La voz de los alcaldes de los pueblos pequeños

Noticia Relacionada

Envíanos tus ideas para luchar contra La Rioja vacía

Una treintena de pequeños pueblos riojanos, con menos de medio centenar de vecinos (la alcaldesa de Jalón rechazó participar), hablan de su realidad llena de desasosiego por el futuro pleno de nubarrones pero también llena de fuerza y reivindicación.

Es la pescadilla que se muerde la cola, pero, al final, hay una clave que es capital: sin población, no hay nada. «Con pocos habitantes poco se puede hacer», lanza el alcalde Pinillos, José Luis Merino, y no sin resignación expresa el de Ajamil, Emilio Terroba: «¿Qué podemos exigir con cuatro habitantes?». Dicho queda. Pero hay quien afina aún más: «Para poder plantear algún proyecto contra la despoblación es necesario contar con gente joven». Ese es, tal vez, el pilar porque la savia nueva rejuvenece, da solidez al entorno y, sobre todo, un futuro. Por ello, los mismos alcaldes reclaman «medidas para fijar la población». Y esta no es otra que «el empleo, un medio para vivir». Con todas sus variantes (emprendedores, agricultores, ganaderos, turismo, industria...) pero empleo con mayúsculas.

A las autoridades locales de nuestros pequeños núcleos no les falta razón porque tener trabajo permite enraizar a la población en un lugar («El reto es generar empleo porque asienta población», dice José Miguel Crespo, de Villarta-Quintana) y ello trae consigo poder mantener (incluso ampliar si cabe) los servicios básicos de los que cualquier urbanita dispone casi en la puerta de casa: la salud y la educación son los primordiales (a juicio de varios primeros ediles que comparten el juicio de Miguel Ángel Gómez -Gallinero de Cameros-).

No es tarea fácil porque los alcaldes se quejan de la brecha tecnológica que aleja a los jóvenes, de las trabas burocráticas para emprender, de normas inflexibles urbanísticas y de una fiscalidad que debería inclinarse más hacia los pequeños. Discriminación positiva. Así opinan autoridades como las de Daroca, Pazuengos, Galbárruli o Castilseco.

Y ninguna de ellas olvida la importancia de las comunicaciones porque es por donde llega la riqueza y lo que les aleja de la reclusión, sobre todo en la sierra. Que se arreglen las carreteras es demanda de Rabanera o Torre en Cameros.

Los pueblos buscan oxígeno, pero como reconoce el alcalde de Villavelayo, Alfredo Herrero: «No podemos obligar a la gente a vivir aquí, hay que crear las condiciones idóneas para ello».

Hace ya cuarenta años, un querido hombre de pueblo decía con lamento: «Todos decís lo bien que se vive en los pueblos pero ninguno queréis venir». Eso fue hace ya cuarenta años.