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Antes y después. Mari Mar Jiménez, Ángel González y Samael, en su casa de Préjano en 2014 y 2020. Sonia Tercero
Los convencidos desertores del asfalto

Los convencidos desertores del asfalto

Diario LA RIOJA vuelve a visitar a tres de las familias que hace una década cambiaron la ciudad por el campo

Luis J. Ruiz

Logroño

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Domingo, 19 de enero 2020, 13:33

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Para llegar hasta Préjano desde Logroño se requiere un poco de paciencia. Ni la carretera es mala (mejorable en su tramo final) ni el tráfico es excesivo. Después de serpentear por sus estrechas calles, pasada la iglesia de San Martín, se llega hasta el Lavadero de la Canal. Casi enfrente, en la última casa del pueblo, viven Ángel González, Mari Mar Jiménez y su hijo Samael. Hace seis años ya salieron en estas páginas. Lo hicieron junto a Alexander Yunquera (Préjano), Amado García y Sandra Carnero (Lumbreras), Iñaki Gutiérrez y Cruz Pérez Revuelta (Clavijo) y Victoria Alonso (Santa Eulalia Bajera). Todos ellos habían abandonado la ciudad (Madrid, Barcelona, Torrelavega, Bilbao, Valladolid) para completar el trayecto inverso que años antes hicieron sus mayores. Pasado este tiempo, salvo en el caso de Cruz Pérez, que ha dejado La Rioja, todos los demás, con algún cambio, siguen lejos del asfalto urbano y tratan de hacer viable su vida en el entorno rural.

Mari Mar Jiménez y Ángel González | Préjano

«Los pueblos no son Lourdes; no te regalan nada»

Mari Mar Jiménez es un torrente de energía y tiene un discurso que atrapa. En menos de una hora es capaz de poner sobre la mesa tantos argumentos como para convencer al mayor de los urbanitas de que lo mejor que puede hacer es diseñar su futuro en el medio rural. «No nos hemos arrepentido ni un segundo de vivir en el pueblo», dice como premisa antes de quitarse méritos: «Vivir en un pueblo en el siglo XXI con calefacción, con internet, con chimenea, con biomasa, con Netflix no tiene nada que ver con cómo vivían nuestros padres, que fueron expulsados en un éxodo rural provocado».

Ellos, hastiados de la vida en una gran ciudad (Barcelona), se sentaron, analizaron su presente y trazaron su futuro. El suyo y, sobre todo, el de Samael, su hijo. Decidieron regresar a los orígenes familiares. «No somos neorrurales, no somos jipis», advierte entre risas Mari Mar. Desde su casa en Préjano han creado una fiel comunidad en internet a través de su blog lacocinaalternativa.com y desde el portal hogarconsciente.com. Tan fiel que a sus charlas se llegan a inscribir más de 1.000 personas. Además, ella acaba de publicar el libro 'La despensa saludable'. «Sin tener fibra podemos vivir de internet», explican. «Podríamos hacer lo que hacemos aquí en una ciudad», asegura Ángel, su marido (que junto a Ramiro Palacios autoeditó el libro 'Bienvenid@ al campo') antes de que Mari Mar le recuerde que no sería lo mismo. «Aquí encontramos la inspiración. Aquí tenemos oxígeno y espacio».

Hacen memoria y desde que ellos llegaron a Préjano hace una década pocas caras nuevas han aparecido en el pueblo. «Esto no es Lourdes», sostiene ella. «Hay quien piensa que aquí te regalan las cosas. No es así. El kilovatio de Iberdrola, la gasolina, los garbanzos, la cuota de autónomos... Todo cuesta lo mismo aquí que en el centro de Madrid. No te regalan nada, pero tampoco creo que te lo tengan que regalar». Coincidiendo en la mayor, Ángel sí cree que no estaría de más «algún tipo de rebaja fiscal» que ayudara a mantener determinado s negocios: «Cuando vas al bar y ves que hay una persona piensas que le tendrían que dar un premio». Tampoco «es una cuestión de suerte sino de tomar decisiones. Somos mileuristas, sí, pero tenemos paz, espacio, libertad, tiempo y oxígeno». Y una actividad intensa: «Tenemos inquietudes y estamos ocupados como si viviésemos en Manhattan», dice.

Samael, a sus 14 años, también es de los que disfruta en Préjano. No tiene recuerdos de la ciudad y, si bien hace planes de futuro estudiando y viviendo una temporada en Bilbao, lo que le gusta es la vida rural. «Los días aquí son muy variados... Por la mañana voy al instituto a Arnedo con un montón de gente y luego, por la tarde, aquí no hay nadie por la calle». No le disgusta. «Somos cinco de mi edad y hacemos cuadrilla con los que son algo más mayores», explica.

