre». También aquel número llevaba una poesía laudatoria, en este caso firmada por Luis Barrón, y un recuerdo agradecido firmado por 'La Redacción': «Sagasta se había impuesto diariamente una pregunta: ¿qué podré hacer hoy por Logroño? Casi todos los días en mayor o menor medida, Sagasta se contestaba dando satisfacción a su anhelo y a una de nuestras necesidades o intereses o lujos». Como remate, Salvador Aragón, escritor y miembro local del partido liberal, recordaba sus buenas relaciones con los adversarios políticos, incluso con el Marqués de San Nicolás, alcalde de la capital riojana y «conservador acérrimo», y sentenciaba: «Con Sagasta, los agíbilibus políticos conocieron los años de las vacas flacas y Logroño, los años de las vacas gordas».
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