Los grupos de WhatsApp de los vecinos se han convertido en una herramienta de información y colaboración especialmente útil y la supervivencia es posible gracias a los supermercados móviles (frutería, pescadería, congelados...). Si a ello se suma que las actividades culturales del entorno (Calahorra y Arnedo) no es estéril satisfaciendo sus necesidades y el privilegio de vivir «ante un paisaje exuberante», la satisfacción es prácticamente plena pese a que, dicen, «en los últimos años hemos asistido a más entierros que durante 40 en la ciudad», asegura Mari Mar. «Eso también nos hace ser más conscientes del privilegio de estar en la naturaleza».

Antes y después. Mari Mar Jiménez, Ángel González y Samael, en su casa de Préjano en 2014 y 2020.
Antes y después. Mari Mar Jiménez, Ángel González y Samael, en su casa de Préjano en 2014 y 2020. Sonia Tercero

Alexander Yunquera | Préjano

«No me he arrepentido»

Alexander Yunquera empezó a escribir su historia en Préjano (de donde es su familia) hace doce años. Hastiado de Bilbao («cada vez voy menos, no aguanto las aglomeraciones», dice) y repleto de ideales se instaló en el pueblo, acondicionó la casa de su abuelo y puso en marcha un proyecto de recuperación de variedades autóctonas (plantas aromáticas, medicinales y culinarias de cultivo ecológico y certificado) bajo la marca Lurreko Aromáticas (lurrekoaromaticas.com) que acaba de desembarcar, presume, en el restaurante Echaurren. «He sido un desertor urbano. Hay muchos principios de la ciudad que no comparto y no me he arrepentido en ningún momento». Y eso que entonces nadie confiaba en que aguantara más de 15 días. «Me decían que estaba loco», recuerda mientras presenta el pequeño taller en el que prepara el delicado producto de un proyecto que confía en que explote este año.

No ha sido un camino de rosas. «Aquí hay problemas, como en todos los pueblos. Sorprende que cuando vienes de fuera para poner en valor estos territorios surjan conflictos. Chocas con las ideas de la gente de aquí cuando lo que quieres es hacer comunidad», dice. «Aquí lo que faltan son servicios. Falta ocio, por ejemplo, pero es el trabajo de muchas entidades, de la gente... Yo tuve la suerte de tener la casa de mi abuelo pero si alguien quiere venir de cero, es complicado. Nadie vende una casa, nadie la alquila. Y lo mismo me pasó con las fincas. He necesitado ocho años para poder cultivar». Así, recuperar los pueblos, asume, es complicado. «Hay pocas facilidades y te levantas con las ganas de tirar la toalla al ver que no te valoran». Por eso cree que cualquier alternativa pasa, precisamente, por ofrecer más facilidades ya que augura que «llegará un momento en el que la gente venga a los pueblos por necesidad ya que la vida en las ciudades es insostenible».

Herbolario. Alexander, en su herbolario actual y en una almazara. Entre las dos fotos han pasado seis años.
Herbolario. Alexander, en su herbolario actual y en una almazara. Entre las dos fotos han pasado seis años. Sonia Tercero

Amado García y Sandra Carnero | De Lumbreras a Alberite

«Dejamos Lumbreras por el instituto de la niña»

Cuando, hace algo más de un año, Yaiza, Yeray y Noemí siguieron los pasos de sus padres, Amado y Sandra, Lumbreras se quedó sin niños en invierno. Después de siete años en la villa camerana bajaron al valle y se instalaron en Alberite. Y eso que allí todo era casi perfecto. «Cuando la niña empezó en el instituto se iba a las 7.30 horas y regresaba ya de noche», recuerda Sandra. Hace un año Amado encontró trabajo en la primera empresa a la que envió el currículum.

«Nosotros hemos estado muy bien allí y seguimos subiendo. Te tiene que gustar y nosotros nos amoldamos muy bien a Lumbreras. Realmente no nos queríamos bajar, pero no había más opción. Era lo mejor para la niña», insiste Sandra, que también deja claro que en ningún caso habrían optado por Logroño. «Elegimos Alberite porque aquí viven mis suegros [ellos proceden de Cantabria] y queríamos vivir en un pueblo en el que los niños pudieran salir solos a la calle». Alberite les ofrecía esa alternativa y acercaba considerablemente a su hija mayor a La Laboral. «No somos los únicos. Muchos de los vecinos de allí nos dijeron que a ellos les pasó lo mismo en su momento».

De Lumbreras a Alberite. Sandra, Amado, Yaiza, Yeray y Noemí han dejado Lumbreras por cuestiones educativas.
De Lumbreras a Alberite. Sandra, Amado, Yaiza, Yeray y Noemí han dejado Lumbreras por cuestiones educativas. Sonia Tercero / Cedida

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